El Barroco y el Romanticismo fueron dos tendencias artísticas con un cierto grado de semejanza estética. Utilizaban el clasicismo en lo formal, pero con un cierto realismo mágico, irreverente o heterodoxo en su acabado estético. En este caso compararé a dos pintores incomparables... Incomparables porque uno es un genio, un maestro del Arte, Rubens, y el otro solo un desconocido artista británico que no se acabaría de inscribir en una tendencia más propia con su tiempo, William Etty (1787-1849). Etty viviría en pleno fulgor del Romanticismo, cuando el sentimiento o la innovación determinaron gran parte de los comienzos estéticos del siglo XIX, pero el pintor se decantaría más por el naturalismo realista, sin ningún apego a la emoción, el sentimiento o el carisma romántico. Ambos pintores, con dos siglos de diferencia, compusieron dos temáticas iguales en dos respectivas obras cada uno de ellos: El mito de Hera y Leandro y el mito de Las tres Gracias. La biografía de Etty nos cuenta la curiosa circunstancia de un pintor que descubriría, en una época puritana, las ventajas de incorporar el desnudo a sus obras. Se especializaría en hacer siempre un desnudo en cualquier tema que se inspirase realizar. Fue criticado por ello a la vez que alcanzaría el éxito por eso mismo y su virtuosismo compositivo, pero, sin embargo, al final de su vida dejaría de ser valorado por el público y sus obras condenadas a la mediocridad. Aquí he elegido dos de sus obras que me parecen más elogiables. Al comprobar la temática de ellas, no pude evitar la tentación de compararlas con las mismas que Rubens compusiera de lo mismo, el grandísimo maestro flamenco del Barroco más extraordinario.
Para evaluar las dos obras de Etty y llegar a la temeridad de elogiarlas frente al maestro Rubens, hay que analizar las dos obras del pintor británico con cierta franqueza estética. En el caso del mito de Hera y Leandro, Etty consigue una composición extraordinariamente bella de la leyenda, cuando Rubens, a cambio, consigue espectacularidad compositiva y una originalidad grandiosa. En el caso de Las tres Gracias, Etty alcanza originalidad, armonía, ritmo y soltura en su belleza, cuando Rubens, sin embargo, consigue obtener la mayor genialidad compositiva y una belleza estética magistral. Efectivamente, hay ciertas obras de Rubens que fueron elaboradas por su taller para obtener un resultado impactante en su diseño artístico. Y es lo que hace a su obra Hera y Leandro un motivo artístico espectacular para maravillarse observando ahora cómo las nereidas transportan el cadáver hundido de Leandro, mostrando así un remolino marítimo con la fortaleza de una composición exagerada en una mitología ahora consecuente con lo pintado, muy alejada de cualquier atisbo emocional humano. En Etty es justo lo contrario, el cadáver de Leandro descansa ahora en una playa del Helesponto, adonde Hera ha llegado, finalmente, justo para poder abrazarlo. Los dos amantes forman aquí una única línea diagonal, consiguiendo así el pintor alcanzar un clímax emotivo muy extraordinario. En las tres Gracias Etty, sin embargo, solo conseguirá apenas entusiasmarnos con la originalidad de una composición atractiva. No podrá llegar a la genialidad de Rubens, lógicamente, ya que es otra cosa lo que consigue el genial pintor flamenco (Arte en su mayor acepción estética), pero sí nos emocionará por la simpleza con la que lleva a obtener Etty una belleza natural muy elogiosa.
Rubens, para dejar claro la enorme distancia artística, en su obra barroca Las tres Gracias obtiene la mejor sinfonía artística en un cuadro de desnudo barroco. Aquí es incomparable cualquier atisbo de querer comparar algo. Es importante dejar claro esto, pero deseaba elogiar ahora la pintura de Etty frente a la de un maestro que había pintado lo mismo dos siglos antes, pero buscando si acaso ahora la curiosa composición de elegir el pintor británico el que las tres ninfas miren a un mismo sitio. No interactúan entre ellas, sino que, independientemente, sean cada una de ellas las que, girándose en un círculo imaginario, sean las mismas y sean diferentes todas ellas. El mito romano de las tres Gracias definía el sentido metafórico de la esposa, de la amante y de la prometida. Dos se miraban entre sí, mientras la amante, la menos virtuosa, miraba sola o era marginada. Etty romperá con cualquier mito, prejuicio o leyenda y en su obra ofrecerá la libertad de elección o la dignidad de emoción en cada una de las tres bellezas. Del mismo modo, conseguirá un naturalismo estético que llevará a glosar aquí una belleza muy ferviente, a pesar de los atisbos puritanos medidos, sin embargo, en solo un medio cuerpo desnudo frente, por ejemplo, al desnudo integral de Rubens obtenido dos siglos antes.
La leyenda de Hera y Leandro contaba el amor imposible de una sacerdotisa de Tracia y un joven de Misia, pero separados ambos por el estrecho del Helesponto, un paso marítimo del mar Egeo hacia el Mar Negro, y que sus difíciles aguas hacían muy peligroso el cruzar una costa a la otra. Una noche, sin embargo, Leandro se atrevería a cruzarlo a nado para ir a ver a Hera, muriendo ahogado entre sus arremolinadas y crueles aguas negras. En la obra de Rubens el dramatismo de la leyenda es compuesto con todo su detalle marítimo más macabro, incluso a la derecha veremos el cuerpo de Hera tirándose ahora al mar para seguir así, en su moribundo estado inevitable, a su amado Leandro entre las aguas. En el Barroco no hay salvación y la literalidad de la narración mítica es perseguida por sus creadores casi siempre en sus obras. En el caso de Etty, que no era romántico, aunque vivió y creó en ese periodo, conseguirá llevar su obra, sin embargo, al sentido más emotivo de un elogio muy romántico. No se expresaría ahora la fatalidad de querer ella acabar con su vida al descubrir el cadáver de su amado. Lo dejará el pintor británico en suspenso..., expresando mejor la emoción que el desencanto o la gloria del amor que el cadalso irracional de un apego mortal ante lo más terrible o inevitable. La realidad es que, en un caso, el creador flamenco buscaría atraer con espectacularidad la venta de su cuadro, y en el del británico llevar un motivo natural, como el desnudo, al mejor encuadre artístico emotivo en un cuadro. Pero, sin embargo, ambos pintores fueron muy interesados económicamente en sus respectivas vidas artísticas. Etty encontraría en el desnudo el mejor sentido para alcanzar el éxito en su vida. Rubens no dejaría de componer con su taller todo tipo de obras que pudieran, con espectacularidad y belleza, atraer así a una clientela muy pródiga en poseerlas. Pero, sin embargo, ambos pintores fueron honestos artísticamente, al menos una vez, en dos opuestas temáticas. Rubens alcanzaría la gloria más elaborada, en el sentido de lo que es el auténtico Arte, con su obra Las tres Gracias, y Etty llevaría a descubrir una genialidad pasajera en su alarde de componer una emoción romántica sin ser del todo fiel a una leyenda.
(Cuadro Hera y Leandro, 1828, William Etty, Colección Particular; Óleo Hero y Leandro, 1610, Rubens (taller de), Museo de Arte de Dresde, Alemania; Obra Las tres Gracias, primer tercio siglo XIX, William Etty, Museo Metropolitan de Nueva York; Óleo Las tres Gracias, Rubens, 1635, Museo del Prado.)