Eros e Anteros (Camillo Procaccini) -
Museu Nacional de
Belas Artes
Cuenta la historia que Júpiter, padre de todos los dioses y de la luz, sospechando todo el mal que el niño haría al universo, pretendía fulminarlo al nacer. Pero su madre consiguió salvarlo escondiéndole en los bosques, donde fue amamantado por fieras. Y allí creció, hermoso como su madre, y audaz como su padre, pero incapaz de ser guiado por la razón, como las fieras que le cuidaron. Tiempo después, Venus le regaló un arco y unas flechas, unas con la punta de oro, para conceder el amor y otras con la punta de plomo, para sembrar el olvido y la ingratitud en los corazones. Y así comenzó la leyenda, con unas flechas y un poder ante el que todos los dioses y todos los hombres nada podían hacer, indefensos ante las flechas de Cupido, ante el amor o el olvido.
Estatua de Anteros en Piccadilly Circus Foto de Michael Reeve (CC BY-SA 3.0)
Mucho menos conocido, y es que “unos cardan la lana y otros la fama”, es el hermano de Cupido, Anteros, dios del amor correspondido. Cupido se representa como un niño con los ojos vendados, ya que el amor es ciego y no atiende a la razón. Por su parte Anteros, el dios del amor correspondido (y de la pasión) se representa como un joven de muy buen aspecto, con larga caballera y alas de mariposa (y a veces con arco y flechas). Y sin embargo el famoso es Cupido. ¿Hay algo más bonito que un amor correspondido? ¿Por qué enaltecemos el amor ciego y olvidamos el amor feliz?Es verdad que la historia de Anteros, al igual que la de Cupido, tiene sus sombras, pero no me deja de sorprender que Cupido sea un símbolo casi universal del amor y no lo sea Anteros, el verdadero dios del amor. Y es que una cosa es el deseo, la pasión y el enamoramiento y otra cosa es el amor. Mario Benedetti lo explicaba perfectamente: "…Y para estar total, completa, absolutamente enamorado, hay que tener plena conciencia de que uno también es querido, que uno también inspira amor”. Más allá de unas emociones pasajeras e inestables, el amor platónico, o sencillamente el amor no correspondido, no puede crecer (por eso a Cupido se le representa como un niño), no nos puede hacer felices. Sin embargo, el amor cuando es compartido nos hace disfrutar y más allá de problemas puntuales (que siempre los puede haber) se convierte en bienestar, en emociones positivas que nos pone una sonrisa en nuestro rostro y alegría en el corazón.
Imagen de Shungo.a.Lie en Flickr (CC BY-ND 2.0)