Diez cosas que hicimos (y que probablemente no deberíamos haber hecho), de Sarah Mlynowski

Por Eltiramilla

April tiene un problema muy gordo: ¡su padre se muda a otro estado con su nueva mujer y quiere llevarse a su hija consigo! Juntas, April y su amiga Vi logran engañarle para que la primera se quede a dormir en casa de la segunda… mientras su madre está de viaje. April y Vi empiezan así lo que parece ser el sueño de cualquier chica adolescente: vivir lejos de sus padres junto con su mejor amiga. Pero pronto las cosas se complicarán y ambas chicas acabarán haciendo ciertas cosas… que probablemente no deberían haber hecho.

¡Ja, ja, ja! Pero cómo me gusta este libro, por Dios. Es una pocholada, aunque cada vez que lo leía en el Metro era como si me sorprendieran jugando al pilla-pilla con mi gato: de pronto me sentía como si estuviera haciendo el ridículo (por culpa de la innecesaria Moccia-portada idéntica a tantas otras que plagan la literatura juvenil romántica actual, claro). Pero me da igual, porque Diez cosas… es un muy buen ejemplo de cómo se debe hacer una novela comercial. ¡Es que lo tiene todo! Esa fantasía de toda chica adolescente de quedarse sola en casa con una amiga, una fantasía tan bien presentada y llevada que hasta a mí me hace querer comprarme un jacuzzi y montar una fiesta de bañadores e invitar a todos los tíos buenos del barrio. Esa Protagonista Tontuela y esa Mejor Amiga Vivalavirgen que, albricias, tienen un poco de profundidad psicológica, para variar. Ese Tío Bueno Misterioso que funciona como un reloj suizo porque pulsa todos los botones de la atracción habidos y por haber, sobre todo si se le compara luego con el tuercebotas del Novio. ¡Ese gato tan mono que se llama Donut! ¡Ja, ja, ja! Quiero abrazar este libro y revolcarme en el suelo sobre un montón de fotografías de los Backstreet Boys. Os parecerá que estoy siendo sarcástico, pero de verdad os digo que no; esta novela funciona y divierte porque ofrece justo lo que debe ofrecer sin por ello parecer fría y sobre todo sin que se le vean los engranajes que la hacen funcionar. Como comedia romántica da en el clavo porque a) arranca sonrisas y b) es ligera sin por ello tratar al lector como si fuera idiota; y quizá lo mejor de todo sea que se las arregla para transmitir el mensaje sin caer en la moralina. El libro, en conjunto, parece una de esas tartas de escaparate que tan buena pinta tienen, con todos esos ingredientes colocados de forma tan cuca. Esto se refleja en la naturaleza episódica de la narración (con abundancia de flashbacks; aunque a mí me chiflan, reconozco que esto puede echar para atrás a más de uno) y en el tono que en todo momento se preocupa la autora de mantener con buen oficio… hasta el final, cuyo giro hacia el drama resulta difícil de digerir y casi prefiero fingir que no ha ocurrido nunca. Habrá quien diga que el planteamiento inicial es un poco ridículo (¿qué clase de padre deja a su hija con una mujer a la que ni siquiera ha conocido?), a lo cual yo respondo: ¿y a quién puñetas le importa? Esta historia requiere de un previo desmelene para que funcione, porque lo que yo quiero ver es cómo las chicas se compran un jacuzzi porque sí, porque yeah baby, y que le den a la realidad. En serio, es importante entender que por un lado hay historias que requieren de un tratamiento serio y por otro lado hay cosas como ésta, que deben conducirse sin cinturón de seguridad y subidos a la mesa con la melena suelta y buen humor.

Ésta no es alta literatura, ojo. Es ligera, a ratos incluso demasiado ligera, y poco memorable en general; pero cumple con su cometido y arranca risas sin pretensiones y sin pasarse con el azúcar. Es una buena tarta de escaparate: pegadle un mordisco.