Crónica de la IV Ciclomarcha Carlos Sastre

Por Alejandro
Ya van cuatro años desde que empezamos a visitar las tierras abulenses para participar en la Ciclomarcha Carlos Sastre. La Fundación Provincial Deportiva Víctor Sastre organiza todos los años este evento, que sale de la localidad de El Barraco y a ella vuelve tras visitar los altos de Navalacruz, Barajas y San Juan de la Nava. Un recorrido diseñado por el ganador del Tour 2008 Carlos Sastre y del que disfrutamos año tras año desde el 2009.
La marcha este año venía precedida por una polémica que se venía creando en foros de internet y en los comentarios de los cicloturistas que, con el precedente reciente en junio de la II Marcha José María Jiménez y otras del calendario de Castilla y León en las que no se permitió la existencia de tramo libre, consideraba más que posible el que los participantes en la Ciclomarcha con mayúsculas tuvieran que  ir agrupados por exigencias de Tráfico. Unos decían que sí, otros que no, y la preocupación creció cuando el mismo Carlos Sastre, en una entrevista en televisión, ni afirmó ni desmintió nada al preguntarle por esa posibilidad. Al parecer no existe una regulación legal específica de las marchas cicloturistas y sus especiales características no permiten el control del tráfico como ocurre en las carreras, en las que se interrumpe la circulación de vehículos a motor por el circuito durante un período de tiempo relativamente breve. Hasta ahora el problema se había resuelto con buena voluntad pero no es ninguna novedad que se han dado conflictos con la autoridad que, siempre según la rumorología popular, han llevado incluso a la desaparición de alguna marcha importante que se ha reconvertido en quedada.
Este año la inscripción fue un poco diferente. Además de ingresar el dinero y del consabido regalo del móvil para los primeros inscritos como todos los años, se nos pedía la talla del maillot, un nombre identificativo y  una bandera. La idea de la organización era que en el maillot conmemorativo de la marcha llevásemos el número de dorsal junto al nombre y la bandera. Ya el año pasado insistían en que fuésemos todos con el maillot y este 2012 era prácticamente obligado si queríamos portar el número que se nos asigna.
Ahora nos situamos en el 4 de agosto de 2012, víspera de la prueba. Con el cupo de inscritos prácticamente agotado, la organización cerró las inscripciones uno o dos días antes y la mayoría nos acercamos a recoger el chip, el maillot, el vale para la comida y el número para el sorteo. La gente de Zipvit tuvo el detalle de darnos un bidón y una barrita energética, y Ciclismo a Fondo nos regaló una revista como todos los años. Carlos se acercó a hacerse unas fotos con quienes andaban por allí aunque este año fue un poco más tarde de lo habitual y no llegué a verlo. Allí estaban los stands de Smilekers, Rotor, y algunos más que daban apariencia de pequeña feria a los alrededores del Pabellón, una feria entrañable. En el stand de Rotor probamos sus platos ovalados y también el cambio Shimano electrónico que me sorprendió muy positivamente aunque sigo sin verlo rentable para el uso cicloturista.
A las 9 de la mañana del día 5 estábamos como clavos en la línea de salida, con el chip en la horquilla y nuestro flamante maillot patrocinado como siempre por Rotor y también por Smilekers, la boutique solidaria de Carlos. Impresionaba un pelotón de tantos bicicleteros vestidos todos igual aunque en las fotos he visto un buen número de "disidentes" que decidieron llevar su equipación personal. Carlos llegó a la hora, cortó la cinta junto al alcalde de El Barraco y tuvimos que esperar porque hasta que no aparecieran los médicos no se podía dar la salida. El resultado es que arrancamos con unos diez minutos de retraso, de forma que cuando los últimos pasamos por el arco de salida ya iban cuatro minutos. Se nos había advertido que debíamos respetar las normas de tráfico y que los agentes iban a ser estrictos con las transgresiones de éstas, punto que creo que merece un análisis más profundo y una revisión tanto conceptual como legal.
Es impresionante ver desde la cola cómo el grupo se estira cuando sólo han transcurrido dos kilómetros y ves allá en lo alto la población de San Juan de la Nava. Lo es también presenciar cómo al paso de esa localidad, cuando empiezas a bajar hacia Navalmoral de la Sierra, el grupo ya se ha roto y los primeros van allá lejos donde sólo puedes imaginarlos. Desde Navalmoral, para algunos el pueblo más ciclista de España, hasta el comienzo de la subida a Navalacruz, es un terreno que pica para abajo muy útil para ir calentando poco a poco las piernas. Advertidos como estábamos, nadie osaba invadir el carril izquierdo de la calzada aunque se utilizase para adelantar.
Navalacruz, para quien no lo sepa, es el pueblo de Iker Casillas. Cuentan las lenguas, no sé si buenas o malas, que allí Iker y Sara se están haciendo una mansión. Personalmente yo creo que Iker es tan buen portero porque, como Navalacruz está en cuesta, debían haber hecho el campo de fútbol en un prado inclinado y siempre le tocaba la portería de abajo así que si no paraba el balón tendría que ir a recogerlo a Navarredondilla. Al salir de la AV-905 comienzan diez kilómetros de ascensión, los seis primeros suavecitos con algún tramo de bajada, y los últimos cuatro con un 4%, 7%, 9% y 8%. En Navalacruz se disfruta la subida y, aunque se sufre y los que vamos de atrás para adelante vemos cómo otros se atrancan y padecen las rampas, todavía quedan muchas fuerzas. El descenso es corto y suave, y tras pasar un repecho traidor después del cruce con la carretera de Ávila llegamos al primer avituallamiento. Allí pudimos repostar bebida isotónica, agua, fruta y alguna cosa más que supongo que no vi. La gente de la organización de la marcha nos trató de 10, como siempre.
Antes de las viandas pasamos el primer punto caliente, el cruce de la  AV-P-415 con la N-502. Cruzamos una carretera nacional y ahí según las normas habría que realizar el Stop. Otros años se cortaba la carretera y se nos daba paso, este año las cosas al menos en teoría eran diferentes. Creo que sería más seguro para todos, por mucho que estemos en una excursión personal abierta, regular el tráfico en ese punto.
Después de comer y beber en Cepeda de la Mora marchamos por la AV-P-510 en dirección Barajas. Más o menos en San Martín de la Vega, kilómetro 55, comienza la ascensión al segundo alto de la jornada, el puerto de Barajas que más que puerto es una sucesión de repechos algunos de ellos francamente duros que se intercalan con tramos de falso llano, y un último kilómetro y medio que parece que no se acaba nunca. Llegar arriba es casi la felicidad completa porque tienes una bajada para disfrutar y porque ya sólo queda el alto de San Juan de la Nava. Cuando echas la vista al perfil ves que pica para abajo durante los próximos 60 kilómetros, parece que ha llegado la paz.
Sí, paz. Cuando bajas Barajas subes al Parador Nacional de Gredos y allí empieza la segunda de las bajadas emblemáticas, de esas que se disfrutan a tope porque a esas alturas el grupo ya está dividido en tantos grupitos que desciendes acompañado  y seguro. Nos encontramos en el kilómetro 73 otro cruce complicado con la nacional 502 en el que nos encontramos con el mismo problema que en el cruce que nos llevó a Cepeda de la Mora, y nos encaminamos hasta el segundo avituallamiento en Hoyocasero. Van casi 80 kilómetros y uno piensa que ya está todo hecho pero no es así. Ahora queda la zona de los repechos, esas subidas cortas, tendidas e intensas que tanto abundan por las tierras abulenses. Subes y bajas hasta que llegas al cruce dirección Burgohondo y empieza mi bajada favorita por una carretera estrecha, con curvas cerradas en las que pones a prueba los frenos, y muy bien señalizadas por la organización para que no corramos ningún peligro. Al final te encuentras el otro cruce, dirección Navaluenga, en el que no puedes olvidarte de que vas en excursión abierta.
Desde Burgohondo a Navaluenga un terreno pestoso en el que me la volvió a jugar el cambio del plato y creí que se había terminado la marcha. Tengo que dar las gracias a un chico de Burgohondo que se bajó de su Renault 19 blanco a ayudarme, con el que compartí el momento de angustia en que no había manera de desencajar la cadena y que hasta me dio toallitas desengrasantes para que me limpiase las manchas de aceite. El caso es que me quedé solo y me agrupé con otros a la entrada de Navaluenga donde siempre me espera la familia. Allí, donde uno escucha los gritos de ánimo más cercanos, comienza la ascensión a San Juan de la Nava, la última dificultad montañosa que más que por la dureza de sus rampas nos agota por el calor que suele hacer a eso de la una de la tarde y por los kilómetros que llevamos encima. Yo este año me lo tomé con calma y lo disfruté, más todavía porque un coche gris lleno de mi gente favorita nos animó a todos en dos lugares distintos de la ascensión.
Una vez en San Juan de la Nava, todo pica para abajo hasta El Barraco. Te sientes satisfecho porque has disfrutado y sufrido esa sarna que no pica porque es con gusto. Todavía quedan fuerzas para meter plato, llegar al penúltimo cruce en el que ya te olvidas de si hay Stop o Ceda el Paso, al último en el que coges la subida al Pabellón y hasta para esprintar moderadamente, que no es cosa de hacer el fantasma cuando llegas a hora y cuarto del primero. Después las duchas, la comida, ver los resultados del sorteo y la vuelta a casa hasta el próximo año.
Las marchas cicloturistas no competitivas están en peligro. Por un lado las ataca la mentalidad de quienes las convierten en carreras encubiertas. Por otro, un legislación que las dificulta porque son algo más que una excursión y no se las puede tratar como tal. Por el otro, la actitud de algunos graciosillos que quizás pudiera explicar el aparentemente elevado número de pinchazos que se produjeron y de los que los del grupo trasero ya casi no nos enteramos. Las marchas, y ésta es un buen ejemplo, son para disfrutar y requieren una regulación legal especial que permita a los agentes de la autoridad ser más permisivos con sus peculiaridades. Ojalá sea así.