Las lectoras memoriosas, recordarán que todos mis esfuerzos DIY están depositados en renovar la decoración de mi dormitorio. Una caja blanca que necesitaba terapia intensiva para ganar un mínimo de calidez y estilo personal después de un ejercicio de desintoxicación de la casa. Cuando la intención es mantener los planes de ambientación en el terreno de la frugalidad absoluta, hay que actuar con criterio y apelando a los recursos existentes. Entonces re-utilizar, reciclar y renovar se transforman en un mantra. En pos de este plan:
Reciclé marcosImprimí láminasRenové la mesa de la televisión
La lista de pendientes es extensa y ambiciosa pero...para desmesurada, yo. ¿Quién más? Que se encargue el mundo de pararme cuando lo disponga. Así que venciendo la pereza invernal y los síndromes estacionales, me dispuse a buscar una alternativa DIY, reciclada y frugal para decorar las paredes. Cuando todo estaba a medio camino y no tenía otra cosa que proyectos inconclusos, había comenzado a pintar un bastidor de color negro. Por un tiempo, no tuve muy claro qué hacer con él y mi única certeza era que, pasara lo que pasara, iba a seguir siendo negro. Aunque estuve tentada en dejarlo en ese negro pleno y profundo, el desafío era buscar algo más...
El devenir de un bastidor y algo de pintura.
En mi imaginación el bastidor oscuro se vistió con diferentes estilos. El primer impulso fue realizar círculos. Pensé en utilizar texturas (enduido, yeso, slicona, hilos) y colores en la gama del gris...pero los círculos no terminaban de convencerme. También pensé en algunas flores muy abstractas y ensayé -con poca fortuna- hacer trazos gruesos de pintura blanca versionando el arte de Kline, pero hay que reconocer que Kline es Kline...lo mío eran rayas. Punto. Llegó entonces el momento de la inspiración nórdica y recordé cuánto me gustan las tipografías y las grandes cruces con toda su carga simbólica. Como soy exageradamente simple, sabía que no me iba a tomar el trabajo de usar escalímetro ni nada parecido. Entonces decidí dibujar la cruz en papel autoadhesivo, que tiene una cuadrícula en el reverso que facilita el armado de figuras geométricas...
No quedó tan nórdica como me había imaginado. En el rapto ansioso por colocarla sobre el bastidor, olvidé recortar parte del ancho de la cruz que, vista así, luce "rara". No. No te engañan tus ojos. La cruz tiene una estructura asimétrica que enloquecería a cualquier perfeccionista que se precie. Sin embargo, estaba dispuesta a disculparle el desliz por unos días. Si de algo tengo certeza es de que el tiempo te acomoda los toc. O dicho de otra forma: con el tiempo tu mirada se habitúa al error y, aunque no deja de percibirlo, lo mira con cariño. Es una cruz amorfa pero es mi cruz. A ver si nos entendemos. Y creéme que seguimos hablando de cruces.
El artista de la familia...
Cuando estaba comenzando a consolidar los vínculos de afecto con mi cruz fallida...llegó una de esas tardes de aburrimiento mortal en las cuales Camilo se niega a dormir siesta, se cansa de pelotear, resiste estoicamente a mis ejercicios con números, niega toda posibilidad de lectura y me planta en plena cara un "estoy aburrido" de ésos atómicos que nadie pronuncia como él. ¿Cómo que estás aburrido hijo? Con lo lindo que es dormir siesta cuando hace frío...Pero no. Dormir es tan aburrido como estar despierto. Entonces me cruza como una ráfaga la idea de entregarle el bastidor negro para que se divierta pintando. En definitiva un rato de paz bien vale un cuadro nórdico. De esa forma, feneció mi cruz poco agraciada para dar origen a lo que Camilo llamó "Mi campo nocturno" .
Este niño no sólo declaró con total convicción que quiere ser famoso sino que tiene ínfulas de artista: bautiza todo lo que pinta. En general, tiene predilección por los paisajes y, antes de empezar, lo curé de espanto y le dije que solo iba a usar pintura blanca. En síntesis, te presento el cuadro DIY más insólito y frugal de la historia, pintado a puro pincel seco. Lo más seco que es posible con un niño de cinco años...
Como verán en la imagen, la pintura excedió los límites del bastidor instalándose en el pantalón deportivo, la camiseta y algunas zonas corporales...Gajes del oficio. Pero mamá tranquila. No porque suscriba dócilmente al "esuciarse hace bien" que solo se creen los ejecutivos de Nevex sino porque a diferencia del sintético negro que me dejó las uñas como si hubiera trabajado en una plantación de tubérculos, al niño le entregué pintura al agua. La más pedestre de las pinturas de pared.
En el proceso, tuve uno de esos momentos de madre desmesurada en el cual sentí en la punta de la lengua aflorar un argumento sobre la aplicación de las sombras en relación a la dirección de la luz de la luna...pero me callé. No sufras madre. Me callé. Después de la poco afortunada experiencia de nuestro primer cuadro DIY juntos, y ante el orgullo que le produjo descubrir que los matices de color mejoraban su pintura y que los árboles estaban moviéndose con el viento, no pronuncié ni media palabra que no fuera de elogio.
¿Orgulloso? Te habrá parecido... En la imagen está explicando cada uno de los detalles de su obra: los árboles en pie, el árbol caído, las fuentes, la luna y toda la parafernalia discursiva prestada de los videos de Leonardo Pérez Nieto que es algo así como un gurú del dibujo en Youtube.
Niño feliz, madre orgullosa y cuadro DIY para decorar frugalmente el dormitorio. Arte para las paredes: check. Más precisamente la pared vacía sobre la mesita de la televisión:
Si te da curiosidad saber cómo queda el protagonista en su destino final.., tendrás que darte una vuelta por acá el lunes. Yo te espero porque me encanta que vengas de visita y me cuentes qué te parece decorar tu dormitorio con arte hecho a mano. Por hoy, es toda la frugalidad decorativa que puedo ostentar en otro finde de Marce. Y, no quiero olvidarme de las chicas de las baldosas amarillas.
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