Destrucciones bestiales

Por Arquitectamos
En estos días estamos asistiendo atónitos al zafio y bárbaro "espectáculo" de unos fanáticos completamente imbéciles y bestiales destruyendo obras de arte milenarias. Los seres humanos de todo el mundo, impotentes, lloramos de rabia y de indignación ante las inconcebibles salvajadas que son capaces de cometer estos borricos, que se sienten iluminados por un dios ignorante, mezquino y cruel. (Me refiero al "tipo de dios" que tiene "esta gente" en la cabeza).

No podemos concebir que nadie, tenga la ideología que tenga, pretenda lo que pretenda o esgrima los motivos que quiera esgrimir, pueda acabar impunemente con unas obras que han hecho otros seres humanos que se encontraban en el extremo opuesto del magma social: En la cumbre de la sensibilidad, de la cultura, del talento, mientras que estos zopencos están en la sima de la zafiedad y de la crueldad, y del mierdasequismo más deleznable y despreciable.
Esas obras destruidas son el testimonio del tiempo y de la historia, y del hábil trabajo de los mejores, que había quedado plasmado para siempre, para la eterna admiración y el eterno conocimiento de las generaciones futuras.
Y ahora, por el capricho verraquil de unos asquerosos y malolientes patanes, todo eso desaparece para siempre, y con ello la base y la historia de la sociedad, las claves últimas de todos nosotros.

Si algo nos consuela (muy poco) es que esas cosas pasan en países muy lejanos, en sociedades muy diferentes a la nuestra, y las hacen personas muy raras, con un cacao mental muy sucio y enfermo.
"Menos mal que por aquí no ocurren cosas parecidas", nos decimos, y nos quedamos tranquilos dentro de lo que cabe. 

Pensamos con bastante lucidez que nosotros no consentiríamos jamás semejante barbaridad, y que nuestra sociedad civil, dado el caso, saldría a defender las obras cumbre de su tiempo y de su historia, garantes de su cultura y testimonios de su pasado y de su esencia nacional.

Nos dan un poco de pena esos países que consideramos tan atrasados, subdesarrollados, sometidos a las veleidades de grupos de poder que ejercen incluso la violencia para privar a los ciudadanos de sus señas de identidad, de la base misma de su sentido como sociedad. ¿Qué es una sociedad que pierde sus iconos, sus obras maestras, y que no hace nada por defenderlas?

Porque ahí está lo malo: Que en esos países atrasados no sólo los salvajes destruyen su patrimonio más importante y sagrado, sino que la gente no se echa a la calle para impedirlo, y, si me apuran, tampoco lo considera tan grave. Sociedades invertebradas y desestructuradas. Sociedades que ni saben defender lo suyo ni lo aprecian. Sociedades dormidas, drogadas, estúpidas y decadentes.
Sociedades inanes y cerriles.
Qué pena nos dan. Pobres países.
Al menos, como digo, nos acostamos con cierta satisfacción íntima de conciencia: "Menos mal que aquí esas cosas no pasan".

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