Portada cutre, ángeles y demonios, una pizca de superficialidad general, el típico triángulo amoroso, el típico instituto americano, el típico estilo narrativo americano, la típica protagonista a veces cargante, el típico chico malo… los típicos tópicos, en definitiva. Este libro podría haberme hecho resoplar y poner los ojos en blanco, pero resulta que Lisa Desrochers se las ha apañado para echar los ingredientes más típicos en esta ensalada personal y hacer que esté bien rica. Ésta es una obra divertida, ágil, entretenida, por momentos original y fresca, y hasta emocionante. Probablemente le sobren algunas páginas o algunas páginas podrían haber tenido un poco más de sustancia y menos del rollo romántico “no sé a quién quiero y por si acaso me ando besando con los dos aunque me sienta culpable por ello”, y probablemente algunos diálogos y personajes podrían haber sido mejores, menos fáciles, pero lo cierto es que el buen humor que desprende la lectura de Demonios personales, lo correctamente que está construida su trama y lo queridos que se vuelven algunos personajes, han logrado que cierre el libro contenta, aliviada y con ganas de más. No deja de ser un libro comercial a secas, previsible y simple, pero tiene puntazos. Eso sí, lo que no paso por alto es que la protagonista se pegue potando media historia, y así ocurre después, que el hecho de que de repente le dé un flash y devuelva se convierte en algo de lo más normal. Asqueroso y, supongo, maloliente… pero no deja de tener su gracia. Luego tengo un “pero” que no es tal, y es que la novela está narrada a dos bandas: unos capítulos nos los cuenta Frannie y otros nos los cuenta Luc (Lucifer, el demonio), pero el personaje de Gabe (Gabriel, el ángel) me ha parecido tan interesante que cruzo los dedos para que en el próximo título de la (de momento) trilogía a Desrochers la ilumine ese Dios del que habla y decida seguir contando desde tres focos protagonistas. Además, al saber qué siente el tercero en discordia la parte amorosa se volvería más especial; una historia de amor, por cierto, que no me ha hecho sangrar azúcar.
Demonios personales entretiene, atrapa y a veces incluso hace reflexionar, y la edición tiene faltas de ortografía y erratas pero no como para tirarse de los pelos. Una lectura simpática que, sin ser una maravilla fabulosa, se deja leer estupendamente y se despide dejando un buen sabor de boca.