De manualidades

Por Blogtpl

Vibra el móvil. Whatsapp. Chat de madres. Perdón, de madres y un padre.

Alguien habrá perdido un calcetín y preguntará quien lo tiene. Seguirán 25 mensajes de “Yo no. Suerte”. Qué pesados.

Pero no. Ojalá hubiera sido eso.

-¿Mañana es el último día para entregar la manualidad del reciclaje, verdad?

¡¿Qué?! ¿De qué hablan?

Si, nosotros la entregamos la semana pasada. Mirad qué bonita.

Aparece la foto de una manualidad tridimensional con letras doradas y lemas pro-reciclaje.

No puede ser. Son las seis. Y todavía tengo trabajo. Quería ir a gimnasia, mi momento de la semana. Y tengo que hacer la maleta que mañana nos vamos de viaje. No, por favor.

No pierdo ni un minuto en pensar cómo no me he enterado de la tarea. Desde que traspapelé los disfraces de mis hijos en carnaval he dejado de torturarme. Hago lo que puedo y ya está.

Pregunto al chat: “¿Qué hay que hacer?” . Un alma caritativa me lo explica. Le digo que le compro su manualidad. No le hace gracia. En realidad no era una broma, pero pongo una carita sonriente para que lo parezca.

De camino a casa paso corriendo por el chino. Tengo una idea.

Llego. “Mateo, mi amor, tenemos que hacer una manualidad de reciclaje”. El niño está agotado. Ha tenido fútbol. Pero se sienta en la mesa obediente. Saco cartulinas, pegamento, rotuladores, unas imágenes que he impreso en la ofi y mi gran idea: los tapones que guardamos en casa.

Empezamos. Nunca se me han dado bien estas cosas. Y cansada y con prisas, menos. No sé como pegar los tapones en la cartulina. Con pegamento no se pega y con celo queda fatal. Son las ocho y cuarto. Tengo gimnasia a las nueve. Tenemos que cenar. Venga, mi amor, escribe “Recicla tapones solidarios”. Pobre. Menuda chapuza. No puede más. Yo tampoco. Nada, ya te ayuda mamá. Aquí y aquí. Al final lo cambio todo. Mira qué bonito. ¿Te gusta? Es horroroso, pero el niño dice que si. Mi niño. Le doy un beso. Cuanto le quiero. Por un momento, pienso en llamar a la madre del chat y hacerle una oferta por su manualidad. Borro esa idea de mi mente. Hala, a cenar.

Los niños están dormidos. He ido a gimnasia y hecho la maleta. Es tarde.

Qué cosa más fea. Lo peor es que lo he hecho casi todo yo. Me he dado cuenta de que no hemos puesto el nombre. Mejor así. Pero mi niño tan contento, qué majo es. Mañana le compro un helado. Y prometo estar atenta a la próxima tarea.