
Heidi Ledford, en un artículo titulado CRISPR: el disruptor1, publicado en un número especial sobre CRISPR de la revista Nature, nos describe, a través de la historia personal de diversos investigadores — como Bruce Conklin en el instituto Gladstone en San Francisco, James Haber en Harvard o Bill Skarnes en el Institute Sanger en Reino Unido — lo que ha supuesto esta técnica en su trabajo comparativamente a lo que estaban haciendo antes. Cuando los acontecimientos se desarrollan a tanta velocidad, lo primero que se resiente es la seguridad, el control de los propios experimentos y este temor está justificado. Si a día de hoy consultamos en la base de datos pubmed las entradas con la palabra CRISPR, encontramos 15797, y con CRISPR-Cas9, 9600. Ledford incluye en su artículo una gráfica sobre la evolución de los fondos destinados por el instituto nacional de la salud americano (NIH, de sus siglas en inglés National Institute of Health) a proyectos que emplean CRISPR, así como del número de patentes que ya ha producido. A partir de ahora, lo que cabe esperar, es que voces procedentes de múltiples organismos, comités de ética, legislaciones nacionales e internacionales, códigos de deontología, llamen al control del uso de esta técnica, pero los científicos, como el Dr. He JianKui y otros más, que sin duda surgirán, irán por otro camino.
El 18 de Abril de 2015, un equipo de investigación dirigido por Junjiu Huang, un investigador de la Universidad Sun Yat-Sen en Guangzhou, publicó un artículo en el que describía cómo utilizaron el entonces novedoso sistema de moléculas llamado CRISPR/Cas9 para modificar el ADN en embriones humanos y luego intentaron repararlo introduciendo nuevo ADN2. Para evitar los problemas éticos, los investigadores emplearon embriones no viables obtenidos de clínicas de fertilidad, en los cuales los óvulos habían sido fertilizados por dos espermatozoides. Más recientemente 2016, científicos del Francis Crick Institute en Londres han recibido permiso para editar genoma de embriones humanos, con fines de investigación.
Un gran poder conlleva una gran responsabilidad
La clásica pregunta que desde hace mucho tiempo se formula desde la ética: ¿Todo lo que es científicamente posible se debe hacer? No tiene una respuesta unívoca. Por un lado los que piensan como Ramón la Cadena, que existe un imperativo tecnológico y lo que es posible técnicamente debe hacerse porque la técnica es éticamente neutra. Por otro lado, se encuentran los que pensamos que la ciencia sí es neutra, pero el investigador, no. El investigador es imparable en su deseo de progresar y todo lo que pueda hacer lo hará, orillando, si es necesario, pasos que garantizarían la seguridad, si ello va a suponer un retraso en la publicación.
En el 2015, Jennifer Doudna, una de las descubridoras de la técnica junto con Emmanuelle Charpentier, dio una conferencia TED Global en Londres sobre los aspectos bioéticos del uso de CRISPR. El testimonio de Doudna y sus serias preocupaciones sobre la seguridad son reveladores. Sus preocupaciones comenzaron en 2014, cuando en una presentación rutinaria, vio los resultados de un estudiante de postdoctorado que había diseñado un virus que podía introducir los componentes de CRISPR en ratones por inhalación, lo que permitió que el sistema CRISPR diseñara mutaciones y creara un modelo para el cáncer de pulmón humano. Según relata Ledford: “Doudna sintió un escalofrío; un error menor en el diseño de la guía de ARN podría resultar en un CRISPR que también funcionara en los pulmones humanos. Parecía increíblemente aterrador que pudiera haber estudiantes que estuvieran trabajando con algo así“. Es importante que las personas aprecien lo que esta tecnología puede hacer y que sean sus protagonistas los que nos pongan en la realidad de los hechos, como es el caso de Stanley Qi, biólogo de sistemas de la Universidad de Stanford en California. “Este poder es tan fácilmente accesible por los laboratorios, no necesita un equipo muy costoso y la gente no necesita recibir muchos años de capacitación para hacer esto. Deberíamos pensar cuidadosamente sobre cómo vamos a usar ese poder.”
El foro de NAPA (2015), que convocó a los expertos más relevantes en este campo, tomó entre otros, los siguientes acuerdos: “Desaconsejar activamente cualquier intento de modificación genómica de la línea germinal en investigación clínica humana hasta que las implicaciones sociales, ambientales y éticas de tal actividad sean discutidas entre las organizaciones científicas y gubernamentales. Esto permitirá identificar los usos responsables de esta tecnología, si los hubiera”.
En Marzo de 2019, 18 líderes mundiales del ámbito científico, entre ellos Charpentier, hicieron un llamamiento “a una moratoria global para todo uso clínico de manipulación genética de líneas germinales para crear niños modificados”. Dicha moratoria no pretende ser una prohibición sino un aplazamiento hasta que se establezca una normativa internacional que regule la modificación genética fuera de una seria de condiciones3.
Hitos en el desarrollo de la técnica CRISPR
La historia del CRISPR es larga y sumamente interesante para los jóvenes investigadores que se adentran en el mundo de la ciencia, y la atribución de su descubrimiento ha sido objeto de largas batallas legales. Las secuencias repetidas que luego se conocerían como CRISPR fueron identificadas por primera vez en bacterias por un grupo de científicos japoneses en 1987 (Yoshizumi Ishino), pero entre los padres de esta técnica — y el que le dio el nombre de CRISPR, del inglés clustered regularly interspaced short palindromic repeats — se encuentra un investigador de la Universidad de Alicante, el profesor Francisco Martínez Mojica, que sonó con fuerza entre los posibles premiados al Nobel de Medicina del 2018. Resultados posteriores establecieron que CRISPR forma parte del sistema inmune de ciertas bacterias, en las que trabaja como unas tijeras, cortando el material genético de organismos invasores tales como virus bacteriófagos. En 2012, Jennifer Doudna y Emmanuelle Charpentier descubrieron que el componente Cas9 del complejo CRISPR era capaz de dirigir a las tijeras CRISPR a la secuencia genómica de interés.
¿Por que ha cruzado He Jiankui la línea roja?
IV Cuando las palabras suplantan los conceptos
Con terror advertimos que nos encontramos atrapados por el vocablo: ‘terapéutico’, dado que este tipo de experimento se admite para corregir enfermedades hereditarias, como Corea de Huntington, Tay Sach, fibrosis quística, o enfermedad de Duchenne. En España el código penal, prohíbe la manipulación genética ¿Se habría castigado al Dr. He en España? El código Artículo 159 del código penal afirma que:
“Serán castigados con la pena de prisión de dos a seis años e inhabilitación especial para empleo o cargo público, profesión u oficio de siete a diez años los que, con finalidad distinta a la eliminación o disminución de taras o enfermedades graves, manipulen genes humanos de manera que se altere el genotipo.”
A tenor de este artículo, es muy posible que el Juez penal encargado de este caso pediría una prueba pericial, en la que no me gustaría participar. Si tuviese el encargo judicial diría, entre otras cosas, que el Dr He ha tratado a unas niñas que no estaban enfermas, quitando un receptor que no estaba alterado y que probablemente tenga otras funciones importantes en el sistema inmune. Añadiría que hay muchas maneras — accesibles y que no requieren manipulación genética — de evitar que esas niñas se contagien, pero lo que sí será una consecuencia segura e inevitable es que trasmitirán esa manipulación y todos los posible efectos off target, aún desconocidos del CRISPR, a sus descendientes.
Reflexiones éticas
¿Qué es un buen patrimonio genético y por qué perseguirlo? Hans Jonas ha reclamado el derecho a la ignorancia, yo reclamo el derecho al don de nacer y aceptar como un don aquello que nos toque. Hans Jonas en su libro Técnica, medicina y ética, no incluyó las nuevas formas de procreación entre los ítems que deben estar prohibidos en el progreso de la ciencia y la biotecnología. En su libro El principio de la responsabilidad dice: “Si no hay poder, no hay responsabilidad”, y fija el límite de ese poder en que no se puede manipular el ser humano para que genere otro tipo de ser humano, porque ello repercutiría sobre unos seres futuros que no se pueden defender: “¿Pero qué poder es este? El poder de los de ahora sobre los que vendrán, que son los objetos indefensos de las decisiones previas de los planificadores”.
Los grandes filósofos del siglo XX se han preguntado ¿Donde está la inmoralidad de usar esos avances de la ciencia? Michael Sandel en su libro Contra la Perfección, nos revela toda la problemática ético-mercantil en torno a los bancos de óvulos y esperma para crear hijos a la carta. Todo lo relativo a la actividad comercial de intermediarios, a la búsqueda de mujeres que prestan su útero por necesidad, sería inmoral. La enajenación de la mujer durante los meses del embarazo sometida a contratos que cosifican a la mujer, es inmoral. Todos aquellos contratos, o pactos o técnicas que impidan que el nacido pueda conocer o indagar su paternidad, son inmorales. En conclusión, salvo que admitamos una nueva ética que acepte a los hijos de diseño, la eugenesia liberal — preconizada por Robert Graham, creador de un banco de esperma para mejorar la raza, por el filósofo del derecho Ronald Dworkin o por el filósofo libertario Robert Nozick que propuso un supermercado genético, e incluso por mi querido John Rawls, el cual aprobó la eugenesia liberal en su prestigioso libro Teoría de la Justicia, aunque luego la rechazaría — sería inmoral. Habermas rechaza cualquier tipo de selección porque viola los principios liberales de la autonomía y la igualdad. No estoy de acuerdo con que estos sean los fundamentos para rechazar la eugenesia. Tan autónomo es un niño programado, que otro sometido al azar de la recombinación natural. Una ética de la autonomía y la igualdad no puede explicar lo que tiene de malo la eugenesia. El día que aceptamos las nuevas formas de procreación emprendimos un camino sin retorno. Cada año veo como la sociedad se decanta por una ética de orientación teleológica, es decir, utilitarista: el fin justificará la bondad de nuestros actos. En contraposición a la orientación deontológica de Kant: el deber. El hombre es un fin en sí mismo y no se puede manipular. Creo firmemente que sólo esta orientación ética puede salvar a la humanidad.
¿Está el hombre realmente amenazado? Albert Camus, pone en boca de Marta en su obra Le malentendu, lo siguiente “no hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: El suicidio”.
El médico necesita de propuestas éticas que lo defiendan: de sí mismo, de sus miedos, de sus complejos, de sus propios intereses no siempre legítimos, de los colegas, de los organismos corporativos, y de las estructuras de poder y de la ciencia.
Urge reflexionar, es necesario, que aquellos que tienen capacidad para hacerlo lo hagan. Todo el mundo está legitimado para hacer propuestas ética, pero cuando una niña de 16 años, Greta Thunberg, es la que ha levantado al mundo en un clamor contra el cambio climático, por encima de todos los científicos, es porque, paradójicamente en la sociedad más informada y mejor preparada de la historia, se cumplen los temores del conde de Gloster: ¡Calamidad de los tiempos cuando los locos guían a los ciegos! ( Rey Lear, 4º Acto) .