Dicen que sólo los niños y los borrachos dicen siempre la verdad. Como dirían Hernández y Fernández, yo aún diría más: "Sólo los niños, los borrachos y los que tienen midazolam en vena dicen siempre la verdad". En serio. La semana pasada fui a un curso que organizan todos los años en el Hospital de Abajo: un curso sobre Dolor Crónico muy bueno en el que verdaderos maestros en el manejo de técnicas en dolor vienen a enseñarnos - en pacientes reales - a los pobres mortales algoloblásticos como yo como elaborar correctamente una técnica. Por supuesto, los pinchan ellos. Pero hay veces que el efecto del directo se hace notar. Y el del midazolam también. - ¿Cómo te llamas, guapo? - le pregunta una de las pacientes a David Abejón, uno de los médicos más punteros en el campo del Dolor Crónico. - David - le contesta él, concentrado en las imágenes que salen en la pantalla. Ella se mea de risa en pleno colocón - David, guapo - se carcajea - como David Guapo. Pero tú eres más bajito. - Vaya, hombre - bromea el anestesista - Ya salió eso. Es que yo soy muy español: bajito, moreno y calvo. - Nooooo, no eres calvo - le dice la paciente. Luego, se da cuenta de que el anestesista lleva gorro - Bueno, no te veo el pelo, pero bajito sí eres. ¿Cuánto mides? El coro de risas de los que estamos contemplando la escena ya es general. - Eso no se pregunta, que soy bajito. - ¿Pero cuánto? Él pone cara de desesperación y contesta finalmente: - 1. 70 - Huy, pues sí que eres bajito, sí. Lentamente, los ojos del anestesista se iluminan con un brillo socarrón: - Yo no llamaría bajito al que te está pinchando con una aguja en la espalda, ¿no crees? Pero ya sólo le responde un ronquido.
Para David: que es un anestesista humano del que es un lujo aprender. Si alguna vez alguien me concede un deseo, quiero ser como tú.