Finales de octubre de 2022
Ya no sé qué echo de menos ni si echo de menos siquiera. Ciertas canciones me llevan a momentos con él, pero ya no recuerdo casi nada. Las cosas se olvidan, dicen que las sensaciones no, pero yo creo que incluso eso se desvanece. Me cuenta que mi abuelo y ella se llevaban muy bien, que eran uno. No me dice que se querían porque yo creo que en esa época no se era tan sentimental, no se decían estas cosas, o al menos no en mi familia, pero yo entiendo que en el fondo lo que desea decirme es que se querían. Era una chica muy alegre y todos los chicos la sacaban a bailar. La tengo muy cerca en el sofá y contemplo las arrugas de su cara, le toco el brazo. Nunca me había explicado nada así, me hace reír porque siento que soy como ella. “No me volví a casar nunca, mi marido era tu abuelo”, me dice seria. Pienso en Bulgaria, en esa canción de guitarra que sonaba mientras conducíamos por una carretera con curvas, los árboles otoñales a ambos lados, quedando atrás veloces. El último viaje.
Dentro de poco, habrán pasado tres años, no sé qué espero. Espero que vuelva a pasar por el túnel y regrese diferente, que vuelva a ser el chico alegre que era, que me compre croissants al salir del trabajo y me dé sorpresas, que me abrace fuerte cuando tenga pesadillas, que no le dé miedo decirme lo que siente, que me pida ayuda. Que no me deje a solas cuando se hace oscuro, que me acompañe mientras lloro.
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Estamos en el balcón de mi casa. Me he bebido unas cuantas cervezas por la tarde y me da vergüenza que lo note. Pongo música y soy feliz. Soy feliz, pero a la vez infeliz.
-¿A ti te gusta la vida?
-Sí, claro, ¿a ti no?
-No lo sé, a veces sí, pero otras no.
-Jo, qué pena.
Él lo dice de verdad, no me conoce casi y nunca me ha visto así. Por eso siente pena por mí, por eso y porque no me entiende.
-A veces la vida cansa un poco, no sé explicarlo. Me gusta, pero me agota. ¿A ti no te pasa? -pregunto, extrañada, sintiendo cada vez más que soy yo la que no encaja.
-Si te soy sincero, no, pero me sabe mal por ti. No sabía que te sentías así.
-Solo a veces, ya te lo he dicho. Es que me gusta el trabajo, de verdad, pero siento que tiene que haber algo más, que me iría ahora mismo bien lejos y no volvería.
-No sé qué decirte
-¿Traigo otra cerveza? -me ofrezco.
-Vale.
Entramos al salón porque se ha levantado un poco de aire. Se nota que tiene ganas de besarme, pero sé que no lo hará si yo no lo hago. Y yo no lo hago. Le llaman unos amigos para ir a tomar algo, es la una de la mañana. Me propone ir con él y acepto. Supongo que todos se creen que estamos juntos. En parte, me hace gracia, pero no puedo evitar pensar en él. Y que quiero volver a salir con sus amigos y que le digan la suerte que tiene, lo guapa y divertida que es su novia, que la traiga a más fiestas.
Y que volvamos juntos a casa dados de la mano, algo contentos por el alcohol, animando las calles vacías de Barcelona a esas horas, riendo y descubriéndonos. Cruza el túnel, que yo pararé el mundo.