¿Cuándo debe entrar en juego la sinceridad en una relación?

Por Kheldar @KheldarArainai

Este año me estoy entreteniendo en volver a ver todas esas series que me gustaban en épocas pasadas y comprobar si me producen las mismas emociones que recuerdo.

En muchos casos, experimento cosas más intensas y elaboradas que cuando las conocí por vez primera. Veo cosas que antes no veía, tal vez porque no era consciente de ellas y no tenían un lugar en mi foco de atención. No me provocaban ninguna respuesta porque no había nada donde pudieran arraigarse. Pero ahora al parecer lo hay.

Este mes le ha tocado el turno a Miénteme, y en menor medida a El Mentalista.

En ambas, una persona con increíbles dotes de observación y análisis las emplea para deducir y resolver la culpabilidad en casos criminales. Y casi siempre lo hace dictaminando quién dice la verdad y quién miente (obviamente).

Por eso, y por otras razones, el tema del día será cómo y cuándo abrir la caja de Pandora. No te pierdas esta entrada por nada del mundo. Especialmente si bailas en el límite entre sinceridad y sincericidio.

La primera vez que entré en contacto con esas series, las personas que conocía en la industria del ligue estaban súper emocionadas y bastante obsesionadas con el tema.

El motivo era claro: se les acababa de abrir un universo nuevo para elaborar materiales vendibles bajo el gancho de poder conocer a los demás y manipularlos con maestría.

Ahora te cuento por qué parece que todo se haya vuelto a alinear en esa dirección. Y lo haré con un alarde de sinceridad por mi parte.

Llevo unas semanas en Barcelona con Diana. Me vine aquí a pasar unas vacaciones y aprovechar para hacer el curro necesario para transformar la Comunidad en lo que será a partir de septiembre.

Para mi sorpresa y regocijo, no nos hemos limitado a trabajar. Hemos estado visitando lugares y conociendo a personas nuevas, al menos para mí. Diana ya había tenido contacto con ellas anteriormente.

De pasar tiempo con todas esas personas nuevas, de compartir con Diana y de ver estas series, me surgió una pregunta mientras íbamos a la compra y hablábamos de todo eso…

¿Cuándo es el momento de que la sinceridad entre en escena?

Y así, nos hemos embarcado los dos en la tarea de responder a esta pregunta.

Estoy seguro de que ella lo hará más personal y concreto que yo.

Más que nada porque yo trato de ser sincero de manera radical, desde el inicio. Y la única forma en que me cuido de serlo es si no me siento en confianza a tu alrededor.

Cuando no tengo la seguridad de poder hablar sin tapujos en tu presencia y que seas capaz de soportarlo, es cuando me corto. Nunca de otro modo. Eso, por supuesto, se traduce en conversaciones de lo más interesantes.

Y por eso prefiero hablarte de ellas, en vez de simplemente opinar y fuera.

El otro día, por ejemplo, me dio por tirarle de la lengua a una chica tras decirnos, durante una sesión de mojitos, que había roto con su pareja recientemente.

Al parecer el muchacho no reaccionaba a las indirectas ni a las bolas curvas, y ella no fue directa  hasta el momento de decir “aunque todavía te amo, te dejo, porque así no puedo estar contigo” (pero eh, eso en mi opinión tras atender a su forma de contar el asunto, que igual tú la oyes y piensas otra cosa)…

Y claro, ¿así cómo cojones no voy a querer indagar?

Ella me decía que el problema es que necesita a un hombre de verdad al lado, y cuando le pregunté con franca curiosidad qué quería decir con eso y cuál era su concepto de un hombre de verdad, me definió la clase de hombre al que muchas personas no dudarían en tachar de tóxico: un tipo presente, arraigado y omnipenetrante.

Esto para ella es tan sólo eso que dice querer: alguien capaz de ser tan intensamente masculino como intensamente femenina cree ser ella. Y eso es sincero en dos sentidos, porque te habla de lo que opina de sí misma y lo que anda buscando y abierta a recibir.

Ahí no hay mucha trampa ni cartón…

Como quien dice, sabes a lo que te expones y tú verás si te quedas.

Donde de verdad te la juegas es en otras andanzas.

¡Te cuento, maruja!

Otro muchacho nos hablaba también sobre el miedo a abrirnos que experimentamos algunas personas, y en concreto, la cosa se volvió interesante para mí cuando nos contó que su mejor amigo y él discutían acerca de la facilidad que (bajo su criterio y percepción) tienen algunos hombres para mantener una relación abierta y discernir entre el sexo y los sentimientos.

Decía que al debatirlo les parece que las mujeres no lo tienen tan fácil para separar ambas cosas y que, a la larga, ellas salen peor paradas. Y me dio algo para pensar, porque mi experiencia le da la razón (a veces) y se la quita al mismo tiempo (también a veces).

En mi experiencia, cada vez más holgada por los fregaos en los que acabo metido, siempre hay dos tipos de situaciones en las que se abre la posibilidad de pasarlo mal: la de la persona que acepta y comprende lo que se le ofrece y lo toma tal cual es (as it is, que dirían los ingleses en una garantía); y la de la persona que toma lo que se le ofrece pensando en cambiarlo para salirse con la suya, rollo “a este me lo camelo yo como quiera y no tardando mucho”.

En la primera situación lo pasarías mal si te falta sinceridad y valentía para plantear un cambio de tercio, si ves que la cosa toma otros rumbos. No es raro terminar enamorándote de alguien con quien solamente querías pasarlo bien, y el temor a ser rechazados y perder lo que ya hay por hablar de más nos frena muchas veces.

Y eso si no tienes la mala suerte de dar con una persona filofóbica… Entonces, cágate.

En la segunda situación lo pasas mal cuando las cosas no salen como planeabas, generalmente porque la otra persona es más firme y menos maleable de lo que creíste al principio.

Es decir, que muy probablemente este chico estaba hablando de personas que no querían una relación abierta ni de coña, pero estaban tragando con el tema con tal de tener la oportunidad de enganchar al otro y convencerle de cambiar de idea.

Y es muy probable que el motivo de esas chicas para pasarlo mal fuese que les salió el tiro por la culata. Te lo digo sin anestesia y por la directa, porque tiene toda la pinta de ser egoísmo insano y falta de comunicación auténtica.

De hecho, apostaría a que buscan tener precisamente lo que sea más socialmente aceptado y políticamente correcto tener en ese momento de sus vidas… Porque es lo que hace la gente que quiere complacer y resultar deseable: buscarse moldes en los que encajar, en vez de crear los suyos propios o prescindir de ellos.

Con lo cual, no te extrañará nada que la respuesta a mi pregunta inicial (esa que da título a este texto) sea que la sinceridad debe entrar en juego en una relación desde el principio, y es más, que debe tener la mayor graduación posible que permita la confianza y la comodidad que tengáis entre vosotros.

De otra forma, te encontrarás teniendo miles de peleas sin sentido y teniendo que soportar que todo el mundo te tache de inmaduro, de capullo o de lo que les salga de las narices.

Al fin y al cabo, todos tienen una opinión y todos quieren tener la oportunidad de opinar. Aunque no tengan ni puta idea porque les ha llegado un refrito de cuarta o quinta mano, y porque por supuesto, tienen que tomar un bando.

¿Y cómo se puede vencer en esas lides?

La primera norma es la de la Claridad.

Cuando escribí Todo, menos marear, lo hice pensando en que una gran parte de los problemas de las relaciones de hoy (sean amistosas, laborales o sentimentales) son los mareos y la tendencia a tratar de quedar bien a toda costa, escondiendo nuestra identidad y nuestros deseos reales.

En aquel entonces, la palabra “mareos” no se usaba con tanta frecuencia para llamar a estas situaciones, y hoy por hoy es más usada que la expresión “está jugando conmigo”. Dejo a tu criterio el pensar en lo que significa eso.

La segunda norma es la del intenso realismo.

En otras palabras: volverse dolorosamente consciente de cómo va la vaina. De cómo está la película. De cómo anda el percal. Y no aceptar que te pongan gafas color de rosa.

Hoy por hoy sucede que la gente trata de ser más abierta y directa, y a veces hasta lo consigue, quizás debido a que hemos protagonizado un salto hacia esa libertad para hablar de lo que nos interesa y nos afecta sin ser juzgados o ridiculizados por ello…

No demasiado, al menos, porque todavía resuenan los ecos de situaciones como “contigo no, bicho” y porque en ciertos espacios todavía no se puede hablar de según qué temas sin que el resultado inmediato sea que te crucifiquen.

Ahora, los límites para todo son más difusos, como decía Robin Thicke en su famosa canción.

Y por eso a veces la tercera norma es tener los propios límites claros y dejarlos claros al resto. Así, quien se quiera prestar al juego de compartir contigo, sabe bajo qué reglas se juega y puede decidir si se presta o no con mejor criterio.

Es, por decirlo así, un egoísmo positivo.

Y es un buen comienzo para prepararse de cara a la experiencia de entrar en espacios donde van a desafiar tus ideas y tus creencias, y donde deberías esperar que hagan precisamente eso…

Como la universidad, un grupo de buenos amigos o una comunidad.

Hay ciertos momentos y lugares donde lo que deberías exigir es que te saquen de tu propia madriguera y te acompañen a ver el mundo, aunque entiendo que la gente suele preferir la palmadita en la espalda, la mamandurria y la frase que popularizaba el Señor Lobo.

Así pues, el resumen es: claridad, intenso realismo, egoísmo positivo.

Y de ahí, autenticidad y apertura.

Todas esas son ideas que me pienso llevar a la Comunidad.

En breves, y para ir picando vuestro apetito, enviaremos una serie de newsletters hablando de los temas que más nos han tocado de cerca y que mayor interés despiertan en nuestro público y nuestras amistades blogueras, coacheras, mentoras y en definitiva humanas.

La primera de ellas tocará un tema muy intenso. La hemos llamado “Crónicas del acoso a la Autenticidad (o por qué no vas a sentirte nunca a gusto entre personas que practican el autoengaño cuando lo que tú buscas es Claridad)“.

Si quieres recibir esta y el resto, que son igual de tremendas, aquí tienes el enlace para conocer mejor la Comunidad y suscribirte: #ComunidadFluyendo

Como verás, se nota de sobra que la llevamos Diana y yo juntos. 😉

Por hoy me parece suficiente charla. Voy a ir cerrando el texto para continuar mi última semana en Barcelona por el momento, porque como dijo Terminator: volveré.

Y mientras vuelvo, tengo muchos encuentros majetes planeados sobre los que hablar, y a medida que los viva probablemente lo haga.

Por ejemplo, la convivencia bloguera en casa de Masha y Carlos en agosto, el evento en el País Vasco a mediados de septiembre y poco después el lanzamiento de la nueva tanda de la Comunidad.

Tras esto, y con la calma, otro evento en Barcelona a finales de noviembre… A no ser que se me olvide algo que tenga en octubre (lo cual es francamente muy posible) o que me proponga sorprenderos (que también puede ser).

En este último encuentro de noviembre, que sería también en Barcelona, me han dicho algo sobre que podría terminar en medio de una mesa redonda (y espero que al menos se dignen a darme una armadura para estar más propio en tal caso).

Sed buenos, que no tiene precio y a la vez no cuesta nada.


Autor: Sergio Melich (Kheldar)
Pedagogo al 90% y subiendo. Comunicador y mentor por vocación (y pronto, más cositas). Autor de las webs La Vida es Fluir & Play it Sexy!, Aventurero y Heartist (persona comprometida a vivir, crear y obrar con cabeza, corazón y conciencia). Escribo sobre el Buen Vivir: autoaprendizaje, estilo de vida, habilidades sociales, relaciones y más.

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