Desvelando a la mujer árabe: Mujeres del Cairo, de Yousry Nasrallah

Publicado el 06 julio 2010 por Evagp1972

Atractiva, incisiva e insobornable, Hebba  lidera un programa televisivo de gran audiencia en El Cairo de nuestros días. Cual Mónica Terribas del mundo árabe, Hebba y su brillante inteligencia  han puesto en aprietos a más de un político: en sus entrevistas en riguroso directo plantea temas muy incómodos para el régimen corrupto. Es preciso atemperar su ardor, y para ello quienes ostentan el poder eligen al ambicioso marido de Hebba, Adham (nótese la intención de universalizar la problemática de los personajes a través de sus nombres, de claros ecos bíblicos). Cálmela, le proponen, y será usted ascendido a un importante cargo político.
En un primer momento, forzándose a sí misma, Hebba acepta. Ama a su esposo, y a pesar del éxito, el lujo y la fama, su educación tradicional le ordena anteponer a sus intereses la felicidad y la carrera profesional de su marido. A primera vista este comportamiento puede parecer anticuado, pero miremos las estadísticas de nuestro propio país: ¿acaso no son las madres las que mayoritariamente piden permisos o reducciones de jornada para cuidar a sus hijos? Contrariamente a lo que pudiera parecer, todavía hay  familias en las que se mantiene el binomio patriarcal "hombre productivo - mujer cuidadora". La igualdad de hombres y mujeres llegará por medio de la educación, sin duda, pero también cuando se implementen políticas que permitan a ambos compartir el cuidado de sus hijos y las tareas domésticas; no mientras las mujeres continúen renunciando a sus posibilidades de ascenso profesional en favor de sus compañeros; no mientras únicamente sea posible cambiar de pañal a los niños en el lavabo de señoras; no mientras continúe priorizándose el pago de prestaciones por hijo a cargo a la creación de guarderías públicas en los centros de trabajo.
Pero sigamos con la película. Un diálogo trivial con la dependienta de una perfumería de lujo hace ver a Hebba que en su país existen mujeres divididas en dos: mujeres que no llevan velo, van maquilladas, llevan tacones y faldas cortas en el trabajo; personas que podríamos considerar completamente occidentalizadas. Pero cuando el reloj marca el fin de la jornada, la falda se alarga hasta el suelo, un velo cubre la cabeza, y los tacones decrecen hasta convertirse en sandalias. Esas mujeres se alejan de la elegante urbe para dormir en suburbios infectos de los que sólo saldrán para ganar su salario de día, disfrazadas de otra. 
Impresionada, Hebba decide cambiar completamente el enfoque de su programa, y entrevistar únicamente a mujeres para que le expliquen sus historias,  su vida, sus inquietudes, en directo. Adham aprueba su decisión; confiado, se felicita por su ascendiente sobre Hebba y ya se ve ocupando el amplio despacho desde el que sus ojos de azor podrán contemplar, al fin,  El Cairo a sus pies.

Sin embargo, lo que en principio parecía una buena idea se revelará como la condenación de Adham y Hebba. Por el programa de ésta desfilan mujeres que explicarán historias aún más incómodas para el régimen que los conflictos políticos que  la presentadora tocaba hasta entonces. Como nuevas Scheherezades (de ahí el título original de la película,  Ehky ya Schahrazad) irán desgranando sus historias: tres hermanas huérfanas seducidas por el mismo hombre; una mujer de buena posición, chantajeada por su amante; otra encerrada en un manicomio porque no quiso casarse: su prometido le exigía no conducir ("es peligroso para las mujeres"), ponerse velo, cuidar a su suegra, llevar las tareas domésticas de la casa, para darle sólo a cambio... el gozo de tenerle como marido.  Aparentenente historias privadas, pero nada es privado en realidad, todo es político, porque sus historias dan voz a lo que todo sistema opresivo se esfuerza en ocultar. La popularidad de Hebba es aún mayor, y las mujeres la siguen entusiasmadas. Ella asciende, pero Adham pierde su posibilidad de ascenso. Frustradas sus esperanzas, celoso del éxito de su esposa, enfurecido por la posición moral de ella, que se atreve a plantarle cara (no vuelvas a hablarme en ese tono), Adham estalla.  

Pocas veces he salido de una sala de cine temblando. Ésta ha sido una de ellas. Cuántas veces, lo sabemos bien, se ha usado y se continúa usando la fuerza bruta contra una mujer. Cuántas veces, todavía, hay mujeres que continúan perdonando a sus verdugos, en parte  por el peso de nuestro legado (la mujer cuidadora, la mujer ángel, la mujer que siempre perdona al adúltero, al borracho, al maltratador), en parte porque dependen económicamente de él, ellas y sus hijos, y por tanto no hay otro remedio que callar y soportar. No hay una explicación simple para esta lacra social, pero está claro que una mujer sin un sueldo a fin de mes no existe, es presa fácil del poder y por tanto del maltrato, porque sin libertad económica no hay auténtica libertad.
No es el caso de Hebba. Ella trabaja, gana un sueldo, tiene prestigio, es consciente de su valía, sabe que saldrá adelante sola. Esta es la tabla a la que podrá agarrarse cuando sea zarandeada, arrastrada, golpeada hasta el límite. Hebba lo sabe, y utilizará, valiente, su última carta en el medio que conoce a la perfección. 

Hay otras presentadoras de televisión que también han mostrado recientemente su valentía fuera de las pantallas de los cines: cinco presentadoras de Al Yazeera, hartas de soportar el acoso del que eran objeto por parte de la nueva dirección de la cadena, han presentado la dimisión. Se  les exigía reducción de escotes y ampliación de faldas, hasta el punto de recriminarles que se les vieran los dedos de los pies (!). Su rebelión se enmarca en la repulsa hacia otros cambios recientes en la cadena como, por ejemplo, la substitución de mujeres que ostentaban cargos en la empresa; cargos que han sido sistemáticamente ocupados por hombres. Eso sí, la jefa de maquilladoras continúa en su puesto.

Estas mujeres, todas ellas, recuperarán su dignidad, su trabajo y su futuro si los hombres que  aún ostentan el poder de regir sus destinos se atreven a darles público apoyo. La lucha por los derechos de las mujeres, aquí y en El Cairo, no se circunscribe únicamente a ellas. Hay hombres distintos a Adham, hombres que están  superando el miedo, no sólo al régimen totalitario bajo el que viven - recordemos las manifestaciones de verde esperanza contra Mahmoud Ahmadinejad - sino que también están tomando conciencia del valor de sus esposas, hermanas e hijas; mujeres que han sido maltratadas por un sistema opresivo y perverso, y comprenden que ya va siendo hora de apoyarlas y sostenerlas en su lucha. Quizá el poder consiga un tiempo acallar las bocas y doblegar voluntades; mas no para siempre. Deseo de todo corazón que muchas mujeres de El Cairo  y de todo el mundo árabe puedan ver, aunque sea a escondidas, Mujeres del Cairo. En su interesante blog La mà de Fátima, Xavier Lasauca nos habla de 600.000 espectadores sólo en Egipto... Quizás no sea hoy, quizás no mañana, pero películas como ésta pueden sembrar una semilla en el corazón de una generación de hombres y mujeres. Películas como ésta pueden convertirse en icono de una generación, arma de lucha, grito inacallable....aire de revolución.