Bajábamos la escalerilla y a escasos metros ya empezábamos a percibir los olores de la cocina de Casa Pedro y el olor de los rescoldos de las moragas, maderos quemados de olivo y encina impregnados de los espetos de sardinas insertados en gris arena junto al merendero.
Andábamos lentamente, respirando la brisa de levante, impregnándonos del salitre con el que nos regalaban las marejales durante todo el trayecto, que nos conducía casi hasta el mismísimo Deo, por las playas del Palo.
Decía uno de los marengos: sí las playas del “Deo”.Se llama así y no “dedo”, siempre ha sido el Deo su nombre y no porque venga del latín Deus Dei( Dios), que aquí nunca hemos sido tan "leíos" ni tan "escribíos", ni porque aquellos que se salvaron del naufragio cuando llegaron a la playa entonaron el Deo Gratia, como dicen otras leyendas; sencillamente que los que somos de El Palo siempre hemos dicho el Deo, nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros mayores….
Caminábamos pues y cruzábamos el seco arroyo que separaba Casa Pedro del Colegio del Padre Siganda, junto a la blanca y encaladavalla se amontonaban grandes montañas de restos de gambas en el llano del “Fridó” (Entiéndase Freidor) de Aranda, que desprendían un fuerte olor, mezclándose con el perfume de las redes expuestas al sol, secándose después de faenar con ella en la mar y al alquitrán con el que los calafates reparaban las barcas.
Esas barcas varadas en la orilla, resguardadas del temporal de levante y que hoy dormitan en nuestro recuerdo o como la de mi abuelo, la Mª del Carmen, la barca de "La Rosilla" en el Museo Maritimo de Barcelona.
Inevitable pasar por la puerta del bar del hermano de mi abuelo, el “Tobalo”, donde los cansados pescadores y junto con los ancianos contaban sus peripecias marineras, hablaban de la pesca y jugaban al dominó, mientras tomaban un vino dulce con sifón.
Casitas marineras, todas encaladas mirando al mar, casas llenas de geranios sobre los pozos desus pequeños patios, casas con olor a salmuera, a arencas, anchoas, a mojama de pintarroja seca, a pulpos con las patas extendidas y a jureles abiertos secándose al sol expuestos al viento de la mar y al sol, mimado y cuidado por manos expertas, como las de mi madre que me enseñó a limpiar y a preparar anchoas y las deliciosas arencas
Pescados secos, tradición marinera del Palo, de los marineros de antaño, tradición milenaria que se ha ido perdiendo a lo largo de las últimas décadas en la provincia malagueña.
Era la hora de la merienda….chupar una tira de mojama de pintarroja pasada por el fuego del carbón de la lumbre, anchoas recién enjuagadas y preparadas bañándose en aceite de oliva o una arenca frita sobre una hogaza de pan.
Recuerdos, olores y sabores de mi niñez….que me gusta rememorar en Mi cocina, como es la mojama de atún, tan apreciado desde hace milenios en nuestra querida Andalucia.
Un rico aperitivo que es tradicional comer con almendras fritas (ENLACE de la publicación en Mi Cocina).
Y que hoy en Mi cocina, he usado la mojama de atún para preparar croquetas….¿se animan a probarlas?
¿Cómo las hice?
Ingredientes
Media cebolla blanca dulce, dos vasos de harina de trigo, medio vaso de caldo de pescado, dos vasos de leche entera, una cucharadita de nuez moscada, pan rallado, mojama de atún, medio vaso de aceite de oliva virgen extra (a ser posible malagueño), un huevo (si es pequeño dos), sal.
Los pasos a seguir:
Cortar en trozos muy pequeños la cebolla y la mojama en taquitos pequeños y reservar.
Hacer un caldo con la espina de una rosada, de forma que quede bien concentrado y reservarlo, colándolo previamente.
En una sartén echar un buen chorreón de aceite de oliva virgen extra y pochar la cebolla a fuego lento sin que se llegue a dorar. Incorporar la harina tostándola durante un minuto, agregando la nuez moscada.
A continuación añadir la mojama, medio vaso del caldo de pescado y dos vasos de leche, remover bien de forma que no queden grumos.Probar y rectificar de sal.Ir removiendo continuamente hasta que la masa se separe de las paredes de la sartén. Dejar la masa enfriar a temperatura ambiente.
Batir el huevo en un plato, colocar el pan rallado en un cuenco.
Ir cogiendo porciones de masa y darle forma de “croqueta”, una vez que estén todas hechas ir pasándolas por huevo (suelo echar cinco o seis en una misma tanda, que queden bien impregnadas), escurrirlas un poco y pasarlas al cuenco de pan rallado, removiendo enérgicamente a fin de que queden bien rebozadas.
Sacarlas y colocarlas en un recipiente, tapar con papel de aluminio y dejar en el frigorífico unas horas a fin de que se “asienten”.
Freir en aceite muy caliente. Aconsejo freidora, suelo usarla para éste tipo de fritos, ya que el golpe de calor inicial es ideal y quedan fritas uniformemente, dándoles un aspecto apetitoso y crujiente.
¡¡ Buen provecho !!Y recuerden disfruten de la gastronomía malagueña…..