Esperanza Aguirrey Gil de Biedma (Madrid, 3 de enero de 1952) , es un caso ejemplar de político, “animal político” como dicen muchos, que teniendo una formación intelectual de primer nivel e,ideología netamente liberal, ha acreditado una excepcional eficacia en el desarrollo de su actividad política y de gestión, primero como concejala de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Madrid, ministra de Educación y Cultura (1996-1999), Presidenta del Senado (1999-2002) y Presidenta de la Comunidad de Madrid (2013-2012) durante dos legislaturas aunque su segundo periodo no pudo finalizarlo por cuestiones de salud, hoy día, afortunadamente resueltos, al parecer; actualmente, desarrolla una intensa actividad como Presidenta del PP de Madrid y también en los medios de comunicación, donde brilla por sus cualidades intelectuales y como excepcional comunicadora, “sin pelos en lengua” y “entrando a todos los trapos que le tienden”; tonto sería el Sr. Rajoy si no la presentara como candidata a la Alcaldía de Madrid en 2.015.
Es habitual colaboradora del diario ABC de Madrid donde publica generalmente los lunes, un intencionado artículo de opinión.
Seguidamente procedo a reproducir los dos últimos :
1.- El populismo, publicado el pasado 14/07/14, y
2.- Willi Münzenberg, publicado hoy, 21/07/14.
Ambos artículos tienen una clara conexión entre si y no es necesario descubrir su aplicación directa a la situación política de hoy y al descaro con el que se manifiestan algunos de los “nuevos valores” (y otros no tan nuevos) aparecidos en la política española y agasajados y por los eternos “compañeros de viaje”.Creo que merece la pena reproducirlos completos dado que cualquier resumen, podría traicionar el verdadero contenido e intención de los mismos.F. J. de C.Madrid, 21 de julio de 2.0141.- El populismo (14/07/14) No importa que todo lo que dicen los populistas sea mentira. Basta con que consigan que haya gente que se lo crea. Y siempre puede haber quien lo haga. Incluso, de buena feEl escritor suizo Friedrich Dürrenmat acertó plenamente cuando dijo: «Tristes tiempos estos en los que hay que luchar por lo que es evidente». Estas palabras me vienen a la cabeza cada vez que tengo que enfrentarme dialécticamente a adversarios políticos que defienden posiciones, ideas o doctrinas que hace ya muchos años que la Historia ha descalificado.El caso españolLa aparición de Podemos, si algo hemos aprendido de la Historia, no es tan sorprendenteEsto me está ocurriendo últimamente con Podemos, sus mensajes, sus ideas y sus propuestas. Algunos, entre los que parece que hay bastantes personas de izquierda, e incluso algunas de derecha, dicen que Podemos es un partido nuevo que puede traer soluciones innovadoras para los graves problemas que España tiene hoy planteados.Es verdad que en España la clase política está hoy desacreditada. Y también es verdad que, en muchos países donde se da este descrédito, surgen partidos que declaran que ellos son los únicos verdaderamente limpios y que proponen soluciones aparentemente muy sencillas para todos los problemas difíciles. A estos partidos se les suele agrupar bajo la etiqueta de «populistas». Porque lo que hacen es excitar los sentimientos más inmediatos del pueblo en dos direcciones. Primero, desprecian, insultan y vituperan a los partidos existentes. Y después, se presentan como los salvadores de la patria a base de proponer a los ciudadanos soluciones muy simplistas, que explican el mundo como si fuera una película de buenos y malos. Los «buenos», naturalmente, son ellos. Y los «malos», también naturalmente, los que no piensan como ellos.Si los populistas hacen eso con habilidad y usan los adecuados mecanismos de propaganda, pueden tener éxito. Y, a veces, mucho éxito. La ascensión al poder de Hitler es un ejemplo bastante perfecto de este proceso. La Alemania de los años treinta estaba inmersa en una profundísima crisis económica, los partidos políticos de la República de Weimar no eran capaces de solucionar la crisis y se perdían en constantes querellas entre ellos, y por último, pero muy importante, Hitler contaba con Goebbels, que era un genio de la propaganda política.Sin llegar a extremos tan dramáticos como el de Alemania, podemos encontrar procesos parecidos en muchos otros países. Sin ir más lejos ahora mismo los estamos contemplando, con más o menos variaciones, en algunos países hispanoamericanos.No importa que todo lo que dicen los populistas sea mentira. No importa que no sean partidos para nada nuevos, sino representantes de tradiciones políticas muy antiguas y fracasadas. Como tampoco importa que sus soluciones no hayan solucionado nunca ningún problema allá donde se han aplicado. Basta con que consigan que haya gente que se lo crea. Y siempre puede haber quien lo haga. Incluso, de buena fe.Porque se dan algunas de las condiciones para la aparición de un partido de estas características es por lo que ha surgido en España Podemos. Estamos inmersos en una crisis económica muy profunda que ha mandado al paro a millones de ciudadanos, que les ha empobrecido y que ha disminuido de una forma tremenda las oportunidades de todos y, sobre todo, de los jóvenes. Al mismo tiempo, la confianza en los partidos tradicionales se ha colocado bajo mínimos. Y, además, los políticos de Podemos han demostrado conocer muy bien las técnicas de propaganda que crearon y desarrollaron en los años treinta Willy Münzenberg y Joseph Goebbels. Münzenberg y Goebbels eran alemanes, los dos eran más o menos de la misma edad, los dos fueron unos genios de la maldad, los dos acabaron mal, y los dos tienen una importante cuota de responsabilidad en el triunfo de las dos ideologías más nefastas de la Historia: el comunismo y el nazismo.La aparición de Podemos, si algo hemos aprendido de la Historia, no es tan sorprendente. Lo que sí puede ser imperdonable es que en España los que sabemos de los peligros de este tipo de movimientos reaccionemos con la irresponsabilidad con que lo hicieron los que, en Argentina, decían «Cristina no tiene carisma», o, en Ecuador, «Correa es una anécdota irrelevante», o, en Venezuela, «a Chávez, en cuanto toque poder, se lo come Estados Unidos».Y eso puede ocurrir si creemos que los argumentos demagógicos, simplistas y falaces que utilizan los de Podemos se descalifican solos. Eso puede ocurrir si nos da pereza debatir con ellos porque consideramos que sus argumentos están absolutamente desprestigiados por la Historia. Porque, efectivamente, da mucha pereza tener que demostrar que el comunismo, del que los de Podemos se declaran hijos, sólo ha traído crimen y miseria allá donde se ha aplicado. Pero hay que hacerlo. Como hay que insistir en que cuando Iglesias afirma que «el terrorismo de ETA tiene explicaciones políticas» está utilizando los mismos falaces argumentos de los etarras para justificar sus 858 asesinatos. Porque, desde hace casi cuarenta años, en España existen cauces democráticos para defender todas las posiciones políticas. Y nada podrá justificar nunca esos asesinatos. También hay que denunciar que utiliza los argumentos de los etarras cuando llama «papelito» a la Constitución de 1978, la que, precisamente, le garantiza a él y a todos nuestros derechos. O cuando desprecia a todas las fuerzas políticas democráticas de los últimos cuarenta años y tiene el desparpajo de afirmar que solo la izquierda vasca y ETA se dieron cuenta de que esa Constitución no instaura unas reglas del juego democráticas.Puede ser muy cansado y aburrido tener que discutir argumentos tan simples y mentirosos, pero hay que hacerlo.No se nos pueden olvidar nunca los versos de Yeats, el gran poeta irlandés que tuvo el Premio Nobel: «The best lack all conviction, while the worst / Are full of passionate intensity». («Los mejores carecen de toda convicción, mientras que los peores están llenos de una intensidad apasionada»). Nosotros, los que amamos la libertad y sabemos de los peligros de la demagogia populista, también tenemos que demostrar que estamos llenos de esa apasionada intensidad.
2.- Willi Münzenberg , (21/07/14).· Münzenberg puso su desmesurada inteligencia y su destreza en el manejo de la mentira al servicio de ideas que solo han traído opresión, miseria y crímenes.· Propaganda Münzenberg inventó la figura de los «compañeros de viaje» del comunismo.Los que nos dedicamos a la política sabemos muy bien que tan importante como elaborar y preparar eficaces propuestas para solucionar problemas de los ciudadanos es explicárselas con claridad y hacérselas atractivas. En realidad, esto lo sabe todo el mundo: hacer política es comunicar ideas y propuestas políticas. Comunicar bien, como pasa también con la publicidad, tiene mucho de arte. Y, como también pasa con la publicidad, ofrecer a los ciudadanos determinadas opciones y propuestas para que elijan entre ellas tiene un límite que no se puede sobrepasar: la verdad. En las ofertas estrictamente comerciales la publicidad engañosa acaba siendo desenmascarada por la realidad. En política, sin embargo, la experiencia nos enseña que hay mentiras que duran mucho tiempo y tienen consecuencias muy negativas para los ciudadanos, que son embaucados por manipuladores de sus ilusiones y de sus sentimientos.Entre esos manipuladores ocupa un lugar muy destacado Joseph Goebbels, el que fue terrible ministro de Propaganda de Hitler. Sus teorías acerca de cómo debía ser la comunicación política nazi las resumió en once principios que, leídos hoy, impresionan por el descaro con que preconiza el uso de la mentira, de la difamación y de las marrullerías dialécticas.Mucho menos conocido, pero incluso tan eficaz o más a la hora de utilizar la mentira al servicio de la propaganda política, fue el también alemán Willi Münzenberg. Nacido en 1889, muy joven empezó a militar en las Juventudes Socialistas y, cuando estalló la I Guerra Mundial, fue de aquellos socialistas alemanes que estuvieron en contra de la guerra, y, como consecuencia, se exilió en Suiza, que en aquellos años fue lugar de reunión de revolucionarios de todos los países. En Zúrich fue donde Trotsky le presentó a Lenin.El Gobierno del Káiser alemán, con el objetivo de crearle un grave problema al Zar ruso y con la promesa de Lenin de que firmaría una paz por separado con Alemania, organizó, en abril de 1917, el traslado clandestino de Lenin en un tren sellado hasta San Petersburgo. ¡Y vaya si se lo creó! A los pocos meses Lenin dirigía la Revolución de Octubre, acababa con el régimen zarista e instauraba el comunismo en un país por primera vez en la historia. En 1919, en Petrogrado (el nuevo nombre que los soviéticos dieron a San Petersburgo, a la que llamarán Leningrado cuando muera el líder máximo), Lenin crea la Internacional Comunista (la Komintern) con el objeto de exportar la revolución a todos los países del mundo con el protagonismo de los respectivos partidos comunistas. Allí ya intervino Willi Münzenberg, en representación del recién creado Partido Comunista alemán, con un discurso en el que dijo que la revolución necesitaba creadores de opinión de la clase media, artistas, periodistas, gentes de buena voluntad, novelistas, actores y dramaturgos, y no solo activistas de la clase obrera. Aunque Lenin en ese momento no le hizo mucho caso, Münzenberg acababa de inventar la figura de los «compañeros de viaje» del comunismo, que van a ser fundamentales a la hora de evitar el desprestigio de una teoría y una práctica que la realidad iría demostrando como nefastas día a día desde entonces.Cuando sí recurrió Lenin a Münzenberg fue dos años después. En 1921 la nefasta política económica bolchevique, los estragos de la guerra civil rusa y el sectarismo de los comunistas produjeron una hambruna terrible en la región del Volga, que se saldó con más de dos millones de muertos. Lenin tuvo miedo de la repercusión de ese tremendo fracaso en el exterior y encargó a Münzenberg que, desde Berlín, organizara una campaña propagandística para disimular el desastre.Así fue como Münzenberg lanzó su primera gran campaña de propaganda. Constituyó el Comité Extranjero para la Organización del Socorro Obrero para los Hambrientos en Rusia, y tuvo tal éxito que hasta figuras como Einstein y Anatole France figuraron entre los firmantes del llamamiento. Allí utilizó por primera vez la palabra «solidaridad» en lugar de la clásica «caridad».A partir de ese momento, la actividad propagandística de Münzenberg en favor del comunismo se hace constante e inmensamente eficaz. Son muchísimos los episodios que va a dirigir en la sombra desde 1921 hasta que cayó en desgracia en 1936, cuando Stalin desató las purgas represivas dentro del Partido Comunista para acabar con todos los que pudieran hacerle sombra o supieran demasiado.Sin temor a equivocarnos podemos afirmar que todas las iniciativas internacionales aparentemente pacifistas, filantrópicas, intelectuales o culturales que se emprendieron en esos años, y que, de manera velada, también apoyaban posiciones comunistas, tuvieron a Willi Münzenberg en su organización. Él es el máximo responsable de que una inmensa mayoría de los intelectuales de Occidente adoptaran una actitud comprensiva hacia la Unión Soviética y el comunismo. Por ejemplo, el caso Sacco y Vanzetti, el juicio y ejecución de dos anarquistas norteamericanos, acusados de un robo con homicidio, le sirvió para orquestar la primera gran campaña antiamericana de la historia. También intervino en el reclutamiento de los «cinco de Cambridge», esos cinco espías británicos que tanto ayudaron a la Unión Soviética y al comunismo internacional. Y, por supuesto, en la organización de grandes congresos internacionales, como el de la Paz en Ámsterdam en 1932, o los de intelectuales, como el que tuvo lugar en Valencia en 1937, en plena Guerra Civil española. Todavía, desde París, tuvo su papel en la organización y recluta de las Brigadas Internacionales que vinieron a España, pero en 1936 Stalin ya había decidido que tenía que eliminarlo.El 21 de junio de 1940, al día siguiente de la capitulación de Francia, Münzenberg apareció ahorcado en un bosquecillo del valle del Isère. Aunque nunca se ha dado una versión definitiva de esa muerte, todo parece indicar que fue un –otro– encargo de Stalin.La vida apasionante de este maestro de la manipulación informativa está contada, a partir de documentación procedente de los archivos soviéticos, recién abiertos a principios de los noventa, por Stephen Koch en un interesante libro titulado «El fin de la inocencia». En este libro se comprueba cómo Münzenberg puso toda su desmesurada inteligencia, su habilidad para la manipulación informativa y su destreza en el manejo de la mentira al servicio de ideas que entonces pudieron parecer ilusionantes pero que la Historia ha demostrado que, además de ser profundamente equivocadas, donde se han aplicado solo han llevado opresión, miseria y crímenes.