El primero de los presentes con los que quiero obsequiar a mis lectores está dedicado a una prenda femenina de más de dos siglos de antigüedad, que sigue siendo una de las más valoradas entre las piezas testigo de la Indumentaria Tradicional Española, en general, y Segoviana en particular: el mantón de Manila. Su estudio pormenorizado, para diferenciar origen, cronología y tipología, además de las temáticas de los bordados, o detalles como la flecadura, que “españolizaron” a esta prenda originaria de China (ciudad de Cantón) y comercializada a través de Filipinas, se puede seguir a través de una mimada bibliografía íntimamente ligada al mundo del arte, y en concreto, al de la historia de la pintura -puesto que en ella se ha plasmado al mantón en inumerables obras de autores como Picasso, Matisse, Manet o Zuloaga-, y a la historia de la fotografía -que nos permite conocer tanto la evolución estética del mantón como los gustos de los distintos grupos sociales que lo vistieron y que incluso hoy lucen como complemento-.
Lo universal, para comprender lo local
Aunque Henry Matisse firma en París la obra Le chalé de Manille en 1911 -en la que retrató a su esposa cubierta con un mantón de Manila, tras una visita a Sevilla-, una de las primeras series fotografícas en la que se retrata a mujeres segovianas con mantones de talle sobre los hombros está firmada por el francés Jean Laurent en 1878: con motivo de las bodas reales del rey Alfonso XII con María de las Mercedes de Orleans y Borbón, hasta Madrid acudieron numerosas comitivas ataviadas con Indumentaria Tradicional para agasajar a los novios con sus danzas y su presencia. Dos de las mujeres de la comitiva de Segovia (formada por parejas de Turégano, Muñoveros, Veganzones y Prádena) lucieron sobre sus jubones pequeños mantones de talle -uno en tono oscuro y otro claro-, pero también los lucieron mujeres de la comitiva de Alicante, de Guadalajara, y al menos seis, de la comitiva de Toledo.
Entre estas dos fechas, 1878 y 1911, transcurrieron sólo tres décadas, pero fueron sin duda treinta años más que prolíficos en cuanto a la producción de obras de arte en las que el mantón fue el tema central, puesto que fue en el último cuarto del siglo XIX cuando esta prenda gozó de una máxima popularidad entre la población española. La fascinación europea por el arte oriental había comenzado en la segunda mitad del siglo XIX -como recoge por ejemplo Manet en su obra Olimpia-, y el “japonimso” embriagó por completo no sólo a los “naturalistas, también a los impresionistas y simbolistas” (Calvo Serraller). Transcurridas cuatro décadas más, y alcanzando 1910, la decadencia de la temática, vista ya como exotismo, quedaría reflejada en obras como la que ilustra esta entrada, de Matisse. Sin embargo, y como afirma de nuevo Calvo Serraller, “a finales del XIX y comienzos del XX, estando ya casi declinantes las aficiones orientalistas del arte occidental de vanguardia, he aquí que los pintores españoles rinden su peculiar tributo al mantón de Manila, el postrer canto de cisne de la chinería”.
Piezas testigo segovianas
Son muchas las fotografías que he podido tomar de mantoncillos y mantones de talle, además de grandes mantones entre las piezas testigo segovianas: de seda lisa y listada, de algodón estampado con motivos florales o con motivos de cachemire -denominados de cien yo de mil colores-, y de lana merina -entre los que destacan los mantones “del ramo”-. Sin duda, la tipología y el colorido son amplios, y a modo de ejemplo, la colocación sobre el cuerpo puede llegar a distinguir unas localidades de otras. En mi trabajo de campo he constatado la existencia de mantoncillos de talle y mantones de Manila realizados en seda con bordados monocolores y multicolores, con una, dos y/o cuatro esquinas bordadas, bien con grandes flores o con escenas chinescas, rematados con flecaduras más discretas o con flecaduras muy trabajadas… También he podido fotografíar alguna de las cajas lacadas, con cerradura y llave incluida, en las que llegaban desde Manila para una mejor conservación. Aquí os dejo un detalle de un motivo chinesco de una pieza testigo localizada en Carbonero el Mayor, excepcionalmente conservada y expuesta en mayo de 2009, con motivo de unas Jornadas dedicadas a la Indumentaria Tradicional Segoviana, en las que participé como conferenciante.