El encuentro de Ladrones de Cuadernos en Cuenca fue el inicial, la primera ocasión para conocer en persona a amigos de los que sólo sabía a través de sus dibujos, comentarios y fotos. Aunque no es mala forma de conocer a alguien, un abrazo es mejor. Y también un pacharán mientras examinas cuadernos llenos de maravillas, una comida compartida, un café endulzado con palabras, dibujar juntos una misma cosa de formas tan distintas... De pronto te das cuenta que esas personas que viven en Gijón, en Barcelona, en Huesca, en Calpe o en otros lugares a veces distantes, hace tiempo que forman parte de tu vida. a veces de forma más cercana que otros a quienes ves todos los días. Y entonces estos cuadernos llenos de dibujos pasan a ser algo más que lo que allí se ve, pues cada uno está cargado de recuerdos de lugares, momentos y caras de personas a las que aprecias de verdad. Lamentablemente, al segundo encuentro, en JHuesca, con el amigo Lorés, no pude ir. Y bien que lo sentí.
Después de comer ya todo el grupo, seguimos con el tema, sin parar de comentar y contemplar los cuadernos de cada uno, (Allí fue donde pude disfrutar de los de Angels, Oñera y alguno de Joshemari), verdaderas maravillas, monográficos de un tema, sean bodegas o barcos, paisajes de una ruta o de un viaje o, como es mi caso, anárquicas mezcolanzas de lugares que vamos visitando, con técnicas y materiates distintos y sin llegar a completar ningún cuaderno, pues tenemos una docena en uso y varias más sin estrenar. La imagen que abre esta entrada es el resumen gráfico que Fernando Abadía fue realizando durante la charla de Joshemari, Oñera, Dolça, Juan Llorens y el mismo Abadía en la Torre de la Calahorra, en Elche, en una sala decorada con motivos egipcios y masónicos, sede de la Logia creada en 1878. La torre es de origen alhomade, del siglo XII, resto de la muralla y puertas de la ciudad, en parte destruidas por un terremoto en 1829. El trabajo de Fernando Abadía como Graphic Recorder, los dibujos de barcos de vela, bodegas y bares, calles y rincones de Joshemari, los delicados dibujos de Oñera en sus rutas por su Asturias, fueron protagonistas de esta charla que animaba a llenar los cuadernos de recuerdos y colores. Al final, mini concierto de Sazed Ul Alam, con su grupo. En una terraza empezamos a contemplar cuadernos de los amigos alredor de unas cervezas, procurando, cuando ya se nos hizo de noche, que no cayeran gotas de lluvia sobre los barcos de Joshemari, asombrándome de la insultante facilidad con los retratos de otro dibujante, y mostrándonos plumas, pinceles y aparejos varios, otro de los encantos del oficio. Lamentablemente y por motivos que no vienen al caso, a las once de la noche hubo que dejar la reunión, como siempre interesante, despedirnos de los que por la mañana viajarían pronto, coger el coche con la intención de regresar temprano al día siguiente. Así hacemos. Reencuentro en la zona habitual, segundo desayuno en ese rincón tan acogedor que ahora se pinta sin prisas.