Invaden las pasarelas y es imposible obviarlas, pero fue durante los ´80 que Madonna las reinventó con insolencia. En cierto modo es como si ella les hubiera quitado su contenido místico y poder desde que las llevara sin reverencia y de a montones. En sus aros, pulseras o pecho, las cruces fueron ícono y parodia del mundo occidental, ordenado no de acuerdo a las virtudes, sino a lo que se ostente como dosis de autoridad (moral) encaramada en el poder.
Desde entonces, llevar una cruz no es confesión de credo, sino símbolo de lo que es necesario cuestionar y desentronizar.
El glam, voraz e insaciable dios cuyo brillo requiere alimentación permanente, las reencuentra ahora gigantes y ostentosas pero bellas como siempre, muy bellas.
En la onda más gótica, varias cruces doradas penden de cadenas enredadas y rotas sobre un suntuoso vestido de terciopelo carmesí.
Menos rigurosa, más orgánica y con tintineos dorados entre flores, esta cruz se aligera aún más con la delicada cinta que le hace de collar de perro.
Si ya estas casi en la puerta y querés más glam, unas cruces en el sombrero para reforzar la visión de los preciosos aretes dorados.
Llevá cruces donde quieras. Las negras estan de re-onda.
Hay cruces en los anillos también...
Y una idea de alto super ultra hiper mega glam, de la mano de Christian Lacroix: una cruz en la espalda de tu bleiser formada por pins y broches de todo tipo y color donde las cruces, por supuesto, no pueden faltar...
Sobre un vestido de lamé plateado, cruces glamorosas según Vogue
por Clarisa Ralton