El sábado por la noche aterricé en Estambul. Que ciudad! Creo que hasta la fecha no había visto nada parecido, los contrastes, la gente amable y siempre atenta y con ganas de ayudar (y de vender claro!). Me perdí buscando mi hotel y un chico por la calle me cogió la maleta y me acompañó. Tengo que reconocer que pasé un poco de miedo, estaba sola y era de noche, pero qué más podía hacer? Pues fiarme. Y salió bien.
En esta ciudad puedes estar todo el tiempo comiendo, hay muchos puestos de comida ambulante: maiz, mejillones, kebabs de todos los gustos, palomitas, dulces por los que no apostarías ni un euro a que no te van a hacer tres caries al menos y hasta pollo con arroz. Todo en mini puestos. Increible.
He entrado en mezquitas, he sentido las diferencias entre hombres y mujeres, me he puesto un pañuelo en la cabeza y me he estremecido escuchando el rezo y viendo como las calles se paralizan.
También he empezado mi pequeña exploración de los bazares, solo uno muy pequeñito hoy. Mañana es el gran día. Estoy nerviosa y mi tarjeta de crédito también. Ya os contaré.
Besitos
Erika