Se calcula que entre un 3% y un 5% de toda la población joven española padece diabetes sin diagnosticar. En otras palabras: en España, más de dos millones de personas, son diabéticas y la mitad desconoce que lo es. El problema es que esa diabetes que podemos llamar oculta se inicia mucho antes de ser diagnosticada. Y lo grave es que, en el momento del diagnóstico, más de la mitad de los pacientes tienen ya lesiones. Se trata de una alteración progresiva, aunque el tratamiento intensivo disminuye el riesgo de complicaciones graves. Por eso, es fundamental el diagnóstico precoz –para detectarla se hace un análisis de sangre que mide la glucosa–. Baste decir que en España la mitad de las amputaciones de miembros inferiores es por la diabetes; que es, además, la segunda causa de ceguera y también la primera de insuficiencia renal.
Tipo 1.Es conocida como diabetes infantil o juvenil. Aparece sobre todo en niños y jóvenes y antes de los 30 años. Los síntomas son llamativos. Es imprescindible la insulina para sobrevivir. Se debe a que el páncreas no produce insulina o si la produce lo hace en cantidades mínimas.
Tipo 2.Aparece en personas de más de 40 años. El comienzo es lento y puede pasar inadvertida. Se asocia a la obesidad. El problema no es la producción de insulina, sino que las células se resisten a su acción. Y por eso tiene que controlarse a través de la dieta o de fármacos.
Hay quien dice que la evolución social está llevando a que haya adultos prematuros. El caso de la diabetes es claro. La obesidad, problema de adulto, es hoy una plaga en niños y adolescentes: como consecuencia de ella y del sedentarismo pronto se observa a edades inusuales el síndrome metabólico con el riesgo del accidente cardiovascular.
Y ya chicos jóvenes padecen apnea obstructiva de sueño. La depresión no es rara en niños y es una patología creciente, como lo es la alteración de los impulsos con adicciones a Internet y a los móviles.