El término lo acuñaron Manfred E. Clynes y Nathan S. Kline en 1960 para referirse a un ser humano mejorado que podría sobrevivir en entornos extraterrestres. Llegaron a esa idea después de pensar sobre la necesidad de una relación más íntima entre los humanos y las máquinas en un momento en que empezaba a trazarse la nueva frontera representada por la exploración del espacio.
De acuerdo con algunas definiciones del término, la conexión física y metafísica de la humanidad con la tecnología, ya ha empezado a convertirnos en ciborgs. Por ejemplo, una persona a la que se le haya implantado un marcapasos podría considerarse un ciborg, puesto que sería incapaz de sobrevivir sin ese componente mecánico.
Más allá del imaginario de la ciencia ficción, Kevin Warwick es tal vez la figura más importante en el desarrollo de una verdadera unión entre el humano y la maquina. El 24 de agosto de 1998 Warwick llevó a cabo el experimento Cyborg 1.0, en el cual se le implantó debajo de la piel un chip RFID (usando exclusivamente anestesia local) con el cual fue capaz de controlar puertas, luces, calentadores y computadoras sólo con la señal emitida por el chip.
Más asombroso fue el experimento Cyborg 2.0 (14/3/2004), donde un chip de mayor complejidad fue implantado en el sistema nervioso de Warwick por medio del cual se conectó a Internet en la Columbia university de Nueva York y logró mover un brazo robótico situado en la Reading University del Reino Unido. Además, se le implantó también a su esposa un microchip (con el objetivo de crear alguna clase de telepatía o empatía) permitiendo así la primer comunicación puramente electrónica entre dos sistemas nerviosos humanos. Tras los experimentos no fue encontrado ninguna clase de daño o interferencia en el sistema nervioso, lo cual determinó su éxito.