Se remonta ésta historia hasta los años 30 y mediados de los 40 del pasado siglo. A la gran dificultad de vivir en aquella Málaga de la última década de los años 30, época de guerra, miseria, pobreza, penurias y sufrimiento se unió el repentino fallecimiento de su jovencísima y querida madre; aquella delicada niña de rubios cabellos y ojos del color del cielo y de la mar en los cálidos días de calma de levante, se quedó sin madre.
Con escasos cuatro años, Lourdes y su hermana de nueve meses quedaron huérfanas, al cuidado de sus tías, mientras su desconsolado padre, noche tras noche trabajaba a destajo en una de las confiterías más emblemáticas de aquella época, preparando los dulces que consumía la burguesía malagueña.
Fueron pasando los días y en esos años de penuria generalizada, agravada con los efectos de la guerra, ésa niña con escasos nueve o diez años tenía que ayudar a su padre, que quitándose horas de sueño y cuando, con la poca azúcar que podía conseguir de “estraperlo”, en su casa preparaba los rudimentarios dulces de la época, entre ellos las “papas de menta”. (ni tenía patatas, ni sabía ni se hacía con menta).
Ese caramelo rudimentario que con azúcar moreno, azúcar de caña, en un perol de cobre removiendo lo iba hirviendo con paciencia y tesón su padre; los hacía en la rústica cocina de la casa familiar, en el “poyo” del frio mármol de la pequeña encimera lo dejaba enfriar y ésas pequeñas y suaves manos impregnadas de harina le daban forma alargada y retorcida al dorado dulce que al degustarse se deshacía lentamente en la boca de la chiquillería. Papa de menta, aquel rústico caramelo que sabía a gloria bendita.
Lourdes, la delicada, diminuta, tímida y triste niña pregonaba con su tenue voz su mercancíaa por las calles del barrio malagueño del Molinillo y de Capuchinos las papas de menta; tanto en los días de frio intenso, viento, lluvia o de un aplastante calor veraniego, Lourdes en rudimentarios cartuchitos de papel de estraza, vendía a una gorda o a una “perra chica” la unidad, dependiendo del tamaño del trozo las rústicas golosinas.
Ya con 96 años, siguen viviendo en su memoria los recuerdos de aquellos duros años de una forma tan viva, que sus azules ojos se llenan de lágrimas, que resbalan suavemente por sus mejillas, mientras su hermana, Paquita, mi suegra, la mira embelesada mientras me cuentan no sólo ésta historia, sino las avatares de sus vidas, sus hijos, nietos y biznietos.
Y todo ello ocurre una tarde cualquiera, tardes en las que nos reunimos mi marido y yo con ellas, acompañados del primo Paco y su dulcísima mujer Cloti.
Hablamos de la vida, de la familia y como no de recetas de cocina. Para mi sorpresa el primo Paco comenta que hace unos días preparó “sus” famosas croquetas y me pregunta ¿Toñi nunca has hecho las croquetas de gazpachuelo? ¿Que no las has probado?
Pués no, nunca las hice, ni las he probado. Y ni corta, ni perezosa, tenía que hacer mi versión. Dejé volar mi imaginación y ya por fin, puedo decir que he hecho CROQUETAS DE GAZPACHUELO.
INGREDIENTES:
Dos patatas medianas, 150 grms. de pescado blanco (lomos de merluza, rosada, bacalao o rape), 150 grms. de gambas blancas pequeñas, una rebanada de pan (sólo la miga), medio litro de agua, la clara de un huevo y sal.
PARA LA MAYONESA:
Una yema de huevo (con un poco de la clara), sal y aceite de oliva virgen extra.
PARA PREPARAR LAS CROQUETAS:
2 huevos medianos, harina de trigo, sal, pan rallado.
PARA FREIR:
Aceite de oliva..
LOS PASOS A SEGUIR:
Pelar las gambas, comprobar que el pescado no tenga ni piel ni espinas y pelar las patatas cortándolas en trozos pequeños.
Poner una cacerola con el agua a fuego medio, incorporar las patatas, salar al gusto y llevar a ebullición. Al comprobar que las patatas están tiernas añadir el pescado junto con las gambas, cuando vuelva nuevamente a hervir, quitar la espuma.
Echar la clara de huevo, dejar cuajar y retirar del fuego. Escurrir bien y reservar medio vaso pequeño del caldo. Machacar las patatas, la clara de huevo junto con el pescado y cortar a trocitos pequeños las gambas.
Yo aquí no soy para nada tradicional, uso ése pequeño electrodoméstico que llamo “minipimer” y es super fácil y rápido. Hasta mi hijo ya la hace sin problemas desde que así se la expliqué hace tiempo: me llamó por teléfono, eran las diez de la noche. Mami, estoy en la cocina y no nos sale ¿qué hago? Le dije: ve haciendo lo que te voy a ir diciendo. Echa un huevo en el vaso de la minipimer (sin la cáscara que tú eres capaz), medio vasito de aceite (del bueno, aceite de oliva, no eches de girasol), un poquito de sal (no te pases)…¿está todo?...vale, mete el brazo (el tuyo no, el de la minipimer) y a máxima potencia dale caña…mantenlo (no lo muevas), sigue, sigue, sigue….(ha cambiado el sonido, está espesando?)..ahora, despacito, con movimientos hacia arriba y hacia abajo…un minutito y listo.
Batir mientras los dos huevos echar un pelín de sal, poner un cuenco con el pan rallado y otro con harina de trigo.
Sacar del frigorífico la masa. Mojar la mano en harina e ir haciendo porciones dándoles la forma a las croquetas.