Días y días: la montaña rusa de los sentimientos

Por Valedeoro @valedeoro

Hay días en que siento envidia de las personas que no tienen ninguna meta. Las personas que se contentan con su trabajo, vuelven a casa, juegan con los niños, miran la tele y se van a dormir. La gente que no espera nada más del mundo que al final del año caiga alguna bonificación, se puedan ir de vacaciones tres semanas al año y comprar un coche nuevo. Hay días en que me gustaría tener una mente menos inquisidora, menos preguntona, menos analítica. La vida sería tan fácil si solo pudiera aceptar que las cosas son como son, que no hace falta concentrarse en nada más que el propio bienestar, que seguramente se puede encontrar en alguna tienda durante el fin de semana.

Mi vida sería mucho más tranquila.
Tendría más tiempo libre.
Estaría más tranquila por el despilfarro de recursos a mi alrededor.
Gastaría menos dinero al no preocuparme tanto por la calidad.
Y sobre todo, podría analizar con la vecina los últimos episodios de [insertar serie de moda aquí].

En estos momentos recuerdo que en realidad soy afortunada, porque conozco las dos caras de la moneda. He vivido la vida estable, previsible, sin grandes retos. Así que también conozco el sentimiento difuso de malestar por saber exactamente como transcurrirán los próximos 20 años de mi vida, por no tener ninguna meta que quiera alcanzar, sino por la rutina bien establecida.

Las rutinas nos ayudan a organizar el día a día, pero a lo mejor quieras tener una vida un poco más dedicada, con un poco más de sentido con algo más de proyección a largo plazo que incluya algo de lo que puedas sentir orgulloso. A lo mejor no siempre eres tan feliz como muestras por fuera, pero no sabes cómo salir de la monotonía diaria. Cada cambio implica explicaciones ajustes, más cambios, bastante trabajo mental. Y los cambios nos asustan.

Pero quizás la solución no es hacer un cambio radical en tu vida, sino de empezar con algo más tangible, menos exótico, y que requiera menos explicaciones frente a tu entorno:

  • No reduzcas tus pertenencias a 100 cosas, pero plantéate limpiar a fondo tu armario. Puedes participar del proyecto 333 o simplemente deshacerte de toda esta ropa no llevas hace años.
  • No hagas una limpieza general de tus cosas, pero empieza a regalar / tirar una cosa cada día.
  • No dejes de hacer compras, pero pon un pequeño adhesivo encima de tu tarjeta de crédito, recordándote que “cada compra es un voto” para gastar más conscientemente.
  • No pares de quejarte de los bancos, pero cambiate a una banca ética para que tu dinero financie proyectos sociales y sostenibles.
  • No te hagas vegetarian@, pero participa del lunes sin carne, o participa en un curso de cocina para aprender recetas sabrosas con menos carne.

Y por supuesto hay otros días: hay los días en los que estoy segura de que conquistaré el mundo mundial, que no hay reto que no pueda cumplir, que no hay persona que no se pueda concienciar. La verdad, como siempre, estará en el medio. Con el suficiente realismo de que no puedo cambiarlo todo, pero suficiente ilusión como para intentar hacerlo una y otra vez más.

Gracias a vosotros, los días de desespero son cada vez menos frecuentes.


Imagen: Angel Catellano González / flickr