Despertar es la peor parte.
Tener que abrir los ojos después de no estar pensando en todo lo que paso me parece la parte más difícil de todo este proceso. No sé si a ustedes les pase pero, a medida que el día pasa las cosas se ponen más llevaderas.
A diferencia de la estúpida mañana.
Llorar se ha convertido en una constante en estas horas y las preguntas: "¿Cómo despertaste?" y las miradas de compasión de mi familia y los mensajes de preocupación en Facebook, Whatsapp y a mi celular son un poco... abrumadores. Sé que dije que un sistema de soporte es importante y etc, etc, etc. Pero a veces necesitas soledad. Tiempo para ti. Desconectarte. Es por eso que todas las noches apago mi celular y el día de ayer cerré mi cuenta de Facebook (bueno, no la cerré. Pero sí la desactive).
Una cosa que no saben de mi es que esporádicamente hago trabajos de modelo y el Facebook es una herramienta de trabajo para mi. Así que dude un poco, pero la verdad es que el fin de semana se acerca, y en una ciudad tan pequeña como la mía en la cual el sábado una nueva discoteca se abrirá, me da pavor. No deseo ver fotos, ni tags, ni estados, ni nada que puedan hacerme volver a retroceder el medio centímetro que avance.
Pero volviendo a mis mañanas, desde el momento en el que despierto al momento en el que me doy cuenta de lo que realmente está pasando en este momento de mi vida hay un par de minutos. Un par de minutos en los cuales todo aún es como antes. Él hará esa llamada para darme los buenos días en 3, 2, 1...1...1? y nada sucede. Es justo ahí cuando mi cerebro hace la conexión entre la rutina y la realidad y me da una cachetada. "Él no va a hacer esa llamada Priscilla, Él ya no está".
El resto del día esa cachetada sigue doliendo.