Pero el imaginario colectivo ha conservado, en culturas tan diversas como las europea o las asiáticas, la imagen de los dragones como expresión del mal. Los 65 millones de años transcurridos desde la extinción de los dinosaurios hasta la consolidación de las culturas de los últimos 2500 años, no parecen permitir una relación de recuerdo. Aunque quizá, el descubrimiento prehistórico casual de esqueletos de dinosaurios abriese en las mentes de la mente la imagen de bichos horribles y perversos.
El breve sueño, el alejamiento de realidades y noticias, de las vacaciones parece empujar hacia los recesos de la memoria próxima los dragones o los dinosaurios de las guerras como las de Siria, el Congo o la incipiente en Ukraina. O los de la persistencia de hambres y pobreza instalada perpetuamente en el Sahel. De las enfermedades prevenibles y las muertes evitables. De los abusos de los poderosos condenado a la miseria a los más desfavorecidos mientras continúan enriqueciéndose. De la maldad del uso perverso de las redes sociales para maltratar o corromper a menores. O de la persistente y creciente epidemia de la estupidez humana en sus múltiples manifestaciones.
En un par de días celebraremos la ayuda prestada por San Jorge en la lucha con los dragones. En Cataluña lo hacemos con libros, una excelente arma, y rosas, efímeras pero bellas y expresión floral del amor.
Mientras, los brillos y los colores de ésta recién instalada primavera en el hemisferio norte, es posible que nos animen a, una vez más, arremangarnos, tomar fuerzas y darle una patada en el culo al dinosaurio más próximo. A ver si se mueve de una vez.
X. Allué (Editor)