Deshidratación

Por Gabriel Giner @esaludcom

La deshidratación es un trastorno que se puede presentar en personas de todas las edades, sobre todo durante el verano. Se estima que en la época estival el porcentaje de población en riesgo de sufrir deshidratación alcanza el 70%. Las causas que dan lugar a esta enfermedad son muy diversas, aunque en la gran mayoría de los casos están relacionadas con malos hábitos: no beber suficiente agua, tomar el sol durante un largo periodo de tiempo en las horas centrales del día… Los síntomas más habituales son dolor de cabeza, sudoración excesiva, cansancio, somnolencia y aceleración del ritmo cardíaco.

Además, se estima que cerca del 45% de la población señala que espera a beber hasta sentir sed. Es importante cambiar este hábito ya que cuando aparece la sensación de sed es porque ya existe un cierto grado de deshidratación. Así, si no se reponen los líquidos que pierde el organismo, el cuerpo debe recurrir al líquido que está alojado en el interior de las células, provocando síntomas como dolor de cabeza, debilidad y cansancio.

¿Qué es?

Se conoce como deshidratación al trastorno ocasionado cuando el organismo pierde más líquidos de los que ingiere, de modo que sufre una escasez de agua y otros fluídos. Una situación crítica ya que impide el correcto funcionamiento de los órganos que componen el cuerpo humano. Así, es esencial actuar con rapidez y reponer los fluídos perdidos con el objetivo de evitar una deshidratación de carácter grave.

Aunque puede afectar a personas de todas las edades, resulta especialmente peligrosa en el caso de niños y ancianos. En el caso de los más pequeños, la deshidratación ocurre habitualmente a raíz de una enfermedad gastrointestinal que da lugar a diarrea y vómitos. En cuanto a los ancianos, de forma natural tienen un volumen de agua menor en su organismo, a lo cual hay que sumar la toma de determinados medicamentos que aumentan el riesgo de sufrir una deshidratación.

La deshidratación de carácter leve o moderado se puede revertir mediante la toma de líquidos. No obstante, si es grave, es indispensable solicitar asistencia médica de forma urgente.

Causas de la deshidratación

En determinadas ocasiones, la deshidratación se da a raíz de una causa muy simple: la persona no bebe el agua suficiente, lo cual puede deberse a múltiples causas, como por ejemplo una determinada enfermedad o la práctica de ejercicio intenso en las horas centrales del día durante la época estival.

A continuación señalamos cuáles son las principales causas que dan lugar a este trastorno.

  • Enfermedades gastrointestinales: determinados trastornos que causan diarrea y vómitos agudos pueden provocar una gran pérdida de líquidos y otros nutrientes en un breve periodo de tiempo. La pérdida de líquidos y minerales es mayor si se presentan vómitos y diarrea al mismo tiempo.
  • Falta de hidratación: en muchos casos la deshidratación también tiene su causa en los malos hábitos. Se estima que el 86% de la población no toma los dos litros y medio de agua diarios recomendados; esto es importante para todo el mundo, pero muy especialmente en mujeres embarazadas, niños y ancianos.
  • Fiebre: la fiebre es otra de las causas más frecuentes de la deshidratación. En líneas generales, cuanto mayor es la temperatura corporal, mayor es el grado de pérdida de líquidos. Es por ello que cuando un niño o una persona adulta presenta fiebre, es recomendable descender la temperatura corporal lo más rápido posible.
  • Sudoración: no hay que olvidar que la sudoración supone la pérdida de líquidos corporales. Por lo tanto, a la hora de realizar cualquier tipo de actividad física y no se compensan los líquidos perdidos, el riesgo de deshidratación es muy alto.
  • Medicamentos: determinados medicamentos, como los diuréticos o aquellos destinados a controlar la presión arterial, provocan mayores necesidades de orinar, lo cual puede provocar una deshidratación si no se reponen los líquidos perdidos.
  • Diabetes: algunas enfermedades como la diabetes generan la necesidad de orinar con mayor frecuencia. Así, es importante beber agua con frecuencia y proporcionar líquidos al organismo.

Síntomas de la deshidratación

Ninguna persona tiene un medidor que le indique de alguna forma la necesidad de agua que tiene su organismo en cada momento. Es habitual, sobre todo en niños y ancianos, que no sientan la necesidad de ingerir líquidos hasta que la deshidratación ha comenzado. Es por ello que resulta tan importante tomar agua con frecuencia, sobre todo en épocas de calor.

En cuanto a los síntomas propios de la deshidratación, estos varían de forma notable en función de la edad. En el caso de bebés y niños, los más frecuente son los siguientes: boca seca, llanto sin lágrimas y no orinar durante más de tres horas. Además, en los casos de deshidratación más graves se pueden presentar otros indicios, como fontanela hundida, excesiva irritabilidad y ojos hundidos.

La deshidratación en adultos da lugar a los siguientes síntomas: sed excesiva, necesidad de orinar menos frecuente, orina de color oscuro, confusión, cansancio y fatiga.

Hay una serie de indicios que requieren de asistencia médica de forma urgente; de lo contrario, en un breve periodo de tiempo determinados órganos podrían comenzar a fallar, dando lugar a un colapso, e incluso la muerte. Se considera como deshidratación de carácter grave cuando las personas se encuentran irritables y desorientadas, no pueden retener ningún líquido en su organismo, y presentan sangre en las heces o en la orina.

Una de las principales “desventajas” que presenta este trastorno es que los síntomas en muchos casos no son notorios hasta que la deshidratación ha hecho acto de aparición. Así, es importante tener en cuenta las medidas de prevención recomendadas para evitar la deshidratación.

Diagnóstico y tratamiento

Ante la más mínima sospecha de deshidratación, sobre todo en niños y ancianos, es importante acudir al médico para que establezca el diagnóstico y el tratamiento adecuado. en primer lugar realiza una historia clínica del paciente, en función de los indicios que presenta y de su estado de salud.

Una de las pruebas médicas más habituales para el diagnóstico de la deshidratación es la medición de la presión arterial; generalmente, suele estar más baja de lo habitual cuando existe una carencia de líquidos en el organismo.

Además, para confirmar el grado de deshidratación que sufre el paciente, se realiza un análisis de sangre para controlar los niveles de electrolitos y el funcionamiento de los riñones. También se realiza un análisis de orina, el cual resulta determinante.

Si se confirma la deshidratación, el único tratamiento que resulta eficaz para combatir este trastorno es la reposición de los líquidos perdidos. En el caso de bebés y niños, en ocasiones es necesario administrarles una solución de rehidratación, la cual contiene agua y sales.

En los casos más graves, tanto las sales como los líquidos se administran por vía intravenosa. De este modo el organismo los absorbe de forma más rápida, acelerando así la recuperación.

Complicaciones

Tal y como hemos señalado, la deshidratación es una enfermedad potencialmente grave, que puede dar lugar a complicaciones que ponen en serio riesgo la vida del paciente.

Las lesiones por el calor son frecuentes en determinados colectivos durante el verano y épocas de calor intenso. Cuando no se ingieren suficientes líquidos cuando se están realizando actividades físicas que implican una sudoración excesiva, pueden aparecer calambres musculares, agotamiento, golpe de calor… Trastornos que requieren de asistencia médica urgente.

Cuando la deshidratación se prolonga en el tiempo sin establecer el tratamiento adecuado, es habitual que surjan problemas en los riñones, tales como cálculos renales e infecciones urinarias. En los casos más graves puede darse una insuficiencia renal.

Las convulsiones también son relativamente frecuentes en los casos de deshidratación más graves. esto se explica porque los electrolitos ayudan en gran medida a que las señales eléctricas pasen de una célula a la otra; así, si los electrolitos se encuentran desequilibrados, pueden aparecer contracciones musculares involuntarias y pérdida de conciencia.

La complicación más grave todas es lo que se conoce como choque ipovolémico, el cual pone en serio riesgo la vida de quien lo padece. Se da cuando un volumen bajo en sangre provoca una disminución de la presión arterial, así como de la cantidad de oígeno en el organismo.

Factores de riesgo

Todas las personas tienen probabilidades de deshidratarse. No obstante, hay varios colectivos especialmente sensibles a padecer este trastorno.

  • Bebés y niños: son el grupo de población más vulnerable a sufrir cualquier tipo de enfermedad gastrointestinal que cause diarrea y vómitos. Así, teniendo en cuenta que la superficie corporal de los más pequeños en relación a su peso es mayor que en el caso de un adulto, los niños pierden una proporción de líquido mayor. Hay que estar muy pendiente de ellos ya que los bebés no pueden comunicar a los adultos cuando tienen sed.
  • Ancianos: del mismo modo que los niños, los ancianos también son uno de los colectivos con mayor riesgo de sufrir una deshidratación. Su capacidad de conservar el agua es menor a medida que pasan los años. Este problema se agrava con determinadas enfermedades propias de la vejez, como la diabetes o la demencia.
  • Pacientes con enfermedades crónicas: una de las patologías que aumenta en mayor grado el riesgo de sufrir una deshidratación es la diabetes no controlada. Determinadas enfermedades renales también lo hacen ya que implican en muchos casos el consumo de medicamentos que generan una micción frecuente.
  • Deportistas y trabajadores al aire libre: también los deportistas, así como aquellas personas que realizan trabajos al aire libre, deben prestar especial atención a la hidratación de su cuerpo, sobre todo en épocas de calor.

¿Cómo prevenir la deshidratación?

La deshidratación es un trastorno relativamente sencillo de prevenir si se siguen una serie de hábitos saludables y pautas básicas.

  • Es esencial beber entre dos y tres litros de agua diarios. Debe hacerse de forma continuada y en pequeñas cantidades. Además de la ingesta de agua, es recomendable ingerir frutas y verduras con un alto contenido en agua, como el melón o la sandía, por ejemplo.
  • A la hora de realizar cualquier actividad o esfuerzo físico, es importante aumentar la cantidad de agua ingerida, así como prestar atención a las pérdidas de líquidos excesivas.
  • No es en ningún caso recomendable confiar sólo en la sensación de sed. tal y como hemos señalado, por lo general este aparece cuando ya existe cierto grado de deshidratación en el organismo.
  • Durante la época estival, cuando el calor es muy intenso, hay que aumentar la ingesta de líquidos y, además, en la medida de lo posible, permanecer en un ambiente fresco y bien ventilado.
  • Por supuesto, hay que prestar especial atención a la hidratación de los colectivos más vulnerables, como los ancianos, los bebés y los trabajadores al aire libre.

Conclusión

A modo de conclusión, recordar que la deshidratación se produce cuando el organismo elimina una mayor cantidad de líquidos de los que ingiere, impidiendo así que lleve a cabo sus funciones con normalidad. La principal señal de deshidratación que transmite el organismo es la sed. No obstante, no es recomendable llegar a sentir sed ya que es un indicio de que la deshidratación ya ha comenzado. Por lo tanto, lo mejor es beber agua con relativa frecuencia, y optar por el consumo de alimentos ricos en agua.