Algunos acontecimientos en la historia reciente han puesto en crisis en consumo de carne de ganado vacuno. Se recuerda la epidemia de encefalitis espongiforme, también conocida como enfermedad de las vacas locas principalmente en el Reino Unido. Afectó a miles de animales y unas doscientas personas que adquirieron la terrible enfermedad.
En los Estados Unidos varios brotes de patología debida a Escherichia coli que contamina la carne de las hamburguesas ha puesto en jaque la industria cárnica americana.
Estas semanas se viene registrando un brote de infecciones en Andalucía por carne semiprocesada contaminada por Listeria monocytogenes un bacilo Gram positivo, anaerobio facultativo, capaz de proliferar en un amplio rango de temperaturas (1 ℃ a 45 ℃) y a una elevada concentración de sal. El número de afectados es ya de varias docenas habiendo causado enfermedad y abortos en mujeres embarazadas que han contraido la listeriosis. (Notable es la diferencia de las entradas sobre la Listeria de la Wikipedia en español de la Viquipèdia en catalán . Para los curiosos)
La generalización de informes sobre las emisiones de gas metano de las heces del ganado vacuno conducen a relacionar este hecho con el efecto invernadero de la atmósfera terrestre. Y con ello a parte del cambio climático o calentamiento global. National Geographic dice que no es tanto, pero los casi 1500 millones de vacas que hay en el mundo están levantando preocupaciones
De ahí que algunos, más o menos iluminados animalistas, hayan protagonizado asaltos a granjas ganaderas en Catalunya “liberando” animales de las explotaciones para llamar la atención sobre el consumo de carne de animales.
La genética. Los humanos accedieron a una dieta variada probablemente fruto de la necesidad, como casi todo. Y evolucionaron con ello. Adquirieron un par de ojos situados delante de la cara como otros carnívoros porque permiten la visión estereoscópica que ayuda a calcular distancias cuando se pretende capturar otro animal que se mueve. El espíritu práctico les llevó muchos miles de años después a entender que mantener animales más dóciles en la proximidad eliminaba los azares de la caza. El pastoreo, la explotación ganadera, tiene ya varios miles de años de historia. Tal cosa no ha ocurrido en el mar, donde se sigue capturando animales en libertad y sólo en los más recientes decenios se ha recurrido a las explotaciones en granjas marinas.
Cualquier paleozoólogo os explicará que los carnívoros cazadores tiene cerebros más complejos que sus presas. Y a mi me cuesta poco entender que el desarrollo del cerebro humano se debe al acceso a ciertos aminoácidos esenciales que solo se encuentran en la carne de animales.
Y también cualquier neuropediatra ilustrado, que hay muchos, os explicará la trascendencia de los aminoácidos esenciales en el neurodesarrollo infantil.
Se dice que somos lo que comemos. Es muy probable. Pero entendido ontogénicamente, probablemente mucho más. Las dietas vegetarianas exclusivas de buen seguro que permiten llevar adelante una vida más o menos sana, que la salud depende de una variedad de factores y no solo la dieta. Pero eso, que es aceptable para los adultos que, además, eligen libremente lo que comen, no lo es para los niños, las personas en crecimiento. Sus cerebros son mucho más dependientes de nutrientes de funciones varias y que determinan su desarrollo cerebral y, por tanto, intelectual.
Claro que el desarrollo que han tenido los humanos ha tomado varios cientos de miles de años y que cualquier cambio epigenético puede tomar otros tantos en influenciar la especie. Pero no creo que la cosa esté para experimentar ahora con los niños. Ni tampoco para acosar a campesinos ganaderos que intentan ganarse la vida con la cría de animales, que bastantes problemas tienen ya.
X. Allué (editor)