Cómo cada domingo el capitán Antonio Alcivar, de origen ecuatoriano, se dirige a Fraise Chapel para dar su sermón a la veintena de fieles- todos de origen latino- que se congregan en la coqueta capilla situada en el corazón de la base aérea de Kandahar. “Somos una pequeña gran familia”, afirma el capitán. “Nos conocemos todos y cada domingo nos citamos en la capilla para hablar de Dios y ayudarnos en todo lo que podamos”, sentencia este veterano capitán.
Va con la hora justa. Viene del hospital Role 3 donde ha tenido que dar la extremaunción a un joven soldado. “Es lo más desagradable de mi trabajo y lo que peor llevo… Ver morir a chicos tan jóvenes, con toda la vida por delante me hace preguntarme en muchas ocasiones qué sentido tiene esta guerra. ¿Por qué nos matamos los unos a los otros? O ¿Por qué ha muerto ese joven soldado? Pero siempre me respondo lo mismo: Dios marca nuestros designios y tiene un plan escrito para cada uno de nosotros. Es la voluntad de Dios”, afirma mientras saca de su todoterreno una caja repleta de Biblias en castellano y de Himnos que utilizará posteriormente para amenizar su sermón.
En la puerta de la capilla aguardan sus fieles. Impacientes por saludar al capitán. Alcivar lleva dos semanas son oficiar su sermón por motivos laborales. “He sido requerido para oficiar varios funerales en distintas bases de la provincia de Helmand y de Kandahar. En estas dos últimas semanas la compañía 320, destinada en Leathrneck, ha perdido ocho soldados. Ocho”, afirma enarcando las quejas. “Les han dado muy duro y los chicos tienen la moral bastante baja”, sentencia.
Durante el oficio religioso. Ni una mención a la guerra. A los caídos en combate. Ni una sola palabra que mencione el lugar donde está teniendo lugar esta misa. Es, por decirlo de algún modo, como si la realidad no traspasase el umbral de la capilla. “Yo no predico religión, no soy religioso; yo sólo transmito la palabra de Dios. Me gusta predicar las Sagradas Escrituras porque es una forma de acercar la palabra de Dios a los soldados”, se defiende. “Y en la palabra de Dios no hay cabida para la guerra. Sabemos dónde estamos, somos conscientes de lo que ocurre a nuestro alrededor y por eso mismo acudimos a la Iglesia, para buscar consuelo. Un consuelo que es muy difícil encontrar fuera de estos muros”, sentencia.
“Muchos de estos chicos que acuden a misa buscan una respuesta para lo que ven sus ojos y yo trato de dársela a través de la palabra de Dios”, confirma. “Después de misa nos reunimos todos a tomar algo y los soldados me hablan de los que les atormenta, de sus miedos o de su día a día en este país. En muchas ocasiones me considero más un psicólogo que un pastor”, apunta entre risas.
“Yo soy de la opinión de que la guerra debe quedar al margen de la religión. No podemos utilizar una para justificar la otra, eso es un grave error… Error que hemos cometido en multitud de ocasiones y por eso nunca hago mención a la guerra en mis sermones… Creo que Dios está por encima de todo eso. El domingo es el día para honrar a Dios y no para hablar de muertes y sufrimientos. La guerra y Dios no son compatibles”, sentencia tajante.
Pero Alcivar, soldado de profesión, no olvida nunca donde está. “Nosotros hemos venido a Afganistán porque tenemos una misión que cumplir. Una misión en la que deberemos hacer uso de las armas para conseguirla… Matar a un semejante nunca puede estar justificado, nunca. Pero es la única manera de traer la paz al mundo. Cuando estemos delante de Nuestro Señor, él será quien juzgue nuestros actos… Y él, y sólo él, tiene el poder de condenarnos o de salvarnos”, afirma. “Como pastor, es muy complicado arengar a nuestros soldados a que acudan al frente a matar. Pero Dios es el que guía nuestros designios”, repite.
Este pastor presbiteriano, es un veterano. Estuvo destino dos veces en Irak y tres en Afganistán… “No me acostumbro a la guerra. La detesto… Envilece a los hombres y los convierte en animales pero mi misión es estar aquí y consolarles espiritualmente. Pero no, no me gusta tener que dar la extremaunción a un chico de 19 años… Sólo 19 años, aún no tenía la edad legal para beber alcohol; pero está en un país extranjero empuñando un arma y luchando por su país. Es una locura. Esta y todas las guerras, son una locura”, sentencia.
Alcivar se despide con un afectuoso apretón de manos. A su lado espera un joven soldado que espera ser confesado por el sacerdote. “Gajes del oficio”, afirma. Mientras la guerra continúe el capitán Antonio Alcivar acudiría cada domingo a las 12:30 a oficiar la única misa en castellano que se da en la capilla Fraise de Kandahar…