Hace unos días Fidel Castro montó la marimorena al reconocer en una entrevista periodística que el "modelo cubano" no era exportable porque no funcionaba ni en Cuba. Conociendo un poco al personaje, no cuesta mucho imaginar que semejante observación debió nacer más de la irritación ante la tozudez de la realidad cubana que del puro análisis socieconómico de esa misma realidad. De todos modos y en vista de la tormenta que se desató a continuación el mandatario cubano rectificó a las pocas horas, diciendo que le habían malinterpretado y que lo que dijo en realidad era exactamente lo contrario. Sólo los más fanáticos y/o obtusos le han creído la rectificación.
Ocurre que cualquiera que se mueva por Cuba en un viaje no organizado por estamentos oficiales del régimen castrista, saca por su cuenta de inmediato la misma conclusión que Castro. El "modelo cubano": no funciona. En realidad no funcionó nunca, pero mientras Cuba fue una colonia subvencionada del imperio soviético se podía ir maquillando la situación. Tras el estrepitoso derrumbe de la URSS y sus satélites, la desnudez del sistema cubano ha llegado a la pura obscenidad: desidia, holgazanería, corrupción, abandono... hacen inevitable la ineficacia y sobre todo ineficiencia de un presunto modelo en el que ya no creen ni quienes se siguen beneficiando directamente de él.
Así, mientras los prohombres del régimen castrista continúan lanzando dardos verbales contra todo asomo de capitalismo en su finca, miles de grandes empresas capitalistas extranjeras explotan en beneficio propio y de elementos corruptos del régimen los recursos que posee la isla, monopolizando el más significativo y potente de todos ellos: el turismo. La "economía científica" manejada durante décadas por un puñado de incompetentes caprichosos ha arruinado Cuba, un país que 50 años después de la llegada al poder de los castristas continúa, caso único en el mundo, con la cartilla de racionamiento como elemento de subsistencia básica para la población. El fantasma del bloqueo yanqui es ya sólo eso, un espantajo en el que cree cada vez menos gente como explicación universal de todos los males cubanos.
En ese estado de cosas, escribe hoy el corresponsal de El País en La Habana que "el Gobierno de Raúl Castro ha anunciado oficialmente que sus planes para "ajustar" el modelo económico y hacerlo sostenible pasan por una reestructuración radical e inmediata del empleo".
La primera consecuencia de ése "ajuste fino" supondrá que en 2011 se despedirá a medio millón de funcionarios, el 12% de la platilla total. Es evidente que las plantillas de empleados públicos en Cuba están hinchadas hasta el paroxismo -de alguna manera, todo el mundo es funcionario público en Cuba y cobra un sueldo del Estado- pero lanzar a la calle a toda esta gente, acostumbrada a vivir de lo que más bien poco que cobran -casi todos deben hacer pluriempleo "negro"-, crea un enorme problema social. Pero no teman, los ingeniosos dirigentes cubanos tienen la solución: "El régimen, a cambio, abrirá las puertas al pequeño empleo privado y cooperativo y autorizará el trabajo asalariado para que puedan salir adelante los que vayan al paro, pues el Estado no los subvencionará". Es decir, se entregará a toda esta gente despedida para que sea explotada por pequeños capitalistas locales; la generación de plusvalías y su expropiación privada, usadas como cemento para que el castrismo conserve el poder. ¡Si Marx o el Che levantaran la cabeza!.
Como no podía ser menos, el "sindicato vertical" cubano lo tiene claro: "Nuestro Estado no puede ni debe continuar manteniendo empresas, entidades productivas, de servicios y presupuestadas con plantillas infladas y pérdidas que lastran la economía", asegura el comunicado de la Central de Trabajadores de Cuba (la CTC, el sindicato único) en el que se informa de la drástica reducción de plantillas. Ya ven, ni la patronal española lo expresaría mejor cuando reclama el "adelgazamiento del Estado" y la supresión de personal y servicios públicos. Curioso que hasta ahora el CTC callara como muerto sobre estos asuntos.
Concluye optimista Mauricio Vicent, el corresponsal de El País: "Empezó la cuenta atrás. Viene el realismo duro, con reconversiones de caballo y cientos de miles de parados, pero también con oportunidades en el sector privado. Hoy se admite abiertamente que la decisión de nacionalizar todos los pequeños negocios privados, en 1968, fue un grave error".
No sé si la nacionalización de los pequeños negocios en Cuba fue un error o no. Lo que resulta insufrible a estas alturas es la persistencia de un régimen que en materia económica lleva medio siglo dando palos de ciego en cualquier dirección con tal de mantenerse en el poder.
En la imagen que ilustra el post, una valla propagandística del régimen cubano en una calle de La Habana.