Cryer’s Cross, de Lisa McMann

Por Eltiramilla

La desaparición de la adolescente Tiffany Quinn conmociona al pequeño pueblo de Cryer’s Cross (Montana). Unos meses después, con el comienzo del curso, Kendall tiene la sensación de que todo el mundo percibe su ausencia, aunque nadie se atreve a expresarlo en voz alta. No obstante, la joven, que padece el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), bastantes preocupaciones tiene ya con la llegada de dos compañeros nuevos, los hermanos Jacian y Marlena: enseguida hace buenas migas con la última, pero el chico se muestra huraño y desagradable, lo que le hace desconfiar de él. En esas se encuentra cuando un suceso vuelve a sacudirlos a todos: Nico, el novio de Kendall, ha desaparecido.

Adentrarse en una novela de Lisa McMann significa dejarse llevar por esa prosa fluida y superficial que no se para en los detalles y obliga al lector a hacer un esfuerzo por leer entre líneas. En esta ocasión sus pocas palabras le sirven para recrear con precisión la localidad de Cryer’s Cross, en la que la vida de los jóvenes se ha visto afectada por las medidas de seguridad que se deben tomar como consecuencia de las dos desapariciones. Este planteamiento consiguió atraparme, me hizo sentir interés por un misterio que, sin ser nada del otro jueves, al menos se desmarca de las modas juveniles. Me gustó la elección de Kendall como protagonista: una chica insegura que tiene una evolución coherente con los hechos y se aleja de las heroínas de ciudad al jugar al fútbol con los chavales y ayudar a su familia en la granja. El tema del TOC resulta interesante porque la autora muestra el trastorno a través de escenas cotidianas, sin explicaciones científicas; además, tiene su importancia en la trama, no es una mera curiosidad. Con respecto a los demás personajes, reconozco un halo de intriga en Jacian y el encanto del bueno de Nico, pero más allá de eso ambos me parecen bastante fáciles de olvidar, todo el peso recae en Kendall. En el libro se alterna la parte centrada en ella —que ocupa casi todo el texto— y unos fragmentos breves escritos en primera persona del plural, muy inquietantes, cuyo significado no se llega a entender del todo hasta el desenlace. Este tono enigmático se mantiene a lo largo de la historia hasta el punto de que algunos la definen como una novela de terror. En mi opinión no llega a tanto, no he sentido miedo, y su final seguramente sabrá a poco a quienes estén curtidos en este tipo de obras. Y ahí es donde hago mi crítica negativa: me han faltado explicaciones y una justificación más convincente. Tal y como está, la novela se deja leer porque se sale de lo habitual y su atmósfera tenebrosa resulta atrayente, pero no la considero capaz de calar hondo en el lector. Más bien me suena a relato que se cuenta a oscuras la noche de Halloween, de esos que comienzan con “Hace muchos años, en un pueblo pequeño, cuentan que ocurrió…” y sirven para que los niños tengan pesadillas. En definitiva, se queda en un intento, necesita bastante más para convertirse en un libro redondo en todos los aspectos. Aun así valoro la capacidad de la autora para aunar temas paranormales con la vertiente realista de los sentimientos de Kendall, que me ha transmitido una gran cercanía.

A pesar de no haberme parecido gran cosa, disfruté de la lectura mientras duró y le reconozco algunos puntos buenos, como el planteamiento intrigante, la ambientación en un pueblo pequeño y el hecho de centrarse en una chica que padece TOC. Por lo demás, sigo pensando que La cazadora de sueños es lo mejor de Lisa McMann, aunque aprecio que nos haya mostrado su lado más siniestro y haya apostado por escribir una obra completamente distinta a la que le dio la fama. Al menos demuestra versatilidad y se aleja de los que han optado por alargar eternamente una idea, cosa que con el panorama actual se agradece mucho.