Según un artículo publicado en The Lancet, las diferencias en salud se mantienen tanto entre países europeos como dentro de ellos. Esto ha provocado siempre costes sociales y económicos a la región, por lo que parece urgente conseguir que la situación no empeore, como mínimo. Sin embargo, cualquier desigualdad de este tipo lleva implícitos otros factores sociales, básicamente, los sistemas de empleo, educación y bienestar y, por tanto, este problema no se centra únicamente en la atención sanitaria en el sentido tradicional.
Algunos de estos países tienen algunos de los servicios sanitarios más equitativos del mundo, otros se encuentran en una situación embrionaria, si se comparan. A esto se le suma que todos los países europeos experimentan algún grado de desigualdad dentro de la población. Para ello es necesario adoptar medidas para reducir las desigualdades en los determinantes sociales de la salud. Esto “mejoraría las perspectivas de salud y aportaría mayores beneficios sociales y políticos que permitan a las personas alcanzar sus capacidades”, según Sir Michael Marmot, del Instituto de Equidad Sanitaria de Londres. Aunque se reconoce que ha mejorado el tratamiento de la salud como recurso, las desigualdades empeoran y sólo mejorarán con “nuevas formas de gobierno, enfoques sociales y capacidad para la implementación de soluciones que puedan marcar una diferencia”, ha señalado la directora Regional para Europa de la OMS, Zsuzsanna Jakab.