21 de agosto. Empieza la parte que menos me gusta de cada año: el último dia que...Es miércoles y voy, como siempre, al mercado de Santanyí. Ya no es posible acumular provisiones y lo único que hago es comprar para Barcelona: las últimas sobrasadas de Obrador (ya no tiene de "coentes...", qué desastre), las aceitunas partidas de la Sansoneta, los quesos de Mallorca. No le doy mucho espacio a la tristeza pero se hace inevitable pensar cómo será el año que viene, si será. Me concentro en las cosas bonitas que el mercado tiene: las caras de la gente, la simpática manera de regatear de los senegaleses (la llevan en la sangre), la música y, sobre todo, le dedico unos minutos a la padrina del mercado, a la decana que puede con todos. Pensé, cuando la conocí (apenas ha cambiado, un paso reciente por la peluquería que le ha dejado una melena corta, casi a lo garçon), que estaba haciéndole casi un favor comprando algo. Tonto. Hace lo que quiere con los precios y los pesos, te coloca con una media sonrisa lo que le apetecete y, sí, te vas pensando que has hecho la B.O. del día. Una mujer que puede con todos y con todo. Por muchos años.
22 de agosto. En Mallorca tengo muy pocos amigos y los que estoy haciendo estos últimos años, gracias al vino, van a ser de los que durarán. Creo. Vienen a cenar Eloi y Mònica (4 Kilos Vinícola y Château Paquita) y Biel (Ramaders Agrupats de Felanitx y espíritu libre). Lo mejor que tiene vivir "fora vila", en el campo es que la gente te trae lo que hace: paté de las últimas matanzas, licor de nueces y de membrillo, esa uva de mesa que hace apenas dos horas reposaba, inconsciente de su futuro, en la cepa al fresco de la tarde...Me encanta. Yo no produzco nada con mis manos en la isla (todavía...), pero elijo. Ofrecemos todas las harinas posibles de ca'n Figaseca (coques de verdura, de trempó, de prebes, panades de carne, cocarrois de verdura con pasas. Y coca de albaricoque de postres). Y hago una excepción...Sí, lo confieso. No me atrevo a ofrecer vino mallorquín interesante, y que no conozcan, a quienes hacen grandes vinos en la isla. He ido a Artà, a can Moià, y me he agenciado con unas botellas de Recaredo Brut de Brut Gran Reserva BN del 2004 (degüelle de hace cinco meses) a un buen precio. Todos hemos celebrado la novedad y la alegría de una burbuja que ha salido espléndida. Las botellas salen perfectas y disfrutamos de la combinación. 2004: un gran año para estos recaredos. Charla de la buena al fresco de sant Salvador. Nos emplazamos para los próximas matanzas en casa de Biel. Ojalá.
Cuando terminamos, Xesc y Lluïsa tienen muchas ganas de mostrarme la impresionante realidad que se esconde tras una botella de Gallinas&Focas. Las gallinas son divertidas y las focas aplauden. Bien, hasta aquí todos de acuerdo. Pero ese nombre (ahora tan burdamente copiado por otras marcas que no tienen ni un buen vino que ofrecer) lo pusieron, en una genial, divertida y emocionante sesión creativa (no os perdáis el video que encabeza la página web del vino), las personas que trabajan en Amadip/Esment. Lluïsa, una de las responsables y enlace con 4 Kilos Vinícola, me explica que es una asociación que fundaron unos padres con hijos con distintos niveles de discapacidad intelectual. Tiene una larga tradición en Mallorca y, ahora mismo, atiende a más de 800 personas, con los recursos que les donan, sí, pero también con la actividad empresarial que generan. Me quedo impresionado con las instalaciones de Son Ferriol (en la charla con ellos, ¡hemos atravesado la isla!), con los huertos y los viñedos que apenas tienen tres años. Acaban de hacer una bodega nueva con todo lo necesario (unos fudres de François hermosos y apenas totados...) y Xesc considera, sin más, que Gallinas&Focas es ya la tercera marca de 4 Kilos Vinícola. Y así la trata. Hay gente de Amadip que necesita pasar el día al aire libre y de estos, algunos forman el equipo que apoya y trabaja para este vino. Trabajo en el campo (primoroso: lo he visto), vendimia, selección, pisado de la uva, todo se hace con ellos. Xesc, además, dibujó un perfil de vino bien distinto de sus hermanos de 4 Kilos. Un vino con protagonismo (ronda el 80% en 2012) de mantonegro y apoyo de syrah, que tiene unos aires (con el paso de los años) casi atlánticos.
La syrah y la crianza dominan al principio, pero la frescura, suave extracción, tanicidad rústica y suavidad del mantonegro (una sousón, casi) acaban imponiéndose. Probamos las barricas de las que saldrá el ensamblaje de ese 2012 y, al final, Xesc hizo una prueba con todas ellas: será un vino de mayor profundidad y concentración que 2010 (2011 no lo he probado todavía...), más enérgico y con mayor presencia de aromas de la fruta. La delicadeza y fragancia del mantonegro serán memorables. Se nota, claro...La ilusión, el entusiasmo con que Lluïsa y Xesc me cuentan todo, se me pega. Yo conocía el vino, había visitado la web, disfruté de las etiquetas. Pero hasta que no ves cómo Biel pasea por los campos, ensimismado por completo en sus pensamientos, Lluïsa lo saluda con cariño, él se gira como diciendo "y esta marciana, ¿de dónde sale?", se va directo a los rosales que rodean el viñedo más joven y empieza a regar (es autista), no te das cuenta de la profundidad y autenticidad de lo que bebes en una copa de este vino. Yo también quiero ser marciano y quiero bañarme en las aguas de Marte.
Este 23 se me convierte en un día intenso. No sólo porque sea el último completo en la isla y por todo lo que os acabo de contar. Por la tarde visito a un querido amigo, enfermo en Portocolom (la salida al mar de los de Felanitx: esas historias de pueblos siempre en el interior y de torres de defensa contra los piratas). Le encuentro mejor de lo que esperaba y me permito hacer algunas bromas que él acoge con ganas y sonrisas de complicidad. No voy a escribir ahora sobre la vida y la muerte ni sobre cómo las afrontamos. Mi amigo, que es un epicúreo "avant-la-lettre", está tomando todo con un profundo estoicismo y su actitud de esta tarde, sus ganas de seguir las provocaciones que yo le lanzaba, me hacen pensar. Salgo a la luz de s'horabaixa del puerto. Es el puerto natural que más me gusta de Mallorca y ver cómo se pone el sol en sus aguas es un ejercicio de estética que nadie debería perderse. Pienso en lo que ha sido él y en lo que será. Me quedo, con lágrimas en los ojos, pensando en lo que es ahora mismo. Un instante de felicidad con una broma, el contacto con el amigo, con sus hijas, con su nieta (ahí la sonrisa es franca y abierta). Y ya está.
24 de agosto. Nos vamos. Con el corazón casi más cansado que encogido. Es generosa madrugada. Tomeu Penya habrá alegrado el espíritu de la gente en la primera verbena de Felanitx. Mientras escribo esto (ahora mismo es madrugada, sí, pero ya del 25 de agosto), resuena en casa, en Barcelona, la sirena de un barco en el puerto. Así salí ayer de Ciutat de Mallorca. Dejé a los míos en el aeropuerto y fui a desayunar al mercado de Santa Catalina. Largas horas hasta el mediodía haciendo compañía a un viejo que no leía novelas de amor ni pescaba ya en alta mar. En el muelle del puerto estuvimos dos horas. Él es sordo. Yo no tengo ganas de hablar. Perfecto, aunque no pescó nada. No parece importarle. El barco salió puntual, pero el piloto se vio obligado a dar unos cuantos avisos a un montón de barquichuelas (comparadas con el monstruo) que se empecinaban en cruzar el camino del gigante del mar. Un camionero de Bilbao comentó: "esto sí es una sirena, caramba, y no lo que llevo yo en el coche". No me muevo de cubierta en todo el viaje. Paso las horas insolándome, mirando al mar desde la proa (lo más cercano que dejan acercarse a uno a la proa, vamos...), ahora desde babor, ahora desde estribor. Siempre con la esperanza de comprobar que este mar Mediterráneo nuestro (que, de hecho, es el que me lleva a Mallorca año tras año) da todavía muestras de vida. Hace años que no veo tortugas...muchas medusas, pájaros. Este año, mi fortuna de Odiseo me tenía guardada una sorpresa.
Por supuesto no hay foto y tendréis que creer a este cronista. En fin...estaba ya rozando la desesperación. Seis horas largas de navegación y nada digno de ser visto y comentado. La mar se estaba rizando y esos hilos de espuma, que siempre van paralelos al agua, dificultaban la visión. Sólo ves espuma. Eran las 6 menos cuarto cuando, de pronto, casi por la aleta de estribor, veo que uno de esos hilos, en vez de correr paralelo al mar, ¡rompe en vertical hacia el cielo! Me levanto, corro hacia mi posición y, de golpe, a unos 100 metros del barco, un delfín rompe las aguas y pega un brinco por encima de las olas. ¡Un delfín! De inmediato, a su lado, aparece otro delfín, que nada más clásico, digamos. La coreografía duró un par de minutos: ellos se movían poco y nosotros íbamos rápido. El uno va saltando, el otro acompaña y mira. No me lo puedo creer: he perdido la cuenta de las veces que he navegado esta ruta y jamás había visto algo así. Me vuelvo a sentar. Estoy por pedir un mojito para celebrarlo (ahora los hacen como churros en este barco) pero cuando veo cómo opera el camarero con su material, me contengo. Me siento de nuevo, cierro los ojos. Recreo la suerte.
Pasa casi una hora y ya se avista la línea de la costa muy a lo lejos. Miro hacia popa, cosa que no hago casi nunca...y ya sé, sí, ya sé que no me creeréis, pero de golpe y sin previo aviso de chorro de agua, otro delfín (no me atrevo a decir si era el mismo equilibrista de la sesión anterior) rompe el agua, ¡nadando de espaldas! Se hunde, coge fuerza y se pasa otro par de minutos haciendo el mismo número. Cierro ya los ojos. No quiero ver más. Pido a una alma caritativa que me guie hasta el coche. Y no abrí los ojos hasta que las sirenas dijeron "estamos abriendo compuertas". Se va, se va, se fue...este diario. Con la tristeza y la melancolía que me provoca siempre el regreso. Hoy empieza una nueva época: retos, aventuras, encuentros, realidades distintas. Pero con Mallorca, siempre, en mi corazón. Se va, se va, se fue. Ojalá lo hayan disfrutado como yo he hecho mientras lo escribía.