La cosa es que, desde el minuto uno, se nota que su director se ha sacudido de encima toda responsabilidad respecto al universo creado por Burton, y que lo que le preocupa es hacer una película brillante, divertida, deslumbrante, comercial, complaciente. El primer acierto: el propio Wonka, con la dosis justa de ingenuidad infantil, fina ironía y sensibilidad encantadora; y que Chalamet clava en todos los aspectos. A modo de comparsas, una galería de secundarios muy bien escogidos y perfilados que sirven de contrapunto en cada escena (los amigos de Wonka, los villanos ridículos pero desopilantes por caracterización y réplicas) y tenues referencias formales a otras películas (bastantes planos frontales me recordaban inevitablemente a Wes Anderson). Todo ello espolvoreado --ya que la película va de recetas chocolateras-- con unas cuantas canciones y números musicales sencillos pero vistosos, en la más pura tradición clásica, y unos pocos gags ciertamente originales. Pero sobre todo, sobre todo, el principal mérito de la película es el ritmo impecable: sin dramatismos ni monólogos descaradamente enfatizados, sin detalles que ralenticen la historia o desplieguen subramas inútiles. La narración, siempre directa al grano, brincando de un suceso a otro sin remilgos ni temor a dejar a nadie del público atrás. Y si aun así, alguien se pierde, pues que disfrute de los efectos digitales (una ciudad ideal recreada a partir de joyas arquitectónicas europeas), la música o del apetitoso chocolate que lo inunda todo.
En definitiva, un filme que no es redondo, pero que encandila --incluso a los escépticos como yo-- por su apreciable nivel en casi todos los aspectos. Quizá del éxito de esta estudiada fórmula comercial dependerá que haya o no una nueva precuela que deje la historia del ingenuo Wonka en el momento en el que la tomó Burton. De momento, vale la pena dejarse llevar por un cine escapista que no deja un regusto ñoño ante el exceso de azúcar ni un leve poso de amargor ante un espectáculo previsible a todas luces, porque el camino no se hace largo ni pesado.