Cuando lo que se pierde es la confianza

Por Carlos

Que la situación no es fácil parece evidente (para unos más que para otros).

Que deben de tomarse medidas encaminadas a minimizar el gasto manteniendo la calidad (eficiencia) es indiscutible.

Pero de esto a “cabrear” al ciudadano y a los profesionales va un trecho y en ese recorrido lo que perdemos es la confianza en los políticos, en los gestores y en el propio sistema.

Esto es lo auténticamente grave, porque la situación mejorará algún dia pero la sensacion creada quedará en el inconsciente individual y colectivo durante bastante mas tiempo.

Cuando el ciudadano ve como merman sus ingresos y aumentan sus impuestos y los compara con las contínuas noticias, en un mundo global, de fraude, prepotencia y corrupción, la conclusión no es buena.

Es cierto que no todos son iguales, no todos los políticos son corruptos (solo faltaba) ni todos son indiferentes a las necesidades de quienes les votan, pero también es cierto que no todos los ciudadanos y/o profesionales somos delincuentes en potencia y así es como nos sentimos.

La figura del funcionario se establece para mantener la continuidad de las instituciones y defenderse de los avatares políticos y eso, al parecer molesta.

En el caso de los profesionales a los que se nos tilda de corporativistas, egoistas, interesados, privilegiados, insensibles y folloneros ¿que esperan que acabemos sintiendo?

¿Que esperan que sintamos cuando resulta que sobramos funcionarios, pero no sobran los designados a dedo, ni los que han sido introducidos por los políticos de turno por la puerta falsa, ni los que viven a la “sopa boba” de la llamada “cosa pública” sin que aporten ningún valor añadido.

¿Que esperan que pensemos cuando existen partidarios no sospechosos de favorecer conductas inadecuadas (del mismo partido político) que consiguen sortear la merma salarial, aunque sea con, llamémosle un “ardid” contable, adelantando las pagas extra y otros no lo hacen.

¿Que esperan que sintamos cuando existen comunidades autónomas que protegen a sus trabajadores mediante comportamientos “legales” que permiten mantener la ilusión por el trabajo desarrollado y en cambio otros “servidores públicos” se caracterizan por ejecutar y aplaudir los recortes en materia económica, laboral y social.

¿Que esperan que sintamos cuando mientras a nuestro alrededor todo se derrumba, las élites de la política y de la economía campan a sus anchas demostrando un absoluto desprecio al resto de los mortales?

Quien tiene el poder y lo ejerce de forma torticera no puede esperar que se le reconozca la autoridad necesaria para implementar las medidas con la ilusión de estar levantando un pais porque la sensacion es de desesperanza y de desilusión y con estas herramientas difícilmente pueden abanderarse reformas no entendidas.

El “benchmarking” consiste en copiar actitudes, valores y procedimientos que han demostrado su eficiencia, pero hay que demostrarlo, hay que objetivar resultados y cuando ello no es posible, al menos es necesario escuchar los argumentos de todas las partes, sin falacias y valorar en su justa medida cada paso que damos.

Estamos dispuestos (o estábamos) a intentarlo pero con el clima laboral que se está creando va a resultar cuando menos complejo, motivar a los profesionales.

Solo espero que no sea demasiado tarde, porque vencer no es lo mismo que convencer.