Ya no padecerá más tristezas, melancolías y dudas. Aún siendo esperado, el final cayo como un cuchillo sobre nuestros corazones. Ha sido más de un año de lucha, meses duros que acaban en días muy tristes y horas en las que el dolor era capaz de sentirse en el pecho y en el aire de esa habitación cerrada en la que las lagrimas todo lo empañaban.
Nunca dejaré de escuchar los sollozos de quienes la querían y aún la quieren y sentir las lágrimas de dolor desde lo más hondo cuando en contra de toda ley de vida, la muerte juega con nosotros y se lleva a su madre, a una hija, a su hermana, sobrina, prima, a su pareja....., a una especial mujer.
Debió ser tan duro!. Todos reconocimos al instante, cuando las lágrimas nos dejaron ver, que estaba más guapa después de morir. Pudo por fin recuperar el gesto tranquilo y relajado que la angustia y el dolor la arrebataron y descansar. Dicen que el cáncer golpea con más inquina al más fuerte, al más luchador. Ella plantó dura batalla hasta el final en una guerra de antemano perdida y en la que muchos de nosotros, sin duda yo, hubiéramos levantado muy pronto la bandera blanca.
No podemos saber si estaba despidiéndose para siempre cuando nos miraba desde lo más profundo, cuando de forma irremediable y temprana la miserable enfermedad nos la robaba, pero podía sentir su especial sonrisa, aunque no tuviera fuerzas siquiera para esbozarla en su boca.
Siendo todavía consciente de cuánto perdía, su única preocupación fue la vida, la felicidad y el futuro, el de sus hijos que no el suyo. Estoy seguro que su último recuerdo al repasar su vida, fue el de ellos sonriendo cuando eran pequeños. Yo solo espero poder desde esta vida, cumplir con mi parte y conseguir que se cumplan del todo sus buenos deseos.
Como muchas otras veces y esta vez de un modo muy especial. Unas fotografías de la Playa de Barro y unas letras de Alfonsina Storni escritas cuando sentía las últimas cuchilladas del cáncer.
Dolor
Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera, Como una romana, para concordar Con las grandes olas, y las rocas muertas Y las anchas playas que ciñen el mar.
Con el paso lento, y los ojos fríos Y la boca muda, dejarme llevar; Ver cómo se rompen las olas azules Contra los granitos y no parpadear
Ver cómo las aves rapaces se comen Los peces pequeños y no despertar; Pensar que pudieran las frágiles barcas Hundirse en las aguas y no suspirar;
Ver que se adelanta, la garganta al aire, El hombre más bello; no desear amar... Perder la mirada, distraídamente, Perderla, y que nunca la vuelva a encontrar; Y, figura erguida, entre cielo y playa, Sentirme el olvido perenne del mar. Alfonsina Storni