De repente te sientes agitada. Tu pulso se acelera, tu mente intenta pensar en mil cosas a la vez. Buscas soluciones, culpables, alternativas, ramificaciones, razones y justificaciones. El estrés te paraliza y pierdes la capacidad de pensar con claridad. ¡Socorro!
Si esta situación te suena familiar, estas cuatro preguntas te pueden ayudar. Para que funcione, tendrás que escribirlas en un papel y dejarlas ahí dónde con más frecuencia sientes este estrés. Puedes guardarlos en tu monedero, escribirlos en el espejo del baño, colgarlos en la puerta de tu armario o añadirlos a los recordatorios en la nevera.
¿Qué me obliga a sentir este estrés ahora?
¿Es necesario que lo sienta?
¿Quiero sentirlo?
¿Qué puedo hacer en vez de sentir tanto estrés?
Al responder estas preguntas en voz alta, mueves el enfoque de tus sensaciones a tu capacidad de actuar. Sales de una situación emocional de sobrecarga para volver a un estado más pausado, enfocado en lo que está bajo tu control.
No puedes evitar que ciertas situaciones te causen estrés. Sí puedes aprender a quitarle el poder sobre ti. ¿Qué harás en su lugar?
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