Aunque parezca un contrasentido, apenas se habla de “innovación” en las organizaciones. De hecho se presupone que algunas de ellas “innovan intensamente”, otras están en ello y algunas todavía no aciertan a encontrar el camino. Pero de una forma u otra, parece que todos, absolutamente todos, hablamos de innovación.
Yo diría que la innovación es algo así como la “democracia”. Tomemos por ejemplo Europa. Todos los europeos somos demócratas, todos disfrutamos de gobiernos democráticos. Pero, por alguna extraña razón, todos estamos bastante cabreados con esto de la democracia paneuropea. Algo semejante ocurre con la innovación. A todos nos parece indispensable, nadie imagina el futuro sin innovación. Pero, a la hora de la verdad, resulta difícil llegar a un consenso sobre qué es exactamente esto de la innovación y más aun conseguir precisar cuáles son sus retornos reales. En otras palabras, estamos un poco hartos de esto de la innovación.
Quizás el problema no está en la forma, sino en el fondo o, dicho de otra manera, quizás nos hemos concentrado exageradamente en “traer la innovación” a nuestras organizaciones sin pararnos a pensar cómo deben ser éstas para poder digerir y aprovechar ese extraño objeto de deseo. En la misma línea, todos queríamos ser “europeos”, pero quizás no nos preguntamos qué significaba ser europeo.
Este es un extraño país a la hora de enfrentar retos. Acostumbramos a actuar primero y tratar de apuntar después. El problema es que casi siempre disponemos de una única bala en la recamara o, dicho de otra manera, ni disponemos, ni admitimos segundas oportunidades. Recibimos a la “innovación” como nuevos conversos decididos. Despilfarramos millones y millones en difundir el nuevo milagro con eventos “sensibilizadores”, ayudas públicas “estimuladoras”, grandes conferencias mundiales, discursos programáticos, agencias estatales y autonómicas y hasta un flamante ministerio del que nunca más se volvió a hablar. Y ahora que se retira la marea y debieran verse los efectos, la pregunta que nos hacemos es tan simple como ¿Y…?
En cualquier caso, si todavía está pensando en esto de la innovación, si todavía le quedan fuerzas y creencias para seguir pensando en cómo podría introducirla en su empresa, no cometa el mismo error, no se deje llevar por el activismo descontrolado, no dispare sin apuntar porque, efectivamente, sólo cuenta con una bala.
¿Entonces?
Pues tan sencillo como dejar de hablar de la innovación y, menos aún, intentar practicarla apañándose lo último en redes sociales corporativas, metodología interactiva recién embalada en Palo Alto, Stanford o el mismísimo MIT y toda la parafernalia correspondiente.
No, no…
Hay algo más básico, anterior a todo eso, simple y elemental: PENSAR EN LA INNOVACIÓN. Deje de hablar y no actué. Comience por pensar. Seguro que se está preguntando, bien, vale, pero ¿en qué pienso? La respuesta es sencilla: ¿para qué quiero la innovación? Si lo hace, ya estará dando un gran paso y evitando un error clásico, confundir la innovación con un fin cuando es un simple medio para alcanzar cosas realmente más importantes.
Déjeme aconsejarle una herramienta, quizás la más sencilla, pero también la más potente para estos casos. La llamamos Six&Six – Seis y Seis – porque consiste en que se formule seis cuestiones, eso sí, muy importante, tanto en positivo como negativo. Estas serían sus cuestiones…
¿Por qué debo traer la innovación a mi empresa? ¿Por qué no debo traerla?
¿Qué debe ser la innovación en mi empresa? ¿Qué no debe ser?
¿Quién debe innovar en mi empresa? ¿Quién no?
¿Cómo debo innovar? ¿Cómo no debo innovar?
¿Dónde debo innovar? ¿Dónde no?
¿Cuándo debo innovar? ¿Cuándo no?
La innovación puede y debe ayudarle a cambiar su organización, su estructura, su forma de ver a las personas, su valor y potencial. En definitiva, puede ser la excusa perfecta para repensar, recrear y revolucionar su organización. Y si además obtiene un valor añadido por las innovaciones incrementales, disruptivas, radicales o lo que sea, pues, qué más quiere…
Pero, sobre todo…
¡DEJE YA DE HABLAR DE LA INNOVACIÓN!