La Obra Social de La Caixa puso en marcha el pasado año un loable proyecto destinado a mejorar la atención integral de enfermos en fase avanzada mediante equipos de apoyo psicosocial.
Loable porque pone de manifiesto que efectivamente las personas que sufren una enfermedad grave, y quienes sufren con ellas (sus familiares), necesitan que se cuide su esfera psicológica, anímica, espiritual, y que no todo son fármacos, técnicas y hospitales.
Loable porque pone de manifiesto que también hay que cuidar a los profesionales que cuidan, y porque supone un reconocimiento a la necesidad de promover los Cuidados Paliativos y su filosofía, lo que requiere divulgación para lograr una mayor sensibilización. Vamos en la misma dirección.
En un anuncio del referido proyecto aparecido recientemente, dice Javier Barbero: "vivir es aprender a decir adiós, pero solamente puede decir adiós el que ha dicho hola". ¡Qué razón tienes, Javier! Lo cierto es que el vídeo, pese a su brevedad, condensa una gran dosis de sabiduría en pocas frases. De entre ellas, me quedo con otra: "La soledad no se produce por no tener a nadie al lado, sino por no tener con quien poder hablar de aquello que es importante para ti".
Decir "hola" es acercarse a una persona
En el contexto del enfermo avanzado, ¿qué significa decir hola? Pienso que significa acercamiento a la persona, en mayúsculas. Acercarse a una historia, a una vida, a unos valores que la han dirigido, a aquello que la ha llenado y por lo que le ha merecido la pena vivir. Lograr ese acercamiento, desde la naturalidad y la sinceridad, permitirá a esta persona enferma compartir aquello que de verdad le importa, desempolvar vivencias pasadas para revivir de nuevo la felicidad que le proporcionaron, confesar sus temores y sus dudas, y tomar conciencia de todo lo bueno realizado.
¿Quién puede hacerlo? Pueden hacerlo y lo hacen a diario profesionales implicados y comprometidos desde los equipos de Cuidados Paliativos. Lo hacen otros profesionales sensibilizados con esta forma de abordar al paciente-persona. Y lo hacen, por supuesto, los familiares o allegados, cuando entre líneas escuchan la invitación del enfermo, o cuando superando sus propios miedos se lanzan a la aventura de bajar barreras y acercarse con respeto al santuario interior del otro, hasta donde él quiera. La aventura, sin duda, es enriquecedora para las dos partes.
Lo poco valioso está a la vista, lo bueno reposa oculto en el fondo. Si pedimos permiso, y nos damos permiso para atrevernos a decir hola desde el corazón, tal vez podremos acceder a esas capas más interiores donde está nuestra verdadera esencia, lo único que al final realmente importa. Y tras ese acompañamiento, podremos decirnos adiós, también desde el corazón.
Decir hola, decir adiós
Dr. Juan Carlos Trallero |