De residente a jefe de servicio

Por Pediatrahumanista
Puede sonar algo ostentosa esta entrada. Y tal vez lo sea; pero como el lector se habrá quedado un poco perdido con tanta escasez de contenido quiero que pueda retomar el blog sin dificultad
Mi vida laboral, muy resumidamente, ha sido:
- Hice la residencia en el hospital Severo Ochoa de Leganés. La recuerdo como una época de muchas guardias y cansancio. Aprendí, tal vez más a golpes que con una formación reglada. Me pasó como en el colegio: tuve grandes maestros, y otros con los que no encajé (buenos maestros, supongo, pero de los que no conseguí aprender). Y también estuvo llena de ilusión y unos compañeros residentes excelentes, con los que tenemos pendiente una cena, que parece imposible.
- Después trabajé como pediatra de centro de salud durante unos cuatro años. Allí aprendí mucho, comencé este blog y el de casos clínicos; pero  llegué a quemarme por la ingente cantidad de pacientes que tenía que ver, y las frecuentes diferencias entre lo que pensaban los padres y lo que me parecía a mí bueno para sus hijos (en relación con los antibióticos, los mucolíticos, los antitusígenos...)
Entonces un día recibí una llamada de un compañero de residencia, que necesitaban un neonatólogo para el hospital de Valdemoro.
- Y allí que me fui. Estuve otros cuatro años en Valdemoro. Lo recuerdo como el periodo más feliz de mi vida laboral. Tuve unos compañeros formidables. Hacía muchas guardias (6 al mes), algunas muy duras; pero no me alcanzó el desaliento. Recuerdo una conversación con el jefe que me preguntó cómo me veía en unos años. Yo le respondí que me veía acabando mi vida laboral allí (sí que debía de estar bien).
- Pero hete aquí que abrieron un nuevo hospital en Móstoles: el hospital Rey Juan Carlos, que pertenecía a la misma empresa. Mi mejor amigo y compañero, Iván Carabaño, fue elegido para ser el jefe de servicio, y quiso que yo me fuera para allá como responsable del servicio de neonatología. Y por supuesto, acepté de buen grado. Aunque no tenía muy claro que abandonar un sitio en el que me sentía plenamente feliz (dentro de un orden, claro) fuera buena idea.
Paréntesis:
La vida pasa muy deprisa, y muchas veces recuerdo con viveza el pasado. Recuerdo que siendo residente una vez me dije: "nunca en mi vida seré jefe". Y no lo dije a voleo. Durante la residencia pude observar cómo los jefes de servicio me parecían seres faltos de felicidad; y lo veía como una consecuencia lógica del estrés al que estaban sometidos.
Y nunca lo he olvidado. Por eso cuando me pidió ir de responsable de "neo" me pareció muy distinto a ser jefe. Y tal vez por eso acepté.
Fin del paréntesis.
Y empezamos, con mucha ilusión y con muchos batacazos. Recuerdo durante los primeros meses que nos preguntábamos con relativa frecuencia: "¿Por qué no nos habremos quedado en Valdemoro...?
Y abrieron un nuevo hospital en Villalba, y mi jefe se quedó con las dos jefaturas. Entonces necesitaba un jefe asociado en Rey Juan Carlos. Y así es como, sin planearlo ni quererlo llegué a jefe: jefe asociado. Me siento como los políticos cutres que hacen promesas que no cumplen. Soy un estafador de mí mismo.
Pero lo "peor" estaba por llegar. Iván Carabaño sacó una plaza en el hospital público Doce de Octubre, y para allá que se marchó. No os voy a contar el desgarro que supuso para mí. A pesar de que el comentario de su madre no deja de ser gracioso: "Gonzalo estará encantado, ahora va a ser jefe".
Reconozco que no me hacía especial ilusión convertirme en jefe de servicio. Había visto cómo también Iván había perdido parte de esa felicidad que acompaña a la jefatura, consecuencia del estrés. Sinceramente prefería actuar siempre desde un segundo plano. Pero acepté la sucesión.
Y aquí me veo. De jefe de servicio del servicio de Pediatría del Hospital Universitario Rey Juan Carlos de Móstoles. Un puesto que, a pesar de no haber deseado, he aceptado con ilusión y con deseo de hacerlo lo mejor posible.
Ya hace mucho tiempo escuché a una persona que comentó en voz alta: "un jefe, con no molestar ya hace suficiente". Y, aunque no suena especialmente ambicioso, creo que no es tontería.
En ocasiones he visto alguno de esos vídeos que hablan de salir de la zona de confort. Y siempre he pensado que es una gran tontería. Nada mejor que el confort, que asocio con la contemplación de una mar tranquilo, rodeado de mis seres queridos, sin más sobresalto que el de la salpicadura que alguno de mis hijos puede provocar al chapotear en la orilla.
Pero comienzo esta nueva aventura, y espero que sea emocionante.