Lo que realmente hacía Penélope era parar el tiempo, cada noche destejía lo que tejía durante el día, detenía el destino, nunca llegaba lo anunciado. Creaba una nueva historia, paralizaba el corazón, suspendía lo más sagrado de la vida: su paso. Leer a Köhlerobliga a pensar si una también congela los días, obstaculiza que ocurran los acontecimientos preparados para ella. Un poco Penélope somos, y más las tejedoras, poderosas y capaces de deshilar los tejidos para volver a empezar si una no está orgullosa, de volver a ovillar si quiere otro comienzo distinto, rerereiniciar para conseguir la tensión deseada y la firmeza y la delicadeza que necesita. Un poco Penélope somos, sí.
Esperamos a hablar mientras escuchamos la risa que nos vuelve locas, la dejamos sonar. Apartamos todo atendiendo el bostezo de la gatita. Nos quedamos impactados y atentos al cambio de hora en el reloj para vivir ese nuevo número, sea el que sea, momento mágico en el que todo pone el freno. Solo miramos los dígitos. Esperamos segundos a que alguien estornude a nuestro lado. Nos mantenemos fijos a esa mano que aprieta la nuestra, son solo milésimas y nos concentramos en ese apretón como si nos transmitiera la fuerza que nos falta. Mantenemos la mirada en otra que nos da la paz y nuestros ojos hablan trillones de historias que las palabras no serían capaces de hilar. Todo, todo, todo, está plagado de controles de momentos, de frenos que vamos poniendo para saborear instantes que no vuelven, tiempos regalados que aprovechamos para ser un poquito más felices y otros para no ser tan tristes todavía.Decidimos, no siempre, casi todo. Me lancé a tejer los primeros calcetines en fair isle, técnica que permite crear dibujos e incorporar más de un color en el tejido, en mi viaje a Finlandia. Descubrir el norte me hizo enamorarme de él, deseé no dejar de visitar ese cielo porque ese color era totalmente nuevo para mí. Allí compré lana para aventurarme con el tejido en distintos colores a la vez, también conocido como jacquard. Como también había decidido que intentaría tejer una prenda con lana de aquellos lugares que hubiera visitado. Pero paré el tiempo, detuve el momento de dar comienzo a la labor y de enero llegó el verano. Decidimos, no siempre, casi todo.