A lo largo de la Historia han existido individuos que, en algún momento de sus vidas, tomaron alguna decisión cuyas consecuencias fueron fatídicas y trascendentales. Cambiaron el curso de la Historia, cambiaron la sociedad, crearon nuevas oportunidades a unos destrozando los sueños de otros, transformaron la manera de convivir entre los pueblos, explosionando el equilibrio existente y volviendo así todo y a todos más enfrentados y más separados.
Las elecciones que tomamos repercuten siempre. En ellas están el germen de lo que sucederá después. A veces, la Historia se ha justificado por los filósofos y los historiadores en el sentido de estar todo como planificado, determinado, para que las cosas sucedan, y sucedan de ese modo, ya que nunca sabremos si habría otro. Si es así, estos personajes fueron simples polichinelas manejados por la universal senda histórica de la vida. ¿Tuvo que suceder? La cuestión no es baladí. La realidad es que lo que somos, lo que ahora tenemos y de la manera que vivimos es consecuencia directa de todo lo que esos mismos personajes -sólo un ejemplo en la enorme nómina de ellos- un día, en un momento, en una ocasión que tuvieron para decidir, tomaron esa elección, esa acción, esa determinación o ese camino; y las consecuencias de ello, hoy por hoy, son lo que somos y lo que vivimos.
(Cuadro con la imagen del político romano Bruto (85 a.c- 42 a.c.), asesino de Julio César, cuyo crimen cambió radicalmente la Historia; Imagen de Judas Iscariote, apóstol traidor de Jesucristo, cuya acción motivó la condena y muerte de éste, y así la Resurreción en que se basa la fe del credo más importante del mundo; Imagen de un icono del emperador bizantino Justiniano I (483-565), líder del Sacro Imperio Romano de Oriente, y por el cual el cristianismo fue oficializado como la única religión del imperio, prohibiendo todas las demás; Imagen del primer Califa del Islam Abu Bakr (573-634), que transformó una religión en un Estado teocrático, expansionista y conquistador; Cuadro del presbítero alemán Lutero (1483-1546), que enfrentó sangrientamente a los europeos con su Reforma religiosa, y cuyas consecuencias han durado cinco siglos; Retrato del almirante francés Charles de Villeneuve (1763-1806), el cual tomó la fatídica decisión de atacar imprudentemente a los ingleses en la trascendental Batalla de Trafalgar (1805), que cambió la Historia del poder marítimo de España, la cual estaba en ese momento -fatídicamente- aliada con los franceses; Retrato de Napoleón Bonaparte (1769-1821), el cual ha sido el personaje fatídico que más ha cambiado la Historia contemporánea con sus decisiones; Retrato del rey español Fernando VII (1784-1833), representante máximo del ejecutor de decisiones más deplorables para un pueblo; Cuadro con la imagen del general mexicano Antonio López de Santa Anna (1794-1876), paradigma del gobernante desastroso, que toma decisiones arbitrarias y fatídicas que repercuten en toda la Nación y en la Historia; Retrato del presidente norteamericano William McKinley (1843-1901), mandatario americano que tomó la decisión de declarar la guerra injustamente a España, ocasionando consecuencias irreparables en este país y en toda la Historia; Cuadro con la imagen del general alemán Alfred Graf von Shlieffen (1833-1913), el cual ideó el Plan que lleva su apellido para atacar tanto a Francia como a Rusia en una acción combinada, murió antes de que el estado mayor alemán lo llevase a cabo en la Primera Guerra Mundial (1914-18); Imagen del autor Andy Warhol del político ruso Vladimir Lenin (1870-1924), el personaje que con su firme decisión de crear el estado proletario contribuyó a enfrentar a los pueblos y a justificar los peores crímenes que se hayan cometido por una ideología social; Imagen del pintor alemán Helmut Herzfelde, Adolph, el Superman, que representa al peor de los personajes cuyas inhumanas decisiones han transformado completamente la Humanidad.)