¿Destino o esperanza?

Por Lasnuevemusas @semanario9musas

La Muerte, irónicamente nace con la Vida, y se convierte en la gran aliada de la Existencia, de la y sobre todo del Misterio.

Despertar cada día se agradece, sin embargo, al mismo tiempo implica que se tiene un día menos. Nadie sabe qué pasará conforme pasan los segundos, esperar al mañana es incluso demasiado, cuando no se sabe a qué nos enfrentaremos al instante, a los siguientes pasos, esto sitúa al ser humano en una gran incógnita, la cual lo conduce a la angustia emocional, intelectual y espiritual.

Fue así como conforme los amaneceres pasaban y las circunstancias sobrepasaban la razón, que la humanidad se creó dioses al observar acontecimientos naturales inentendibles como la erupción de un volcán, un terremoto, huracanes, mareas, arenas movedizas, animales que salían y los devoraban sin ningún motivo. Esto entre otras circunstancias provocó que el ser humano creyera que en lugares ocultos habitaban seres superiores y les llamaron dioses.

Estos seres no sólo controlaban la naturaleza, sino también el porvenir, ante ello, el ser humano comenzó a ofrendarlos, a pretender tenerlos contentos, a actuar conforme se esperaba que los dioses reaccionaran, en contra, la gran mayoría de las veces de lo deseado en su interior. A este misterio en civilizaciones como la griega se le llamó ανανκη, es decir, la fuerza que regía no sólo a la humanidad sino también a las deidades. Es así como se crearon las Moiras (Grecia) o Fatum (Roma), quienes impartían a cada persona no sólo su porción de vida y circunstancias sino también su destino hacia inframundo o Hades. De esta manera, el destino, tomo un poder misterioso el cual era completamente inevitable de corregir, el ser humano creía que, al nacer, los dioses escribían su destino, por lo cual, sin importar lo que hicieran no había manera de corregirlo, quizá tan sólo aligerar un poco lo predestinado. El tiempo de las personas se desgastaba tratando de tenerlos contentos, pero ¡ay de aquél que era abandonado por ellos!

El destino estaba escrito y la única manera de aligerarlo era intentando adivinarlo, para ello, se instauraron diferentes métodos de adivinación, llegando incluso como lo hicieron los hititas a leer las vísceras de las reses. Nadie era libre, se vivía con terror, la toma de decisiones dependía de los magos, hechiceros, videntes, astrólogos. Nada ni nadie era libre, ¿cómo se podía ser libre ante la carga de saber que cada acto dependía de las necesidades y exigencias de otro?

Es así como el ser humano, se fue impregnando en sí mismo, convirtiéndose en un individuo y en una persona, abandonando su humanidad. Sí, comenzó a actuar para los dioses, para los demás incluso para sí mismo, se colocó máscaras y caretas, representándose teatralmente como un bufón, quien pasaba sus días entretejiendo su vida al capricho de los dioses.

El hombre y la mujer de la antigüedad creían que todo estaba predeterminado, antes de nacer los dioses ya había decidió que hacer con cada uno, y quizá para consolar esta terrible situación enviaban a adivinos, magos, hechiceros, para prevenirlos y en ocasiones para a través de algún intercambio convencer o aplacar a los dioses.

El destino no sólo era en individual, sino que afectaba en ocasiones a toda la comunidad, la furia de los dioses podía provocar la ira o la advertencia, de ahí la necesidad de realizar sacrificios humanos, de ofrendar vírgenes. El destino provocaba que cada persona sólo estuviese atenta de las deidades. La humanidad estaba sola contra los antojos y decisiones divinas, caminaba esperando la complacencia, sin embargo, ser del gusto o amado por los dioses o las diosas, se convertía en un capricho el cual acababa con la vida de las personas y de sus pueblos.

Al estar predestinado el tiempo, la vida y la existencia, el ser humano era siempre esclavo, no tenía nada ni siquiera a sí mismo, los dioses elegían con quien divertirse y con quien desfogarían su sexualidad.

Esta situación provocaba que la humanidad no estuviera nunca satisfecha ni plena, se vivía con terror y se actuaba con miedo, no se les tenía respeto o amor a los dioses, sino pavor de que cualquiera de los actos humanos causará un disgusto llevando esta situación a extremos irremediables. Pero ¿es posible experimentar la vida, la existencia e incluso la muerte cuando nada depende de uno mismo?

Existía la felicidad, el placer, el amor sexual, el bien, el mal, pero no la alegría, el goce, el amor eterno, la bondad ni la maldad. El destino hacía que todo fuese subjetivo. El ser humano no tenía preguntas y mucho menos respuestas, no tenía tiempo, todo era aprensión y complacencia. No había voluntad, únicamente deseo. No había cuidado del otro solamente preocupación.

Esta visualización de los dioses es la característica de las mitologías y de las antiguas civilizaciones, hasta que Hashem, Yavhé, Allah se revela a la humanidad y trae consigo la Esperanza y con ella, la responsabilidad, la libertad, el libre albedrío.

En el Séfer Bereshit o Libro del Génesis, leemos que, al sexto día, D/os crea al ser humano y le otorga todo para que viva alegremente, no feliz porque la felicidad se pierde en el mismo momento de encontrarla, sino alegre, porque la alegría se expande en toda la energía, se convierte en parte del aliento físico, mental y espiritual.

No le pide nada a excepción de comer de un árbol, el Árbol del conocimiento, no le niega en cambio, comer del Árbol de la Vida. En este sentido el primer árbol es la experiencia y el Árbol de la Vida las enseñanzas de D/os, su Palabra. El ser humano antes de comer del Árbol del Conocimiento necesitaba del Silencio para Escuchar la Palabra de D/os y después poder actuar, ese era el orden perfecto y natural, el mandato que lleva cada ser vivo y natural, sin embargo, el ser humano actúa, experimenta sin tener antes la Sabiduría, y se equivoca, cae, más no peca (el sentido de pecado lo otorga la antropología y la doctrina católica). Después de esta caída, D/os busca a su creación, este es un punto central y diferente de los dioses de las mitologías, quienes se encondían y pretendían que el Hombre los buscase, Hashem busca a su Creación y le pregunta ¿en dónde estás?, es en esta pregunta donde surge la Esperanza, donde surge el libre albedrío, D/os pregunta a su creación y le da la oportunidad de elegir, de interiorizar y de decidir entre mentir o decir la verdad. El hombre, responde Me escondí, te escuché y como estoy desnudo sentí vergüenza, pero esta desnudes no es física, es una desnudes espiritual donde el ser humano se da cuenta de que se ha equivocado, -¿Cómo sabes que estás desnudo?, le pregunta nuevamente D/os, ¿acaso comiste del árbol que te pedí que no comieras?, D/os no juzga ni lo condena, le pregunta, provocando una nueva interiorización, D/os sabe que el ser humano tiene todas las respuestas en su interior, pero al no haber escuchado su Sabiduría no tiene la pregunta correcta.

Cada una de las preguntas de D/os, son una ayuda para encontrarse, para entender su misión, sin embargo, el hombre, dice - La mujer que me diste, me dio del fruto, y la mujer se justifica diciendo que fue la serpiente quien la indujo, y la serpiente culpa a D/os por haber creado al ser humano. Es decir, ninguno se hace responsable de sus actos, uno culpa al otro, y por último, como siempre, se culpa a D/os, entonces los expulsa del Paraíso, no por haber comido del Árbol del Conocimiento, de la Experiencia despreciando el orden sagrado, sino porque no se hacen responsables de sus actos, ni se protegen el uno al otro, ahora saben elegir.

Cada pregunta de D/os les ha entregado el libre Albedrío y la Voluntad, pero sin responsabilidad no pueden estar en un Paraíso, es decir, en el otro, necesitan aprenderla por sí mismos, para ello deben encontrar en su interior la pregunta correcta, la experiencia les ha dado conciencia y tener tantas preguntas les causa angustia, han salido del paraíso, ahora tienen conocimiento de su existencia, pero no saben de dónde vienen, quiénes son ni adónde van, por eso parirán con dolor, y trabajar será angustioso, no porque no lo hubiesen hecho antes, sino porque ahora no saben el sentido, no saben por qué, en contraparte a los animales quienes disfrutan de la existencia sin pasar por la Vida, no necesitan experiencia porque existen, son y lo saben en su propia esencia, ante esto, D/os no abandona al ser humano y le ofrenda una ayuda, siendo esta la Razón, la cual resulta ser una carencia, la razón no le otorga superioridad al Hombre sino que lo muestra carente de no saber quién es, la razón es un regalo de D/os para ayudarlo a retornar al Paraíso.

Pero en esta situación en donde el Hombre y D/os se encuentran es que el Hombre pierde la predestinación y obtiene la Esperanza de elegir hacia dónde ir, qué hacer, qué buscar, el ser humano ya no tiene un destino escrito y elegido por los dioses, él a través de su responsabilidad y decisión construirá su vida en base a sus decisiones y a sus preguntas.

Es claro, si reflexionamos detenidamente que todos los avances sociales e individuales se han creado en base a las preguntas, son los cuestionamientos los que hunden o sacan a flote al ser humano. Por ello, D/os ha enviado a grandes sabios, profetas y mensajeros cuestionando a la humanidad en momentos en los que parece perderse, incluso de manera individual la persona crece y se desarrolla al cuestionarse, por eso la filosofía se basa en preguntas, para que el Hombre retome su libre albedrío y con ello la responsabilidad.

Esta responsabilidad da Esperanza, ahora todo depende del ser humano, ya no de D/os, incluso amarlo es una cuestión personal, ahora, la adoración divina ya no tiene su cauce en el miedo o en el querer tener a las deidades contentas.

La Esperanza es un estado no sólo del alma sino de cada uno de los lenguajes del ser humano, haciendo presente la responsabilidad como punto tónico donde todo lo que le suceda a la persona dependerá de ella misma, todo lo que suceda en su entorno será consecuencia de sus decisiones. Por ello, el pueblo judío y musulmán expresan, él es pobre, porque algo como pueblo estoy haciendo mal.

En la antigüedad, la razón y el entendimiento se decía habitaban en el corazón, y de cierta manera lo es, porque lo que significaba es que todos los actos deben pasar por el corazón para que de esta manera sean fiables y honestos, donde no sólo el intelecto disponga, sino que al pasar por el latido las decisiones recorren y dan vida y sentido al ser humano. Es así como surge la religión, otorgando a la Humanidad el sentido de la Esperanza, y con ello, el ver por el otro.

La esperanza es un acto religioso porque es un acto social, si no tuviese esto como base no podría ser parte del Misterio y de la Voluntad de D/os. Erróneamente se ha comprendido que el ser religioso debe de ser sumiso y callado, sin embargo, esto es completamente alejado de la realidad, quien ama y cree en D/os es un ser revolucionario quien lucha día a día consigo mismo y con todas las injusticias, trabajando por conseguir la utopía.

La Esperanza de la religión pone en las manos del ser humano la dignidad del semejante, ya no la predispone a la Voluntad de los dioses lo cual hacía a la humanidad irresponsable. Esta actitud imprudente fundamentada en la religión popular y solventada por el Estado y la Iglesia que no quieren que el Hombre sea libre ha creado una aureola de dependencia, en donde se pone a disposición de los santos y de los sacerdotes la intercesión ante D/os, retomando las ideas mitológicas del destino.

Sin embargo, aunque el destino es, como bien lo dice su nombre latino Fatuo o Parco, es conveniente para eliminar la responsabilidad, si dejo que sea el destino quien solucione mi vida, yo no tengo que hacer nada más que seguir la corriente para bien o para mal, tampoco tengo porque responsabilizarme de la integridad de mis semejantes o de mi sociedad, simplemente dejo y dispongo todo a la voluntad de las deidades. En contraparte a este pensamiento el D/os de las religiones monoteístas muestra a un D/os que ama tanto al ser humano que le permite existir a través de creación de su propia Vida y le permite morir con esa historia creada por sí mismo.

Esto lo deja ver el Evangelio de Lucas en el momento de narrar la Encarnación. El D/os que nos muestra el evangelista es un D/os que continúa otorgando libre albedrío no sólo al hombre sino a la mujer, restituyéndola, es decir, en esa época la mujer no podía opinar y no tenía valor, en civilizaciones como la Grecia antigua, la mujer y los niños eran tan sólo instrumentos. Veamos, Zeus era no sólo el dios supremo, sino también un semental, si le agradaba alguna mortal la posesionaba sin preguntar, y sobre todo sin tocarla, no era algo pulcro para los dioses, el panteón de las antiguas civilizaciones era jerárquico y el ser humano ocupaba el último lugar, en contraparte, Yahvé, elige a una mujer, pero no la toma, envía a un mensajero para preguntarle si está dispuesta a donarle su vientre, en este acto el D/os de Jesús restituye a la mujer al darle voz, al tomarla en cuenta, y al mismo tiempo le entrega el libre albedrío y la libertad a través de la responsabilidad de su respuesta. María después de escuchar al mensajero, responde Fiat, es decir, sí, pero este Sí significa acepto, sí con toda mi voluntad, con toda la reflexión que existe en mí, un sí que ha pasado por cada lenguaje (corporal, emocional-sentimental, sensorial, instintivo, racional, sexual y espiritual) un sí con toda Mi voluntad, y esta voluntad implica la Esperanza de cambiar cada día su vida.

Es así como la literatura religiosa tiene sentido en cuanto la historia de vida queda en manos del ser humano y no del destino.

La Esperanza religiosa conlleva trabajo, responsabilidad, objetividad, equilibrio y una revolución diaria para conseguir la utopía que anhela cada historia de vida, haciendo en cada acto fructificar al semejante, restituyéndole su integridad y enalteciendo su dignidad. En contraparte, el destino pide sumisión, falta de determinismo y desinterés.

La esperanza como menciona Julio Cortázar le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose. Y esto es la religión, la verdadera, la de los libros sagrados y la promulgada por los profetas, enviados y mensajeros, lo demás es destino, doctrinas creadas por el poder para crear obediencia.

[1] Del árabe, hombre con máscara.