Desde que nacemos, estamos sometidos a ciertas leyes no escritas de conducta que nos encasillan en diferentes estereotipos, no siempre fáciles de cumplir. Crecemos con el deber moral de encajar en nuestra sociedad, de encontrar un grupo en el que desarrollar nuestro sentimiento de pertenencia y sentirnos así aceptados.
Gustar, agradar, caer bien, son conceptos que siempre están presentes en la mente de las personas. ¿Quién no ha deseado ser el favorito, el más popular de su clase o el que mejor cae en su grupo de amigos? Esto nos ha pasado a todos al menos una vez en la vida. Pero a veces, podemos sobrepasar el límite, preocupándonos demasiado por ello.
La deseabilidad social es un concepto que surge para explicar el acto de contestar solamente con el fin de agradar con nuestras respuestas. En el ámbito de la psicología, la deseabilidad social sucede cuando la persona enfoca su vida a agradar a los demás, pudiendo llegar a empañar su propia personalidad. Y es aquí cuando empieza el problema. Dejar de lado nuestro verdadero yo y ceder siempre a las exigencias de los demás puede pasar una cara factura a nuestro estado emocional.
El miedo al rechazo, a no ser queridos o, la necesidad frustrante de querer agradar, nos mueven a este tipo de situaciones en las que perdemos parte de nuestra personalidad y entramos en un sentimiento de imperfección y falta de realización que puede llegar a ser traumático.
Son muchas las personas que sienten esta necesidad sin pararse a reflexionar en el daño que les causa esta conducta. Un daño que a veces puede desembocar en problemas verdaderamente peligrosos para la salud mental y física, como pueden ser los trastornos alimenticios, adicciones…
Cada vez más mujeres y hombres se sienten mal con su cuerpo y con su imagen personal. En muchos de los casos, el exceso de preocupación por el físico está promovido por una industria mediática que idealiza los cuerpos, una sociedad cada vez más preocupada por la imagen y una mentalidad generalizada que premia el materialismo y en la que prima la estética. Es precisamente aquí, donde la deseabilidad social lleva a muchas personas a obsesionarse con querer alcanzar los actuales cánones de belleza, a veces poco saludables.
Tener claro cómo somos y aceptarnos de esta manera es un paso importante para no caer en la tristeza y sentir esa ansiedad que genera el pensar todo el rato en gustar al resto. Pensar en mejorar aquello que tenemos es sano, siempre y cuando no se construyan castillos en el aire imposibles de cumplir y, se persigan hasta caer en la obsesión.
Respetarse a uno mismo, aprender a quererse y buscar el bienestar interior son pautas que se pueden trabajar a diario para evitar caer en la necesidad de ser aceptados. Para ello, es importante tener claro que en algunas situaciones de la vida uno debe de pensar en sí mismo antes que en los demás. Decir siempre “sí” a todo no es tan sano como puede parecer. En ocasiones uno debe negarse y hacer lo que de verdad le apetece para sentirse a gusto consigo mismo.
Pero sobretodo, hay un principio que no debes olvidar: ¡Quiérete! Porque una relación sana con nosotros mismos nos facilita que las relaciones con nuestro entorno sean mucho más fáciles y positivas.
¿Has dicho o hecho cosas que no querías por deseabilidad social? Cuéntanoslo dejando tu comentario a continuación y si no estás de acuerdo, también puedes decirlo.