Paramos cerca del mercado, donde compramos salazones y algas. Hacemos un dibujo y acabamos en la terraza de un bar desde donde bajo un cielo soleado, tomando una cerveza, hacemos otro dibujo de ese puente, el cauce y los árboles que alli alcanzan una altura notable.
Es hora de ir volviendo cada uno a su sitio, que a veces está lejos. Nos quedamos a comer con un pequeño grupo de amigos y amigas, y allí nos despedimos de ellos, entre los que están quienes nos invitaron la primera vez, Juan Llorens y Ramón Sempere. Por ellos, por Dolça, Blasco y por otros, tantos que sería largo nombrarlos a todos, no hemos dejado de regresar a Elche.