De ahí beben los perros

Publicado el 20 octubre 2024 por Claudia_paperblog

Escucho a Guitarricadelafuente en los momentos de nostalgia, es un acto involuntario. Hoy domingo por la tarde, en la piscina la última semana de mi viaje, unas semanas antes de que J. me dejase. Le veo con un jersey muy arreglado, las solapas de la camisa asomando por debajo, no le sentaba bien, le hacía triste, le veo soplando las velas de su pastel hecho de cerveza, beber ya no le gustaba, sus compañeras de piso no me gustaban a mí, todo era muy triste ya, hacía frío en Barcelona desde hacía unos meses. Le enseñé un par de canciones, pero creo que a él no le gustaron. Sigo escuchando Chispa y oxígeno después, pero no sé si lo hago de manera forzada, porque ya no me dice nada, puede que de la cantidad de veces que la escuché en su momento. A J. le encantaba la letra. La escuchábamos juntos en el otro piso.

Después de J. me iba a pasear por mi pueblo, casi siempre sola, y subía stories a Instagram con letras de canciones esperando que los viese. “Me he quedao flaquita de esperarte tanto”. He recuperado el peso, creo que es la felicidad, los nervios dejaron de comerme por dentro durante seis meses de viaje. Ahora vuelvo a dormir mal y lo peor es que no le puedo culpar a él. No puedo dormir en la misma cama que nadie.

Me relaja el encuadre del cielo desde el suelo de mi terraza. Solo veo la antena de algún tejado, la estela de los aviones, que aquí son más intensas que en Barcelona y las ventanas del último piso del edificio de enfrente. Es ancho y afable. Dan ganas de mirarlo más rato. Si me levanto, a mano derecha, contemplo el atardecer. Hoy es fosforescente. Un gato gris color teja vieja recorre los tejados y produce un sonido seco a cada paso que da. Es hipnótico observarle.

Es viernes por la mañana y llaman a su timbre a las nueve de la mañana cuando está a punto de irse a trabajar. Un hombre borracho y drogado le pide de vuelta las llaves. Se ha equivocado de piso, está llamando al principal, cuando en realidad quiere volver a la fiesta del segundo piso, pero parece que no lo entiende. Le insultan, le dicen que se vaya. Luego aparece una argentina, también viene de la fiesta, y quiere utilizar su baño. Se abre la puerta del segundo, y bajan unas cuantas señoras vestidas de Decathlon, como si fueran a hacer una excursión. Le pregunto si ha ocurrido de verdad porque parece uno de sus sueños.

Él me cuenta varias historias que le hacen más atractivo a mis ojos. Su avión hacia Buenos Aires tuvo que parar en Sao Paulo porque un hombre murió por un derrame, le robaron la cartera, usaron su tarjeta para comprar rascas de la ONCE. Encontró al ladrón  y consiguió recuperar la cartera y el dinero que le habían robado porque el rasca había salido premiado con 50 euros.

-De ahí beben los perros -me dice en voz bien alta para que le oiga.

Levanto la vista, hostil, y le contesto de mala forma.

-Me la suda -y sigo bebiendo.

Él me reconoce, yo a él al principio no. Me acompaña al metro, pero antes de despedirnos, me propone ir a su casa a fumarnos un porro para acabar la noche. Remarca que no quiere nada más que fumar y acepto. Tiene un acento curioso. Me hace reír, me cuida, observo el cielo desde el sillón de su terraza, me toca con la guitarra una canción de un mamut que coge cirrosis y cáncer, contempla mi cara divertida y horrorizada a partes iguales, recuerda al día siguiente todo lo que le he contado, la historia del abuelo Emiliano, que no puedo volver a Noruega, que me fui a un país extraño con unos extraños que conocí en la jungla.

Me deja dormir en su casa y me da un abrazo de buenas noches y un beso en la frente.

Los domingos por la noche en V. me duelen las muelas y tengo más ganas de discutir.

En la serie romantizan las citas y un pinchazo me recuerda cómo era antes, de más joven, yo y el resto, cuando la inocencia aún no había muerto por las decepciones, cuando la gente no estaba rota. Y me recuerdo que es domingo y estoy un poco triste, pero no tanto como hace unos años.