Los edulcorantes son sustancias artificiales cuya finalidad es endulzar distintos productos reemplazando el uso del tradicional azúcar.
Los edulcorantes de uso más difundido son la sacarina, los ciclomatos (de sodio o de calcio) y el aspartame, entre los no calóricos; y el sorbitol y el xilitol, que aportan mínimas calorías. Todos ellos poseen alta potencia edulcorante, ya que endulzan de doscientas a trescientas veces más que el azúcar.
De todos los edulcorantes, el sorbitol es el que se utiliza desde hace una mayor cantidad de tiempo, incorporado en un principio a la elaboración de caramelos, y luego, a los alimentos especiales para diabéticos, quienes deben restringir o eliminar el consumo de azúcares según l gravedad de su problema. De esta forma, los diabéticos pudieron comenzar a consumir dulces sin er alterados sus niveles de glucemia en sangre.
Este producto, consumido en grandes cantidades, provoca retención de agua en los intestinos, pudiendo causar también diarreas.
Por otra parte, está contraindicado para pacientes con intolerancia a la fructuosa, porque en ellos produce los mismos trastornos que el azúcar.
El edulcorante cuyo sabor se aproxima en mayor medida al azúcar es el aspartame, utilizado en muchas bebidas y alimentos de bajas calorías.
La sacarina es otro edulcorante, que posee alto efecto edulcorante, pero prácticamente no aporta calorías al organismo, y por lo tanto, no es nutritiva. En dietética se la utiliza como sal sódica, ya sea en forma sólida o líquida. En general, no plantea problemas al organismo, la intoxicación con ella es muy difícil y no se han demostrado efectos nocivos, que podrían aparecer si se consumieran más de 80 comprimidos por día.
La única advertencia en caso de cardiopatías, hipertensión o insuficiencia renal es que en algunas personas, la sacarina en forma de sal sódica puede causar problemas de retención de líquidos, por absorción de su contenido en sodio.