Desde Tokio con amor: nueva fotografía japonesa

Por Jimalegrias


   Lo que más me sorprendió de mi estancia en aquella isla es la confianza que los japoneses tienen en los japoneses.   Me explico.
   Un martes estaba cenando un delicioso takoyaki en un restaurante bastante bueno y barato del sur de Tokio y me fijé en que los dos hombres y las tres mujeres- creo, por su aspecto, que venían del interior del país- que estaban a mi lado, en sendas y contiguas mesas, tenían sus maletas y bolsos fuera del local, en plena acera, sin ningún tipo de protección. Y apenas las miraban o les echaban una rápida visual de vez en cuando.   Más tarde, paseaba ensimismado por el hermoso barrio de Sumida contemplando cómo los departamentos exiguos de los japoneses permanecían con las puertas abiertas de par en par hasta altas horas de la noche(incluso en algunos hogares no se cerraban nunca las puertas exteriores), pensando en cómo esa hiperinflación de confianza contrastaba con la naturaleza suspicaz y aprensiva de los españoles, curtidos como raza  desconfiada ante la sempiterna amenaza de infatigables pícaros, descuideros y tunantes de tres al cuarto que no le sacaban el ojo a la faltriquera ajena.   Los japoneses, pensaba yo, puede que sean tan confiados porque ya no les puede pasar nada peor que lo de Hiroshima y Nagasaki. Y tampoco me extrañó- ahora, al tenerlos tan cerca me fijaba más en estas cosas- que sonrían más que los españoles, pues tienen esos maravillosos festivales de linternas, con miles de farolillos de colores y figuras de dragones de papel engalanando sus calles y noches. Y es completamente imposible que alguien no expanda las comisuras de sus labios ante esos fastuosos espectáculos de luz, vivos colores y papel prensado.   Imposible.
   Uno de mis lugares favoritos de Tokyo es el templo Meiji Jingu, un santuario sintoísta en pleno centro de la ciudad y que está rodeado de bosques y jardines.   En el templo de Meiji Jingu hay un gran árbol sagrado. Y alrededor de ese gran árbol sagrado hay unos paneles en los que los japoneses y visitantes cuelgan sus deseos en unas pequeñas tabletas(llamadas tabletas ema), esperando que se cumplan algún día.   Así que yo también escribí y colgué allí mi deseo con la esperanza de que un día se cumpla.
   - Me gustaría visitar Japón alguna vez- garabateé en la tablita de madera.
   Porque la verdad es que nunca estuve en Japón ni en Tokio ni en ninguno de sus 23 barrios especiales. O igual soñé que sí estuve, no lo sé. Lo único que creo es que probablemente haya dejado mi deseo allí colgado, alrededor del árbol sagrado, sin haber estado.   Así que mientras espero que éste se cumpla algún día, visito Japón de la mano de Hazuki Natuno, Junku Nishimura, Sawako Obara, Hiroshi Nomura, Suwa Minoru, Ken Hayafune, etcétera.   La nueva e impresionante generación de fotógrafos japoneses.   Porque viajar es también y sobre todo un estado de ánimo, por lo que es posible recorrer el universo sin moverse más que cuatro centímetros justos.   Los japoneses lo saben. Por eso se muestran tan confiados y sonrientes.










Saludos geek de Jim.