Una afirmación como esta me lleva a otra cuestión, en esta ocasión cargada de incredulidad: ¡¿de verdad somos tan simples?! Yo, desde luego, no: un personaje como Dimitri Belikov, de Vampire Academy, me conquista porque además de guapo es inteligente y su timidez me resulta de lo más tierna; no obstante, uno como el malote Patch, de Hush, hush, o el semidiós Lucas, de Predestinados, me deja de lo más fría. La clave para cautivar al lector es una buena construcción psicológica, no la simple constatación de una gran belleza exterior. Lo que nos hace fantasear no es un cuerpo o un rostro bonito, sino la mordacidad, la simpatía, la capacidad para escuchar y otras mil cualidades imposibles de enumerar porque dependen de los gustos de cada uno. En cualquier caso, si el atractivo físico no va acompañado de algo más, difícilmente convencerá.
¿No sería mejor centrarse en el interior, en esa magia de resultar indiferente al
Ahora alguien podría decirme que los galanes de los que hablo no son realmente tan atrayentes, sino que esa descripción se debe a la impresión que causan en las muchachas, que, como buenas enamoradas, los idealizan en todos los sentidos. Es posible que en algunos casos sea así; sin embargo, tengo motivos para descartar este argumento: la percepción de esa belleza fuera de lo normal se produce desde el primer instante, es decir, ella todavía no ha tenido tiempo de conocerlo y sentir algo por él. Además, no es la única que percibe esa hermosura, pues su mejor amiga también suele hacer comentarios al respecto (y no digamos la eterna rival, que seguro que se presta a encandilarlo). Por lo tanto, esta tendencia no se debe a la idealización, sino a
Tampoco quiero que mi artículo se vea como un ataque cargado de resentimiento a los chicos guapos: ante todo, soy defensora de la variedad, por eso pido que en la literatura (incluida la romántica) se paseen personajes de todo tipo y con las mismas oportunidades de seducir a la heroína: guapos, feos y normalitos; educados, divertidos y malotes; valientes, cobardes y torpes. La diversidad dará más riqueza e interés al género, estoy segura, porque los lectores podemos ser muchas cosas, pero simples no.