Según han publicado científicos de Virginia Tech y la Universidad de
Georgetown en 'Nature Communications', una dieta suplementada con estrógeno o
con grasa aumenta el riesgo de padecer cáncer de mama y este daño ambiental
puede ser transmitido de una generación a la siguiente, no a través de
mutaciones genéticas, sino a través de alteraciones 'epigenéticas' que influyen
en cómo se decodifica la información genómica. El Instituto Nacional del Cáncer
estima que más de 226.000 mujeres y más de 2.000 hombres de más de 2.000
desarrollarán cáncer de mama en 2012, y cerca de 40.000 morirán a causa de la
enfermedad. Dos tercios de los cánceres de mama que se producen en familias no
tienen una causa genética conocida. El estudio muestra lo que subyace al cáncer
no son mutaciones genéticas, sino efectos heredados de una dieta rica en grasas
y la exposición a un exceso de estrógenos durante el embarazo. Los estudios
indican que, en un embarazo normal, la mujer puede tener más de 20 niveles de
estrógeno diferentes, y tanto el más alto como el más bajo resultan en un bebé
sano. El reto ha sido el de comprender cómo algo en el desarrollo fetal puede
afectar el riesgo de cáncer de mama más de 50 años más tarde. La buena noticia
es que mediante fármacos o u otras intervenciones se podría revertir la
exposición nociva.