Texto: Jesús Sánchez Jaén
A los pies del castillo de Santa Catalina, la ciudad de Jaén se extiende por los cerros cercanos hasta la llanura cubierta de olivos que bordean la carretera de Madrid.
La capital de la provincia homónima tiene una larga historia, pues ha estado habitada desde la Edad de los Metales. Se conoce la existencia de un poblado calcolítico y de un asentamiento íbero antes de que Aníbal crease una plaza fuerte en el 237 a.C. Luego romanos, visigodos y musulmanes ampliaron la ciudad y construyeron la fortaleza. El rey Fernando III, una vez conquistada la antigua taifa de “Jayyan”, mandó construir el castillo tal como se conoce hoy. Y luego allí se puso el Parador.
El paso de tantas gentes y episodios históricos han dejado una huella cultural que hace de Jaén un lugar de atractivo considerable, mucho más del que a primera vista pudiera parecer. El castillo mismo, que desde las alturas permite otear los cerros, los olivares y las callejuelas de la judería. La catedral, una joya renacentista de Andrés de Vandelvira, domina el centro urbano y sus plazas aledañas concentran la actividad comercial y de ocio del barrio antiguo. Y la Basílica de San Ildefonso, una gran iglesia gótica con torre barroca y portada neoclásica que resume las grandes realizaciones artísticas de la provincia.
Además hay que añadir dos elementos singulares que suelen pasar desapercibidos a quien solo se detiene unas horas: el excelente museo arqueológico provincial, hoy Museo de Jaén, y los baños árabes.
El Museo de Jaén está situado en un bonito edificio de 1920 en el Paseo de la Estación. Su portada es del siglo XVI. En el interior alberga la mejor colección de arte ibérico que puede encontrarse en España. En Jaén y su provincia se han encontrado numerosos yacimientos ibéricos con restos arquitectónicos y escultóricos de gran calidad, y la mayoría se muestran al público en el museo provincial. Poco conocido y menos visitado, el Museo y sus colecciones merecen una difusión mayor, como sede de una época y una cultura únicas en el mundo. Está en marcha (2012) la construcción de un nuevo museo arqueológico, casi vecino del actual, para dedicarlo en exclusiva al arte ibérico. Esperemos que eso no se haga en detrimento del Museo de Jaén y ambos se complementen.
Los baños árabes, del siglo XI, están situados en los bajos del Palacio de Villardompardo y son los más grandes conservados en Europa. Una restauración concienzuda y minuciosa les han valido el máximo galardón de Europa Nostra.
El paseo desde la Plaza de Santa María, por la judería o Barrio de Santa Cruz, hasta el Palacio de Villardompardo permite apreciar los desmanes que ha provocado la desidia urbanística de los años del desarrollismo, destruyendo la arquitectura tradicional y numerosos edificios históricos, pero al tiempo se puede contemplar la vida sencilla de unos habitantes que conservan buena parte de sus tradiciones. Las tareas de reforma y conservación que se llevan a cabo en los últimos años están recuperando poco a poco el barrio, haciéndolo atractivo al visitante.
Las calles laberínticas que unen el barrio de Santa Cruz y el del Arrabalejo deambulan entre fachadas blancas, escalinatas, rincones sombreados y balcones con flores. En el Pilar del Arrabalejo su fuente renacentista alegra con su sonido un rincón siempre pausado y tranquilo. Allí mismo hay un lugar de paso obligado para el viajero hambriento de sensaciones o interesado en los sabores locales, la taberna Pilar del Arrabalejo. Tapas suculentas, platos de cocina jienense hechos con esmero y precios sin rival hacen de esta taberna quizá el mejor sitio para comer o tomar un aperitivo en el corazón de la ciudad. Se precian de servir cocina sefardí, pero es mucho más que eso, platos para disfrutar de una cocina diferente, con sabores de antaño y hechos con mucho tino.
En Viajes y Viajeros (http://www.viajesyviajeros.com), revista digital de viajes, puede encontrarse más información sobre Jaén, sus monumentos y la taberna Pilar del Arrabalejo.